Tras la memoria de la única persona enterrada en la Colegiata de Alfaro

Reconoce Manuel Alonso su hábito de buscar en el navegador de Internet acerca de Alfaro y de la colegiata de San Miguel. Lo hace «intentando indagar y saber más», comenta el presidente de la Asociación Amigos de San Miguel de Alfaro. En una de esas, halló y se hizo con un libro histórico, la 'Tierna y piadosa memoria en las exequias del ilustrísimo señor don Manuel Pérez de Araciel y Rada' (Alfaro, 24 de diciembre de 1647 - Zaragoza, 27 de septiembre de 1726), sobre el alfareño que fue Arzobispo de Zaragoza y única persona enterrada en la colegiata, de la que su familia fue mecenas.

«Para nosotros, es un tesoro sobre una persona significativa en nuestra historia y de una familia fundamental para la colegiata, que hace la capilla de los Aracieles, nos regala la escultura de San Miguel de Gregorio Fernández y la imagen de San Roque que procesiona, otra de la Virgen del Pilar en plata y nos construye una cúpula –relata Alonso–. Todo lo que se haga por descubrir la figura de los Aracieles es positivo».

Datado en 1727, unos meses después de su fallecimiento, Alonso desconoce el por qué de la edición de este libro o si se llegó a repartir por su funeral. «Lo escribe Thomas Madalena, que fue prior del convento de Alcañiz y se lo dedica al hermano del difunto, Vicente Pérez de Araciel y Rada», explica. Es un libro de memorias, en el que se habla poco de la enfermedad y la mayoría de las páginas recogen testimonios de gente sobre el arzobispo, poesías en forma de sonetos y octavas dedicadas a su figura... Como apunta el subtítulo, es «una breve noticia de su vida, virtudes, muerte y sepultura» sobre quien fue catedrático de Artes, obispo de León, promovió el seminario de Belchite... y quien está enterrado en su capilla en la colegiata, en la que aparece arrodillado en una figura de alabastro.

En sus búsquedas por Internet, Alonso encontró primero otro libro del mismo autor, este sobre la 'Exhumación y traslado de los restos de Manuel Pérez de Araciel y Rada'. «En su testamento él manifestó que quería ser enterrado en su pueblo. Primero le enterraron en la Seo de Zaragoza, donde a los tres años de su fallecimiento le exhumaron y trajeron a la colegiata de San Miguel», recuerda. Aunque todavía no ha encontrado un original de ese volumen, la búsqueda sobre el autor le llevó a este otro.

Una de las labores de la asociación está siendo la recuperación de obras antiguas. Ya han restaurado un libro de horas en pergamino, un cantoral que un musicólogo ha señalado del siglo XVI y otro cantoral que están recuperando las monjas del monasterio de Santa Lucía.