El aumento del regadío en viñedos acelera el proceso de desertificación en La Rioja
La degradación de los suelos podría afectar al 20% del territorio, según el escenario intermedio planteado por la Universidad de Alicante y el CSIC
Es este un terreno en el que las palabras queman. Esta semana se ha presentado el Atlas de la Desertificación de España, un amplio documento ... con más de 260 páginas y abundante aparato cartográfico, elaborado por científicos de la Universidad de Alicante y del CSIC, que trata de arrojar algo de luz sobre el estado de los suelos en España. Como el propio estudio advierte, «la desertificación no es la expansión del desierto». No quiere decir, por lo tanto, que de pronto una región se vaya a convertir en el Sáhara o en los Monegros, sino que sus suelos áridos y semiáridos están sufriendo un proceso de degradación. El ojo engaña: a veces la imagen de la desertificación no es un monte despeluchado, sino una parcela verde, cultivada con un generoso sistema de riego.
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Este es, precisamente, uno de los problemas. «La penalización en el rendimiento agrícola de la falta de lluvias impulsa la conversión del secano en regadío», indica el estudio. Eso ha sucedido en los últimos años en toda España, aunque con diferencias regionales significativas, y tiene un impacto decisivo en la calidad de los suelos. «La huella de la agricultura y de la ganadería se deja sentir en forma de contaminación por nitratos», apunta el Atlas, cuyos autores señalan que «el aumento del consumo de agua en la agricultura, concentrado en determinadas zonas, junto con el aumento de la frecuencia e intensidad de las sequías, está provocando el deterioro de los estados cuantitativo y cualitativo de las masas de agua subterráneas». Entre las razones se apunta expresamente la extensión de los regadíos a cultivos leñosos de secano, como la vid o el olivo.
La cuestión afecta de lleno a La Rioja, en donde el informe señala que nueve de sus 23 masas de agua subterráneas –el 20,6% en términos de superficie– se consideran degradadas. En la comunidad autónoma, en los últimos veinte años se han duplicado los cultivos leñosos en regadíos, con la viña como principal referente, al pasar de 11.975 a 24.246 hectáreas. Si hace dos décadas solo había un 11% del viñedo riojano con sistemas de irrigación, esa cifra ha subido ya por encima del 32%. El estudio advierte, además, de que «el riego localizado» no disminuye el problema: «El regadío con sistemas de riego localizado resulta más eficiente y favorece la productividad de la planta, pero no supone reducción de agua».
La situación se agrava porque, como la mayor parte de la península ibérica, el territorio riojano se encuentra situado en una zona de «alto estrés hídrico», caracterizada por un consumo de un 40% o más de la cantidad de agua dulce disponible. No se alcanzan los valores extremos de otras comunidades autónomas, pero toda España, con la excepción de la fachada atlántica, debería «gestionar la demanda en el amenazante contexto de cambio climático en el que nos encontramos».
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Escenarios de probabilidad
Quizá el aspecto más controvertido de este trabajo sean los propios atlas de desertificación. Incluso sus autores reconocen que están pisando arenas movedizas. La organización que se encargaba de cartografiar la desertificación mundial tiró la toalla hace años por entender que la complejidad de estos procesos y la subjetividad de los conceptos volvían esta tarea imposible. Sin embargo, los expertos de la Universidad de Alicante y del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) han recurrido a la inteligencia artificial para tratar de acercarse al problema, no obstante los riesgos. Para ello, en primer lugar, fijaron el término «desertificación» como aquella degradación que se origina en suelos áridos, semiáridos y subhúmedo-secos.
Existen tablas por comunidades autónomas y en territorio riojano, de los 5.041 kilómetros cuadrados de superficie, 2.650 se encuentran en zonas áridas, aunque en sentido muy amplio. «La aridez está vinculada solo a elementos climáticos: temperaturas y precipitaciones. En La Rioja no hay zonas áridas, sino semiáridas y subhúmedas, porque estamos en la depresión del Ebro, pero no son desiertos en absoluto», aclara Noemí Lana-Renault, profesora de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de La Rioja y miembro del grupo de investigación EUSOT(Erosión, Usos del Suelo y Ordenación del Territorio). Según los datos aportados por el Atlas, el porcentaje de tierras semiáridas y subhúmedas secas ha crecido ligeramente en los últimos años. Los últimos trabajos del grupo en el que participa Lana-Renault señalan también el impacto del cambio climático en La Rioja, al observar cómo las condiciones climáticas mediterráneas «se van extendiendo cada vez más hacia el Oeste», con menos lluvias en primavera y más en otoño.
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¿Hasta dónde llega la degradación de estos suelos semiáridos y subhúmedos? Aunque los titulares son tajantes y de gran impacto, la realidad resulta mucho más matizada. Son, en primer lugar, escenarios de probabilidad. «Los algoritmos –explican sus autores– no devuelven un clase rígida, es decir, si un área está degradada/desertificada o no, sino una probabilidad de que lo esté». De esta manera, se han elaborado tres escenarios: uno aventurado (umbral del 50%), otro más mesurado (del 70%) y finalmente el más conservador (del 90%). Las variaciones entre ellos son muy notables. «El trabajo es interesante, pero hay que tener en cuenta que estos mapas marcan probabilidades según una serie de indicadores –advierte Lana-Renault–. Si cogemos el escenario intermedio, un 20% del territorio riojano puede estar sufriendo estos procesos de degradación. Quizá no sea tan alarmante dicho de esta manera, pero indica que hay un cierto territorio susceptible de sufrir estos procesos de desertificación y habrá que tomar medidas para que eso no sea así».
El 'efecto bumerán' del desarrollo económico
«Los mapas presentados, aunque imperfectos y sujetos a debate en la comunidad científica a partir de ahora, buscan ofrecer una referencia útil ante el vacío cartográfico existente en esta cuestión», señalan los autores del Atlas de la Desertificación en España, un trabajo dirigido por Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante, y Jaime Martínez Valderrama, científico de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC. «Este Atlas subraya la enorme complejidad de la desertificación, un proceso que a menudo comienza como una fase de desarrollo económico», advierten. Además, la continua intervención antrópica sobre el ecosistema hace que sea difícil plantearse cuáles son los límites: «A medida que el medio ambiente se va deteriorando, poco a poco nos acostumbramos a vivir en peores condiciones sin darnos cuenta. Cada generación crece pensando que el estado del entorno en el que vive es el 'normal', porque no ha conocido cómo era antes», concluyen.
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