Es época de picoteo, pero se puede controlar
Si ha notado que últimamente picotea más, no le diré que no se preocupe, pero sí que no se agobie, que eso no le llevará ... a ningún lado. Es normal y no está solo. Los tiempos de cambio, como la primavera y el otoño, son grandes generadores de ansiedad; y la ansiedad es la mejor aliada cuando se trata de llegar a casa y vaciar la nevera sin querer hacerlo. ¿A qué sí, a que le pasa? ¡Claro que le pasa, bienvenido al club! Pero eso que hace y le mortifica tanto (¡no se castigue, hombre!) puede evitarse. La nutricionista Anabel Tueros nos cuenta el secreto para conseguirlo.
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En invierno y verano, la cosa suele ir sobre ruedas, pero una vez de que pasa la Semana Santa, el indicador del estrés se dispara. Hay que cerrar un montón de cuestiones en el trabajo, los niños acaban la clase, cómo los organizo, dónde vamos a ir estas vacaciones, ese bikini ya no me queda tan bien... Llegan el sol y la playa y mmm.... relax. ¡Qué bien! Pero cuando se acaba lo bueno, regresan los agobios. Los niños vuelven a clase, tengo que apuntarles al comedor, organizar las extraescolares, mi madre hoy no puede recogerles... ¡Hala, otro kilo más que he cogido en vacaciones...! ¡Vengan esas patatas fritas y ese salchichón y ese...!
¡Alto, ya está! Sólo la serenidad permite ver las cosas con la distancia necesaria para buscar soluciones. «Es importante saber cuáles son los motivos que desencadenan el picoteo para entender qué nos está sucediendo y cómo podemos mejorarlo», tranquiliza la especialista.
La gente, detalla, generalmente picamos por dos razones. La primera de ellas, por puro aburrimiento. Estás en casa sin saber muy bien qué hacer, viendo la tele y te levantas a la despensa una y otra vez. Unas galletas, unas chuches, media tableta de chocolate... Si ése es su caso, hay que ser consciente de ello y adoptar dos simples medidas, que le ayudarán a resolver el asunto. Una es aprender a entretenerse con cualquier cosa, disfrutar de lo que se hace; y la otra, no tener en casa aquello que tanto le tienta. Recuérdelo la próxima vez que vaya a la tienda y vea esas galletas con ojos de huerfanito desamparado.
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El picoteo generado por un ataque irrefrenable de ansiedad es más complejo, pero también se puede superar. El estrés generado por motivos laborales, familiares, económicos o enfermedades le convierte a uno en una auténtica gallinácea en cuanto cruza el umbral de su corral. Perdón, de su casa. Si a eso se le suma una alimentación desordenada –muy frecuente, aunque no lo crea– ahí tiene la 'tormenta perfecta'.
Es muy habitual desayunar poco, mal y temprano, comer luego cualquier cosa y regresar al hogar con mil y una tareas pendientes. «A los pacientes les sorprende descubrir sus propios horarios de comidas», detalla la experta. El organismo, según recuerda, no está preparado para desayunar a las siete de la mañana, comer a las dos de la tarde y cenar a las nueve de la noche. Demasiadas horas entre comidas. Tiene hambre y la compensa con ansiedad, que combate a base de picoteos.
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Comer de manera ordenada
Lo que debe hacerse, en este caso, es intentar que no pasen más de tres o cuatro horas entre cada una de las tres grandes comidas. Habría que intentarlo con un aperitivo saludable a media mañana (un bocatín de embutido, por ejemplo) y con una merienda saciante. No vale un zumo de naranja, que volverá a darle hambre en poco tiempo, sino una fruta de temporada o quizás unos pocos frutos secos (no caramelizados) con yogur, un bocadillito de lomo, mortadela o jamón de york...
La idea es ser consciente de lo que nos pasa y tratar de mantener entretenido nuestro sistema digestivo lo justo como para no sentir hambre. Que no lleguemos a la comida o la cena como voraces tiburones. «Somos primitivos, comemos para sobrevivir y ante situaciones de hambre, lo que hacemos es devorar», alerta la nutricionista Anabel Tueros. ¡Y no hay más tu tía! Feliz semana.
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