Atrevido empeño

CRÍTICA DE MÚSICA ·

Sábado, 19 de marzo 2022, 01:00

Vaya por delante que 'Aida' es, sin duda, una de las óperas más complicadas de llevar a la escena, por la extrema espectacularidad de algunas ... de sus escenas, por las grandes dosis de canto de altura, así como por el tremendo poderío coral y orquestal requerido, que la hacen apta sólo para teatros de primera línea. Por eso tenía su morbo comprobar qué era capaz de hacer con semejante miura una modesta compañía itinerante de reciente creación. Con estas premisas les puedo adelantar que no solo no hubo batacazo alguno, sino que el resultado artístico fue más que notable, aunque de todo hubo en botica.

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Encarnaba a Aida la soprano española Helena Gallardo, ganadora en 2001 del Concurso de Canto Ciudad de Logroño y que hace ocho años nos ofreció en este mismo escenario una 'Butterfly' de muchos quilates. Cuajó una interpretación muy creíble con un imponente y hermoso registro agudo y un centro de voz algo opaco y oscuro en exceso. También lucía potencia en el agudo la mezzo Ángela Lorite en el papel de la princesa Amneris, con una extensión vocal excepcional desde los graves más rotundos hasta alturas sobreagudas increíbles, eso sí, con cambios de color vocal palpables y un timbre algo agresivo en la parte superior. Sorprendente la belleza vocal del tenor argentino Ignacio Guzmán, imperioso en el difícil papel de Radamés con una entrega y unas prestaciones formidables, consiguió llegar entero y triunfador desde la temible 'Celeste Aida' hasta la 'Fatal piedra' e incluso se permitió alguna belleza de messa di voce apianando alguna preciosa frase. Completaba el cuarteto principal el barítono argentino Fernando Álvarez como Amonasro, padre de Aida, cantado con una imponente voz baritonal de formidable timbre y presencia, que gustó mucho al respetable.

Bastante flojos los dos bajos que encarnaban al Faraón (Jordi Serrano con voz de poca proyección) y al sumo sacerdote Ramfis (Armando del Hoyo con más voz pero con timbre algo decrépito). Y nueva sorpresa en los dos pequeños papeles comprimarios: del supremo lujazo de la excelente soprano Aurora Peña para el pequeño papel de Sacerdotisa, con esa bellísima voz, al horror encarnado en el tenor moldavo Lulian Dumitras como Mensajero, que nos hizo pasar una angustia mayúscula con sus carencias canoras, escondido detrás del escudo, ¡algo impresentable!, claro que luego ves en el reparto que el supuesto tenor es el Regidor y jefe de proyecciones, ¡ya!

Lo que fue un atrevimiento superlativo fue enfrentar a la impresionante escena del ¡Gloria a Egipto! un escuálido coro de solo 23 voces y, además, bastante corrientes, especialmente los hombres. ¡Una pena! La orquesta sonaba muy bien, pero a un volumen tremendo que obligaba a los solistas a desgañitarse. El director José Escandell no estuvo en el control sonoro adecuado. Javier Agulló resolvió la escena con proyecciones, aunque no muy imaginativas. Si al leer esta crítica creen que no me gustó nada esta 'Aida', se equivocan, pues la disfruté bastante: ¡es cuestión de poner el rasero donde toca!

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