Conrado Escobar será alcalde de Logroño, y lo será del todo: mayoría absoluta para hacer y deshacer, sin depender de los temidos socios de Vox. ... Montado en la ola azul que Feijóo ha capitaneado en toda España, no se puede negar sin embargo que la victoria de Escobar (o la derrota de Hermoso de Mendoza) ha tenido un componente local evidente.
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El voto de los logroñeses es una censura a la política de movilidad del PSOE. Puede que, efectivamente, la idea de futuro del ya casi exalcalde sea la que marcan las ciudades europeas más modernas. Pero visto lo que ha ganado el PP, y sobre todo lo que ha perdido el PSOE, parece evidente concluir que hoy por hoy los logroñeses no lo entienden, y si lo entienden no lo quieren.
Lo cual plantea interesantes disyuntivas para los próximos años. Habrá que ver si Escobar quiere empezar su gobierno destruyendo, que es lo que le pide una parte de su electorado, o si prefiere contemporizar, algo que va más con el temperamento del nuevo alcalde. Y habrá que ver también cómo resiste Escobar la comparación con un Ayuntamiento hiperactivo y cómo reconduce alguno de sus proyectos. En especial el de San Antón.
En todo caso, este escalón que sube hoy Conrado Escobar es la culminación de una trayectoria de décadas en la que ha sido prácticamente de todo. Probablemente esto que será ahora es lo que más ilusión le hace, porque además era probable que esta fuera su última oportunidad verdadera.
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El escalón es el que baja Hermoso de Mendoza, un alcalde que deja detrás de sí una extraña cualidad de político fuera de uso. Dijo desde el principio que él iba a hacer lo que creía y que luego los vecinos dirían. Lo malo para él es que, finalmente, han dicho.
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