«Ser torero me ayudó a formarme como persona y me inculcó una educación»

Pedro Carra | Matador de toros ·

El diestro rememora su alternativa hace treinta años y confiesa que la «pérdida de ilusión» le llevó a la retirada

Domingo, 28 de agosto 2022, 09:20

No estaba en sus planes que el toro 'Coquinero' de Peñajara, herrado con el 28 y colorado de capa, fuese el de la alternativa. El ... titular se lesionó y corrió turno. Un giro de los muchos que se presentan en el toreo, que es aquí y ahora, inmediatez, y que en milésimas puede cambiar el guion e incluso la propia vida de uno. Fue el 29 de agosto de hace tres décadas cuando, tal día como mañana, en plena semana festiva en Calahorra, un joven Pedro Carra tomó la alternativa. En su tierra y ante los suyos. De blanco y oro. 30 años ya de aquella tarde histórica de 1992 en la que cortó dos orejas, llenó la plaza y con la que comenzó a transitar por un áspero camino como matador de toros que cerró en 2001 en Logroño. Casi 90 corridas, 50 novilladas y 60 sin picadores guarda este calagurritano en su esportón. Y tres señas marcadas a fuego por el pitón del toro. Desde la perspectiva en la que le coloca a uno el paso de los años, recuerda aquella cita y sus diez temporadas en activo. También los inicios y habla del futuro. Todavía no se ha cortado la coleta.

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– ¿Qué sentimientos le produce recordar aquel 29 de agosto?

– Orgullo por haber sido matador de toros y felicidad porque mi familia y amigos sigan acordándose de aquella efeméride.

– ¿Cómo la recuerda?

– Con ilusión y nostalgia. Fue de esos sueños que uno tiene cuando empieza a querer ser torero y que quiere cumplir a toda costa. Fue especial, con la plaza abarrotada viendo a un nuevo matador de toros de casa. El conjunto, más allá del triunfo, hizo que fuese un día soñado.

– ¿Qué ocurrió para que se retirara de los ruedos casi una década después?

– Fue la pérdida de la ilusión. Estuve diez temporadas como matador de toros con altibajos, pero seguía manteniendo esa ilusión por torear. Y ya en el último año me notaba que me faltaba. Veía que pasaban los años y que todo seguía igual; y tomé esa decisión. En aquel momento creí que era la más correcta. Después aprendí que las temporadas son todas diferentes y que quizá me faltó aguante o esperar un poco más.

«Recuerdo que fue especial, con la plaza abarrotada; uno de esos sueños de cuando empiezas»

la alternativa

«Fue la pérdida de la ilusión lo que me hizo tomar la decisión en 2001 de no torear más»

la retirada

– ¿Cree que es un milagro hacerse hueco en la profesión?

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– Ser figura sí que es un milagro, y sobre todo lo consiguen aquellos que todos los días están al pie del cañón. También he aprendido que los toreros maduran con el tiempo. Sí que hay toreros jóvenes que son figuras desde bien pronto porque tienen un don, pero la mayoría de los toreros se van cuajando conforme pasan los años. El oficio se adquiere con el tiempo, y quizá se tenga menos valor que cuando eres joven, pero se tiene más solvencia.

– ¿Pensó en ocupar las segundas filas como banderillero?

– Sí que lo pensé y lo tenía fácil, porque banderilleaba y toreaba bien con el capote. Pero en ese momento se cruzó en mi camino Mapfre, que es la compañía de seguros en la que trabajo actualmente, y planteé mi vida de otra manera. Quizá si no me hubiese surgido esa oportunidad laboral...

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– En 2012 volvió para torear un festival junto a Pérez Vitoria y El Víctor en Calahorra. ¿Quedó en anecdótico?

– Fue muy bonito volver a torear los tres; lo pasamos en grande. Mientras me encuentre bien sí que me gustaría torear algún festival. Sigo entrenando y tentando en las fincas de mis amigos de Carriquiri o en la de Pincha.

– ¿Sigue teniendo sueños recurrentes en los que torea?

– Claro que sí, y sobre todo en los momentos de desilusión, en los que tienes un mal rato... Hay noches en las que me meto en la cama y me apetece recordar. O cuando salgo a pasear y me acuerdo de aquellos momentos en los que entrenaba. Es que la vida de torero es muy bonita.

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Los últimos pases: despedida en San Mateo 2001 y una faena en Santo Domingo el mismo año. L.R.

– ¿Cómo definiría su paso por la profesión?

– Fue momentáneo pero lo valoro como una parte muy importante de mi vida, que me ayudó a formarme como persona, me inculcó una educación y unos valores, y me hizo hombre. Después de dejar de torear, continué en el campo del apoderamiento con Javier Castaño, Serranito, Paco Ureña…, que me ayudaron a seguir metido en el sector.

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– ¿Cómo recuerda sus primeros pasos en el toreo?

