Cocina con nombre de mujer
Restauración. ·
Poco a poco ellas van cobrando el protagonismo que merecen y se hacen más visibles en un sector que les había relegado a un segundo plano. Aunque su labor se está poniendo en valor, aún queda camino por recorrer para lograr que las futuras generaciones puedan tenerlas como referentesLa Rioja es cuna de grandes cocineros y cocineras. Nunca 5.000 kilómetros cuadrados habían dado para tanto, con seis restaurantes con estrella Michelin y ... en dos de ellos con la mujer como protagonista, aunque compartiendo éxito con sus respectivas parejas. Son Carolina Sánchez (Ikaro) y Mariana Sánchez (Ajonegro), junto a Iñaki Murúa y Gonzalo Baquedano.
Quizá abrió el camino Marisa Sánchez, que fue Premio Nacional de Gastronomía y alma y corazón de Echaurren. Tan solo tenía 15 años cuando comenzó a dirigir una cocina, por una ausencia de sus padres, y sus potajes, guisos y croquetas siguen encumbrando una manera de cocinar y de saber hacer las cosas que no tiene discusión.
Ellas poco a poco se van haciendo visibles, aunque «sigue pasando, pese a tener un reconocimiento como es mi caso, que se dirijan más a él (por su pareja Gonzalo)», apunta Mariana Sánchez, del restaurante Ajonegro. «Los dos somos igual de importantes y hemos sido los dos los que lo hemos logrado. Escuchas cosas, pero al final hay que hacer oídos sordos, porque si nos dejamos caer por cada comentario que te toca, pues te deprimes. Hay que tirar para adelante e intentar demostrar lo que valemos», subraya Sánchez.
Busca motivos que puedan llevar a quien contrata a apostar menos por ellas. «Quizá piensen que de sentimientos somos más débiles o que no vamos a soportar la presión; es cuestión de que empiecen a abrir un poco más la mente. Se nos valora menos».
En buena medida «va mucho ligado con el tema familiar», admite Susana Eguizábal, del restaurante Sopitas. «La hostelería es muy dura, sobre todo para una mujer cuando hay niños pequeños». Eguizábal atraviesa por su momento perfecto en cocina, tras representar a La Rioja en el Campeonato de pinchos y tapas de Madrid Fusión y haber quedado clasificada para la final del Campeonato de Pinchos de La Rioja. «Todas estas cosas son gratificantes y te ayudan a seguir adelante con las mismas ganas».
Reconoce que al hombre «se le ve más» en la cocina profesional, «aunque haya siempre una mujer detrás». Lo achaca a esas cuestiones familiares que hacen que la mujer «se retire de la hostelería». No obstante, admite que las cosas están cambiando, también en casa. «En la generación que viene en casa cocinan cada vez más hombres, hay más igualdad».
«El cambio está allí, en cierta manera, pero nos cuesta que se nos vea al mismo nivel y, sobre todo, para tener cargos y eso es un sinsentido», añade Lucía Grávalos, del restaurante Desborre. «Hemos tenido que trabajar mucho más para llegar a los mismos puestos. La lucha es mucho más dura para nosotras», reconoce.
Confiesa que no ha sido fácil el camino y que a base de «mucha constancia» se están dando pequeños pasos hacia el reconocimiento. «Ahora se pone más el foco en la mujer y las jóvenes cocineras sí pueden tener ya referentes femeninos en cocina, que están haciendo las cosas realmente bien». Pone el ejemplo de María José Martínez, de Lienzo; Vicky Sevilla, de Arrels; o Begoña Rodrigo, de La Salita, «muy posicionadas ya en la alta cocina». Ella se incluye en ese cambio que están haciendo las mujeres cocineras, «porque hemos levantado la cabeza, pisamos bastante fuerte y dejamos huella a conciencia para abrir un camino a las siguientes generaciones».
A Dina Ugarte, de El Buen Yantar, no le tembló la mano a la hora de ponerse en la parrilla de este restaurante najerino cuando enfermó su marido. «Un cocinero lo tiene más fácil; parece que el hombre es el único que puede llevar un restaurante, como si las mujeres no tuviéramos esa facultad. Y podemos ser tan buenas como ellos, incluso mejores», valora, aunque señala que los cocineros más importantes y los 'Estrella Michelin' «son casi todos hombres. Gracias a Dios que empieza a haber alguna».
Porque en su carta no faltan los platos que preparaban antes su madre y su suegra, que se unen a los suyos propios. «La mayoría de los cocineros se apoyan en las recetas que preparaban mujeres. Yo ni de mi padre ni de mi suegro tenía una», sentencia.
«Las mujeres hace tiempo que dejamos de ser invisibles»
Esther Álvarez, del restaurante Alameda de Fuenmayor, considera que a las mujeres cocineras, como ella, se les tiene que reconocer, por lo menos, «el derecho legítimo a exigir nuestro sitio en las cocinas, en el sector de la hostelería y en el mundo». Algo en lo que en teoría casi todos están de acuerdo, pero luego, «que nos cedan ese espacio ya no es tan sencillo. Es un camino largo, como se está viendo». Ella señala que se podrán discutir sobre las razones, las responsabilidades y las formas «más o menos acertadas de cómo cambiamos esta situación, pero hay que partir de ese hecho, que es incontestable y tremendamente injusto».
Cree que en casa la mujer se ha venido encargando siempre de la cocina, «porque no deja de ser el ámbito doméstico, que es históricamente lo que nos dejaban a nosotras». En cambio, en los restaurantes «la cocina se profesionaliza, se dignifica y se visibiliza. Y es ahí en el terreno profesional, donda ya nos pusieron más trabas para entrar y donde hemos llegado más tarde».
«Las mujeres hace tiempo que dejamos de ser invisibles. Entre nosotras nos vemos y nos reconocemos. Falta que los demás también aprendan a hacerlo», sentencia. Porque reconoce que «los avances son imparables».
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