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Fabio triunfa y Urdiales torea al natural en el entierro de la emoción
El novillero alfareño corta tres orejas mientras que el matador de arnedo y Cayetano logran una en una tediosa corrida de Guadalmena
No juegan en la misma liga pero sí que los dos son toreros, y hay veces en la vida que se crean momentos únicos. Al novillero local le brindó Urdiales la obra de su primero, de torero a novillero; de figura a promesa. Fabio y Diego. La savia riojana en una misma tarde. Imposible le fue a Diego dar forma a un faena con ese toro, que desde los primeros tercios se asomó al abismo del infierno, que en esto del toreo es la falta de fuerza y poder. El de Guadalmena fue un animal bajo, cómodo por delante, como el conjunto, y atacado en carnes, que buscó refugio en tablas, embistió con un galope cochinero, la antítesis de la bravura, la casta y la grandeza del toro bravo. Al cuarto no había por donde cogerlo, más feo imposible, inválido y sin una pizca de fuerza. Le costó al presidente devolverlo pero en el tiempo de descuento asomó el pañuelo. En su lugar salió otro ejemplar del mismo hierro. Y esta vez sí fluyó el toreo a la verónica al que Diego nos tiene acostumbrado, esos lances con el capote mecidos anclando el mentón al pecho. El anovillado toro embistió, después de brindarlo al público, como un animalito correoso que tomaba los vuelos sin apenas profundidad, pero Diego lo puso todo, le tapó los mil defectos para lograr que le durase y poderle hacer una faena que fue a más, porque se dejaba y pasaba. El empaque con el que Urdiales siempre toca, tira y reúne dio voltaje a la faena que abrochó con una soberbia tanda de naturales, graciosa, pero los aceros se le atravesaron y cortó una oreja.
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Con Cayetano rompieron los primeros olés de la tarde, en un recibo a la verónica rodilla en tierra que tuvo gusto, fue largo y que remató con una bonita chicuelina. Después se comenzó a descubrir la pobre calidad del toro, de embestidas bobaliconas y descompasadas, faltas de emoción siempre. Lo mejor de la faena llegó en los últimos compases, cuando aprovechando las inercias, Cayetano tiró de él. El toro tenía esa codicia de querer sin poder muchas veces y eso le hacía pasar sin calidad. El público le premió con una oreja. Imposible lo tuvo con un quinto que no pasó ni una sola vez.
Dibujó muy bien los vuelos a la verónica Fabio para recibir a su primer novillo. Jugaba en casa y el público se mantuvo expectante, pero el novillo se apagó pronto. Mientras persiguió los engaños, lo hizo con codicia pero con un cabeceo molesto que desordenaba todo. Fue una faena en la que destacó más la ilusión de Fabio por hacerlo suyo y por intentar que fluyese el toreo que por el fondo. Cerró por manoletinas y le premiaron con un trofeo. Su segundo, el sexto, tuvo movilidad, repetía pero lo hacía sin clase. A Fabio se le notó más asentado y relajado en este último tramó de una tarde tediosa. Le consiguió sacar una faena que tuvo sus chispotazos y en la que hubo muletazos de bella factura. Cerró con unos torerísimos ayudados por alto y cortó dos orejas. La tarde concluyó triunfal, a hombros se marchó el joven, pero mañana quedará en el olvido.
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Corrida por San Roque y San Ezequiel. Se lidiaron cuatro toros y dos novillero (3º y 6º) de Guadalmena, desiguales de presentación. El 1º, blando y sin poder; el 2º, noble; el 3º, molesto y a menos; el 4º bis, manejable; el 5º, parado e imposible; y el 6º, repetidor pero sin clase. Tres cuartos de plaza.
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Diego Urdiales, de grana y oro. Estocada (silencio), pinchazo, media estocada, descabello (oreja).
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Cayetano, de azul turquesa y azabache. Estocada, descabello (oreja), dos pinchazos, estocada contraria (silencio)
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Fabio Jiménez, de rioja y oro. Estocada baja y trasera, dos descabellos (oreja), estocada (dos orejas).
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