Apareció este concierto por sorpresa, como de tapadillo, sin la más elemental publicidad ni comunicación (¡vaya organización!) y, claro, a tres días de su celebración ... sólo estaban ocupadas unas ciento veinte localidades, amenazando la suspensión de un concierto tan formidable e interesante. Menos mal que unos cuantos entusiastas melómanos se movilizaron, moviendo a sus amistades a difundirlo entre todos sus contactos y generando un impresionante boca a boca que, en un par de días, logró que Riojafórun registrara un entradón de los grandes. ¡Bravo! También hizo lo suyo el artículo aparecido ese mismo día en este diario. La ocasión lo merecía, pues era nada menos que el segundo Mahler de toda la historia musical de La Rioja: en 2004 la Orquesta Filarmónica Checa, recién inaugurado
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Riojafórum nos ofreció en un memorable concierto la Sinfonía nº 5 de Mahler y hasta hoy, en que volvíamos a deslumbrarnos con el masivo despliegue orquestal, de noventa instrumentistas, franqueando la puerta de entrada, como me gusta decir, al fascinante universo musical mahleriano, que es su Sinfonía nº 1 'Titán'.
El concierto se iniciaba con una breve obra del compositor estonio contemporáneo Arvo Pärt, ubicado en el minimalismo sacro, 'Cantus in memoriam Benjamin Britten' (1977) para orquesta de cuerda y campana. Se trata de un sencillo canon que va evolucionando en un poderoso crescendo ostinato, con el sonido tintineante de la campana marcando el tempo y con un bello efecto sonoro de lamento que va alcanzando cotas de alta intensidad. Me pareció apropiado para un tiempo como éste de guerras y sufrimientos. Sin la menor explicación, el director Bruchez-Lalli unió el final de esta obra con el primer movimiento de la Sinfonía de Mahler, acallando los primeros tímidos aplausos, en una decisión cuando menos discutible, pues la Titán tiene un marcado e intenso itinerario propio de principio a fin.
El nombre de Joven Orquesta podría hacernos pensar en una calidad de ejecución de nivel estudiantil, que es lo que efectivamente son, estudiantes avanzados todavía en formación, pero pronto vinieron a disipar nuestras dudas con una interpretación de elevada altura técnica y expresión musical de primera categoría, avalada por la fama que atesoran en sus innumerables giras por todo el mundo. La cuerda, en conjunto, ya había mostrado en la obra inicial de Arvo Pärt su tersura y bello sonido, pero en la sinfonía pudimos comprobar la excelencia de cada uno de sus grupos, la perfección de los violonchelos en la canción del primer movimiento, la nobleza de sonido de las violas en su intervención protagonista del tercer movimiento y la versatilidad y madurez del 'ejército' de violines sonando con un empaste increíble. No encontré ni un lunar en los numerosos solos y diálogos de las maderas: flautas, oboes, clarinetes y fagotes, que sonaron brillantes en todo momento.
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Espectacular y hasta entretenido el amplio despliegue de la numerosa percusión, pluriempleada, con ¡dos juegos de timbales!, bombo, platillos, campana, etc. Mención especial para los metales, desinhibidos y refulgentes, con el protagonismo singular de las trompas y su dificilísimo papel a lo largo de toda la obra, que superaron con nota alta, aunque en el movimiento final fallaran alguna nota sin importancia. Deslumbrantes las trompetas, los trombones y la tuba, así como el arpa, por no dejarme a nadie. El director
David Bruchez-Lalli, excelente trombonista pasado a director, en perfecta sintonía con sus músicos, nos ofreció una lectura expansiva, vital e intensa de la obra, transmitiendo energía y fuego en todas sus páginas: una visión juvenil para una obra juvenil, que tiempo tendrán de madurar y buscar matices y sutilezas en su futuro profesional. Ante las aclamaciones del público, ofrecieron una simpática propina, «Evviva i soci», sobre temas populares suizos.
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¡Qué maravilla!
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