Entre las características esenciales del malvado cine negro clásico norteamericano predomina el severo retrato sobre la condición humana. Uno de sus mejores ejemplos es la ... película 'Perversidad' (1945) de Fritz Lang, que se proyecta hoy a las 19.30 en la Filmoteca Rafael Azcona.
Lang repite con la pareja de intérpretes, Edward G. Robinson y Joan Bennett, con los que había colaborado en su anterior y excitante pieza, 'La mujer del cuadro' (1944). El resultado es una de las cimas del género.
El título original es 'Scarlet Street' y aquí en España se la conoce como 'Perversidad', cuyo significado encaja como anillo al dedo en la rasposa amoralidad de los personajes y las situaciones.
Christopher Cross (Robinson) es un humilde y apocado cajero en una entidad financiera. En la primera secuencia, durante una fiesta de empleados, ve como su jefe se monta en su coche con una exuberante y fascinante chica mucho más joven que él. Esta visión le perturba y acto seguido libera a una mujer, Kitty (Bennett), de la agresión de un desconocido. Se siente confiado y su autoestima crece. Se hace pasar por un destacado pintor y muñe una estrategia ignorando que Kitty y su ventajista amigo, Johnny (Dan Duryea), le han tendido una encerrona.
En los albores del género, Robinson empuñaba pistolas y disparaba. Aquí se le ve con delantal, cocinando y bajo el imperial yugo de su esposa. Su infelicidad se transforma en desafío al lado de Kitty. Ella es una aprovechada devoradora de ingenuos que le saca todo el dinero que puede.
El melodrama criminal tiene astucia y está cargado de canallismo. Los depredadores no sueltan la presa pero la víctima traspasa la línea y se convierte en perverso. El pelele se hace fuerte y a la mujer fatal se le desmorona el tinglado. Todo vil y feroz. Su contundencia se purgó con un impostado sueño de Cross.
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