Con pelos y señales
Muchos letreros de los pueblos dicen más cosas de lo que a simple vista parece
Pío García
Jueves, 18 de septiembre 2014, 12:36
Hay una belleza escondida en las palabras. No hablo de la belleza literaria, del modo a veces lírico y a veces épico en que se juntan, sino de su belleza como objeto, como artefacto utilitario y solo en apariencia prescindible. Cuando uno aparece en un pueblo (digamos Azofra) y encuentra un viejo letrero metálico, redondo y medio borrado, con las palabras Nitrato de Chile, un mundo entero que creíamos perdido aparece de nuevo ante nosotros.
Publicidad
En Diario LA RIOJA
-
Este próximo fin de semana continúa la serie La Rioja de cabo a rabo, patrocinada por Bankia. El sábado paseamos por Santurde, Santurdejo y Pazuengos; el domingo nos detenemos en Santo Domingo de la Calzada
Durante nuestro recorrido por todos los pueblos de La Rioja, el fotógrafo Justo Rodríguez y yo hemos encontrado carteles para todos los gustos. En muchos ponía simplemente Se vende y un número de teléfono móvil o el nombre de una inmobiliaria. Daban un poco de pena. Otros, sin embargo, han sobrevivido milagrosamente durante decenios y hoy resultan evocadores y bellos como las historias que cuentan los abuelos. Así sucede con el letrero de Azofra, pero también con los espléndidos azulejos con anuncios antiguos que rodean el frontón de Pradillo, a los pies de la carretera N-111.
El ojo juguetón de Justo se ha detenido en extraños carteles, a veces enigmáticos. Una hendidura en la madera de una puerta de Manjarrés nos remite al año 1811. Una fuente de Jubera, con dos caños, ofrece al viandante, en un inapelable ejercicio de democracia, la posibilidad de beber agua potable o agua no potable. Un humilde cartelillo manuscrito en Galilea pide, casi suplica, que por favor le no aparquen los coches en el sembrado. Una severa señal de prohibido aparcar en Matute se ve en la obligación de exceptuar, con respeto reverencial, el coche del señor médico. Una casa de Viniegra de Arriba mantiene el histórico letrero del peligro de incendio, con su árbol y su cerilla, y debajo anuncia los trajes interiores Urbión de la tienda La camerana, con despacho abierto en Madrid.
Luego están los nombres de las calles. Los ayuntamientos se encuentran con un problema cuando se les acaban los hijos ilustres. En ocasiones recurren simplemente al alfabeto y llaman a las calles A, B o C, pero resulta algo triste esa manera funcional de despachar el callejero. Uno prefiere la calle Cornuda de Ortigosa o incluso la plaza del Pueblo de Alcanadre, que no se anda por las ramas y señala, precisamente, la plaza del pueblo.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión