Agonizantes por el parón extraescolar
Academias, talleres, escuelas... Pese al arranque del curso escolar, muchas disciplinas extracurriculares siguen casi paralizadas y sus profesionales abocados a la ruina económica
SANDRA CARMONA
Domingo, 20 de septiembre 2020, 20:02
Es 9 de marzo. Suena el timbre. Las clases en el colegio tocan a su fin y Mateo sale corriendo con su bloc bajo el ... brazo. Está especialmente ilusionado. En el taller le espera un retrato al que ha comenzado a dar forma con la nueva técnica de carboncillo que acaba de aprender. De aquel día han pasado seis meses pero Mateo no ha podido terminar aún su dibujo. Igual les ocurrió a María con sus clases de danza, a Javier con la robótica, a Irene con prácticas de teatro, a Alba con las de música... Su rutina se truncó cuando el COVID-19 paralizó las actividades extraescolares de las que tanto disfrutaban hasta ese momento.
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Desde entonces, talleres, academias, escuelas, cientos de profesionales autónomos dedicados a impartir disciplinas clave en el desarrollo personal y cognitivo de los niños permanecen prácticamente paralizadas. «En tierra de nadie y olvidados por las administraciones», tratan de sobrevivir a la dura realidad que les asola bajo la incertidumbre que marca el devenir de la pandemia.
Juan Núñez | ISchool
«Nadie se ha sentado a hablar con nosotros»
El sueño de Juan es encontrarse un día con uno de sus alumnos ya adulto y que le cuente entusiasmado que gracias a que en ISchool descubrió su vocación hoy es un exitoso ingeniero que trabaja en Silicon Valley. Aunque fuera solo por probabilidad estadística, ese sueño era viable hasta que el COVID-19 irrumpió en su vida. Hasta 800 escolares han llegado a pasar cada año por sus clases de robótica y programación entre quienes acudían a su academia y los que aprendían en sus propios colegios, de la mano de la oferta extraescolar. En la actualidad, con las aulas de su centro aún cerradas y la oferta en las escuelas paralizada, en el mejor de los escenarios, aspira a retomar su actividad en octubre pero «perdiendo un 80% de facturación».
Un escenario desolador ante el que Juan exige reacción por parte de las administraciones: «Yo entiendo que hasta ahora había otras prioridades más urgentes pero creo que ha llegado la hora de establecer un protocolo específico y que nuestra actividad pueda ponerse en marcha». Cree que es necesaria «mayor sensibilidad por parte de la administración, no en vano, siempre se ha dicho que las actividades extraescolares formamos parte de la comunidad educativa, pero la realidad es que ahora cuando vienen mal dadas, nadie se ha sentado a hablar con nosotros», concluye.
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Silvia Sáenz | Dinámica Teatral
«Estamos en la más absoluta bancarrota»
Silvia Sáenz no había soñado con lo que está padeciendo ni en la peor de sus pesadillas. «Cada día me digo a mí misma que todo va a ir bien pero la realidad es que estamos hablando con los bancos porque estamos en la más absoluta bancarrota». Sin paños calientes. Así describe su situación desde que la pandemia forzara el cierre de su escuela en marzo. Desde entonces, Dinámica Teatral no logra remontar el vuelo. Apenas han vuelto a poner en marcha cuatro talleres en colegios. Mientras, en sus instalaciones, «pese a que los chicos regresan con muchas ganas y necesitados de que el teatro les aporte de nuevo todo lo que han perdido, el miedo de las familias y las medidas que deben imperar para evitar el contagio hacen que no hayamos alcanzado ni la mitad de alumnos de los que teníamos», explica al tiempo que asume que «pese a los esfuerzos por tratar de encontrar inversores, ayudas o colaboradores, de momento, seguimos esperando a que la suerte llame a nuestra puerta».
Su escuela marchaba como un 'tiro' y eso les animó a invertir en nuevas instalaciones. Poner en marcha el nuevo local que hace apenas unos años significaba una oportunidad de expansión para su actividad, «con más posibilidades y dotaciones mejoradas y adaptadas tanto a las nuevas necesidades como también a la normativa, ha supuesto ahora nuestra ruina», admite Silvia. Alerta sobre la agonizante situación que atraviesa la cultura y clama «ayuda para un sector que además implica un daño irreparable en el desarrollo personal de los niños».
