'Las personas del verbo', de Jaime Gil de Biedma. L.R.

Tengo una vecinita que es pura poesía

Diario de un tipo confinado (IV) ·

Después de comer el sol se hizo presente, pero era un sol turbio de una primavera a la que intuyo más presumida que bella

Viernes, 20 de marzo 2020, 10:56

Al igual que Emile Cioran sostenía que «un escritor no debe expresar ideas, sino su ser», Jaime Gil de Biedma mantuvo hasta el final de sus días que siempre había creído que quería ser poeta, pero en el fondo lo que anhelaba es «ser poema». Tengo 'Las personas del verbo' –la obra de su vida– en una mesita en el salón y ayer, antes de comer, me dio por zambullirme en la sensualidad de alguna de sus palabras escogidas: «Una casa desierta que yo amo / a dos horas de aquí / me sirve de consuelo». Estos días desde nuestros pisos soñamos más que nunca, perseguimos el consuelo en las ideas y las ideas se visten de palabras, palabras que centrifugan nuestros anhelos como el solecito que salió a mediodía y que acarició la frente sonrosada de una niña breve y hermosa a la que veo estudiar mientras yo aireo la casa.

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Biedma soñaba con vivir una segunda infancia «prolongada hasta el agotamiento de ser carnal». La niña que estudia cada mañana y a la que contemplo desde mi soledad matutina nunca repara en lo que hago y si lo hace no se le nota. Pero yo sé cuando estudia matemáticas porque cuenta con los dedos y mira hacia arriba con los ojos cerrados sumando y restando las llevadas. «Cada mañana vengo / cada mañana vengo para ver / lo que ayer no existía». Cuando la niña estudia lenguaje se coloca la cabeza entre las manos que aprietan sus orejas. No sé por qué, pero lo sé porque es «justo en ese minuto / cuando nos escapamos / al mejor de los mundos imposibles».

Jaime Gil de Biedma publicó muy poco. Gamoneda lo explicaba porque sólo sacó a la luz aquello que estuviera a la altura de sus propias exigencias como poeta y como lector. En estos tiempos confusos y hediondos se agradece la ausencia de ruido, la contención, las palabras precisas que designen los seres como las manecillas del reloj lo hacen con las horas. El poeta catalán siempre tiene palabras para responder a las incertidumbres de estas noches de insomnio: «Es sin duda el momento de pensar / que el hecho de estar vivo exige algo, / acaso heroicidades o basta, simplemente / alguna cosa común».

Gil de Biedma decía que para ser poeta era necesaria «sensualidad verbal, un dejarse llevar por las palabras»

Después de comer el sol se hizo más presente, pero era un sol turbio y desteñido de una primavera a la que intuyo más presumida que bella. Gil de Biedma decía que para ser poeta era necesaria «una sensualidad verbal, un dejarse llevar por las palabras». Mi vecinita es poesía en su tímida habitación cuando estudia lenguaje y aprieta sus orejitas de nata.

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