Las rameras más deseadas de Aquitania
Diario de un tipo confinado (XXII) ·
Otra vez un cielo gris ceniza sin apenas matices, lluvia débil, descafeinada y de fondo un disco con los preludios de ChopinOtra vez el cielo gris ceniza sin matices, lluvia débil, descafeinada y de fondo un disco con los preludios de Chopin con el piano de Alexandre Tharaud. Escribo por la tarde, con la luz un poco adormecida de un día prematuramente metido en sombras. También me gusta leer después de comer, apenas media hora, que es lo que me costó devorar 'Las hermanas', de Stefan Zweig, un relato breve y prolijo, una alegoría del alma y sus espejismos en el que Don Quijote se sanchifica y Sancho se quijotiza. Es decir, el mundo que vivimos antes del confinamiento ya no existe pero haremos todo lo posible para regresar a él porque somos lo que fuimos y ésa es nuestra naturaleza.
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Como las dos hermanas de Zweig: Helena y Sophia, irremediablemente bellas, incomparables con ninguna otra muchacha «ni en la gracia del cuerpo, ni en los finos modales y la agilidad del espíritu». Hermosas y ambiciosas, viven en la miseria desde que su padre, el caballero Herilunt, fracasara en su alocada empresa de arrebatar el trono al rey de Aquitania. Quedaron en el arroyo y querían escapar de su destino. La primera que lo hizo fue Helena, «apenas núbil», que huyó con un joven que por ella «había forzado los arcones de su padre». Se convirtió en maestra de todos los juegos amorosos y en la «más rica de todas las hetairas. De las ciudades vecinas y de los países remotos acudían a ella hombres ricos, cristianos, paganos y herejes, para gozar al menos una vez de sus favores». Sophia se hizo la más virtuosa de las mujeres, virgen y santa, se dedicó a la «asistencia y el cuidado de ancianos en el hospital de incurables». Las dos mujeres más bellas. Una era la cúspide de la depravación, la otra de la virtud. Pero ni en su triunfo se conformaban: «Si a la otra la alababan por su ostentación suntuosa, ella quería serlo por su humilde pobreza».
El relato de Stefan Zweig ahonda en la perversidad del alma con un maquiavélico plan para doblegar a la virtud. Y afloró el espejismo. La virtud se rinde y la perversión se vuelve virtuosa. Helena y Sophia se convierten en las rameras más deseadas del orbe cristiano. El mundo confinado añora la libertad de antes que nos llevó al encierro. El diablo, harto de carne, se metió fraile. Y ahí sigue, encerrado entre cuatro paredes, con sus nuevos hábitos.
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