– Ahora los niños juegan con las tablet y los móviles, pero en aquellos años no teníamos nada de eso. Jugábamos en la calle y, la mayoría de las veces, a los toros. Por aquellos años se abrió una escuela taurina en Calahorra y me apunté, como si fuera un juego, hasta que ya empiezas a torear becerras, luego pasas a los novillos…, y así hasta que te pones el traje de luces y la cosa se pone seria.

– ¿Con qué soñaba?

– Alguno de los sueños que tenía sí que se han cumplido. No todos, porque me hubiese gustado ser figura del toreo; pero algunos como ser matador de toros, torear con las figuras del momento, confirmar en Madrid, torear en Francia, en América… Aunque sí que me faltó torear en México.

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– ¿Había rivalidad entre usted y el resto de toreros riojanos?

– Más que pique lo que había era una gran amistad. Claro que, en la plaza, cuando uno toreaba salía a por todas para abrirse camino y triunfar, pero los toreros de la zona hemos estado siempre muy compenetrados.

– ¿Se sigue identificando con el Pedro Carra de aquellos años?

– Claro que sí, pero la experiencia es un grado y trataría de no cometer algunos de los errores en los que incurrí en aquella época. Hay veces en las que hay que saber decir que no. He toreado algunas corridas que debería haber dicho que no, pero, a veces, la ilusión y las ganas por torear te hacen tomar decisiones que no son las correctas.

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– ¿Alguna tarde en concreto de la que se acuerde?

– Por ejemplo, fui triunfador de San Mateo en 1994 con una corrida de Cebada Gago, a la que le corté tres orejas, y, al año siguiente, toreé una de Peñajara que tenía que haber rechazado. A veces, uno piensa que decir que no te puede perjudicar, pero en ocasiones te abre otras puertas. Pese a ello, quiero agradecerle a la Casa Chopera el que siempre haya contado conmigo.

Las mieles de su carrera. Pedro Carra pasea las dos orejas y el rabo de un novillo que lidió en las fiestas de agosto de 1990.

– Como apoderado, ¿qué línea le prohibiría cruzar a un torero que empieza?

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– Le aconsejaría que el día que no quiera torear una tarde, ya sea porque no le merezca la pena o porque sepa que lo único que le puede hacer es perjudicar en su carrera, que diga que no torea. Que siempre haga el paseíllo en aquellas tardes en las que tenga ilusión.

– ¿Quiénes fueron sus referentes en aquel momento?

– Yo me fijaba en El Capea, Espartaco, Ángel Teruel, Paco Ojeda, Manzanares, Roberto Domínguez… Eran mis escaparates. Como banderilleaba, también en Víctor Méndez o Esplá.

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– ¿Y ahora, en quién se fijaría?

– Hay toreros muy buenos y uno de ellos lo tenemos muy cerca. Diego Urdiales, Pablo Aguado, Morante, José Tomás… Son toreros que me gusta ir a verlos. Y a Roca Rey. Ahora mismo, ha montado una revolución.

– Usted, ¿qué toreo buscaba?

– Siempre me he identificado con el toreo serio y de figura esbelta. Un día lo interpretaba mejor y otro me salía peor, porque los días en los que me ponía delante de toros de Pablo Romero o Palha era muy difícil sacar ese toreo; pero, cuando alguna corrida me permitía colocarme, sí que lograba transmitir esa forma clásica de torear.

– En su carrera destacó también como rehiletero.

– Gracias a que ponía banderillas se me abrió la posibilidad, por ejemplo, de torear en la feria de Vitoria una corrida de tres toreros banderilleros. A veces, te ayudaba a entrar en ferias.

No ha perdido el contacto con el toro. El diestro calagurritano tentando una vaca en la ganadería de sus amigos de Carriquiri. María briones

– ¿Cree que ha cambiado la forma de entender el toreo?

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– El público que está yendo a las plazas es cada vez más joven y las personas somos de momentos. La gente va a ver ahora a Roca Rey como antes iba a ver a El Juli. El toreo bueno de Urdiales, Aguado, Ortega o Morante gusta, pero el problema es ir todos los días a verlo, porque los jóvenes tienen mil eventos a los que poder ir y su economía no es la misma que la de una persona mayor. Y tienen que elegir. Yo soy de los que prefiere calidad y no cantidad.

– ¿Ha habido una destaurinización de la sociedad?

– Los políticos y los sectores antitaurinos han dañado mucho la tauromaquia en los últimos años.

– ¿Cómo ve el toreo riojano en este momento?

– Pues lo veo ilusionante. Tenemos a Diego Urdiales, que está entre las primeras figuras, y ha surgido un novillero importante que es Fabio Jiménez. Y también está Alberto Donaire, que también promete.

– ¿Qué le queda pendiente?

– La coleta no me la he cortado. (Se ríe). Igual..., volver a vestirme de luces y torear la última. A veces me lo propongo; lo pienso pero… El otro día, cuando vi al maestro Niño de la Capea con 70 años dije:ojalá pudiese yo. Mi corazón me dice que sí pero luego la cabeza me dice que me esté quieto. Si algún día surge un festival sí que me gustaría torear entre amigos. Pero cada día cuesta más. Los toreros están en un gran momento y es una gran responsabilidad ponerse delante de un toro.

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