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Rafael Ibarrula | Musicalia
«Tienen muchas ganas de volver, pero también miedo»
Está más que comprobado que la música estimula la memoria, la inteligencia y la capacidad emocional de los niños y también que muchos de quienes la viven como una pasión, terminan convirtiéndolo en su modo de vida. En su profesión. De la academia de Rafael Ibarrula han salido decenas de ejemplos. La peculiar apuesta de Musicalia por impartir esta enseñanza con una filosofía muy particular, basada sobre todo en la práctica, propicia que cada curso en torno a 200 alumnos pasen por sus aulas. Pero este año no está ocurriendo así. «Si llegamos a la mitad de esa cifra me daré por satisfecho», confiesa Rafael, que asegura que «si bien todos los niños tienen muchas ganas de volver, muchas familias también reconocen que no pueden evitar sentir miedo».
Tras la reapertura de sus aulas por el cierre que se ha prolongado durante medio año, la academia ha abierto sus puertas ahora de forma muy distinta a la de antes de la pandemia. «Antes, en un aula metíamos hasta 10 o 12 personas y ahora la normativa sólo nos permite 5 como máximo dado que debemos garantizar espacio suficiente entre todos ellos», detalla Ibarrula, que explica que además ha tenido que llenar las salas de mamparas y eso «por no hablar de lo difícil que resulta enseñar un instrumento sin poder entrar en contacto con los alumnos para mostrarles adecuadamente la posición corporal, cómo poner las manos.... es todo tan difícil», señala resignado.
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José Luis Birigay | Estudio de Arte
«Es emocionante volver a ver las aulas con vida»
José Luis Birigay es un afortunado. Un oasis en medio de la peor de las tormentas. Su academia ha sufrido como todas la parálisis impuesta por la pandemia del coronavirus que les abocó al cierre en marzo. Ha padecido meses de inactividad pero su reapertura, aunque mermada como en el resto del sector, ha sido muy bien acogida. «El miedo está ahí pero nuestros alumnos tenían tantas ganas de regresar que apenas hemos sufrido bajas», reconoce. Claro que, en su caso, circunstancias clave han jugado a su favor. «Tenemos mucho espacio» explica Birigay, que detalla: «Cumplimos con el aforo, la distancia entre cada alumno es de más de dos metros, todos llevan su mascarilla y la limpieza de manos es frecuente, lo que hace viable la actividad en nuestra academia».
José Luis admite que «resulta emocionante volver a llenar sus aulas de la creatividad, el talento y la ilusión que desprenden los alumnos al pintar o dibujar» pero también reconoce que «un positivo podría volver a mandarnos a casa y que eso significaría tener que cerrar otra vez después de tantos meses de parón». «Un duro escenario que implicaría anular las clases pero seguir pagando las facturas», advierte.
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Perfecto Uriel | Profesor de danza
«Hacer danza resulta imposible con estas medidas»
Si hay alguien que encarna como pocos lo que significa la danza ese es Perfecto Uriel. Su mayor pasión es transmitirlo a sus alumnos. Algo que, según asegura, «con las medidas que impone el COVID-19 resulta prácticamente imposible». Describe cómo son ahora sus clases: «Aunque para nuestra disciplina es fundamental, no podemos tocarnos y, además, cuando tienes un 'bozal' puesto, la respiración se resiente y para la danza es imprescindible». Pese a todo, Perfecto ha retomado este mes sus clases. Se confiesa hasta sorprendido porque la gran mayoría de alumnos ha renovado su matrícula pero al mismo tiempo admite que «los meses de parón nos han sometido a una situación catastrófica porque hemos acumulado deudas muy cuantiosas»
Uriel señala, además, que «las jornadas de trabajo son ahora interminables porque a los grupos reducidos hay que sumar minutos para que no coincidan en las entradas y salidas y nos dé tiempo a limpiar todo entre uno y otro». «Estamos en una situación extremadamente injusta porque nadie reconoce nuestro trabajo ni nos ampara», concluye de forma categórica.
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