El Papa pide al islam libertad religiosa y una condena firme del terrorismo
Francisco llega a Turquía en un viaje complejo en el que quería visitar la frontera con Siria, aunque ha desistido ante la falta de seguridad
ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
Sábado, 29 de noviembre 2014, 01:17
Francisco parecía ayer un marciano en Ankara, la capital de Turquía, mientra pasaba revista a las tropas en el nuevo palacio faraónico de Tayyip Erdogan, el presidente y líder del partido islamista conservador, autoritario y retrógrado, con el que tiene escasa sintonía. También le ve como un alienígena un enorme país musulmán donde nadie le recibe con banderitas y reina la indiferencia, salvo en el 1% de cristianos -ortodoxos, armenios y católicos- vistos también como rarezas endémicas que siguen llamando Constantinopla a Estambul. El Papa, que llegó ayer a Turquía para una complicada visita de tres días, se movía ayer en terreno movedizo y en parte hostil. Y es la primera vez, tras cinco viajes triunfales al extranjero.
Es como afrontase por primera vez de lleno el delicado campo de las relaciones con el islam, pues ya ha pasado por Jordania, Cisjordania y Albania pero allí se desvivían por recibirle. Bergoglio abordó ayer de inmediato los principales puntos de roce: libertad religiosa y de expresión y condena de la violencia. «Es fundamental que musulmanes, judíos y cristianos gocen, tanto en las leyes como en su aplicación efectiva, de los mismos derechos y las mismas obligaciones, de este modo, se reconocerán más fácilmente como hermanos. (...) La libertad religiosa y la libertad de expresión impulsarán el florecimiento de la amistad», dijo el Papa ante Erdogan y el resto de autoridades. Debe recordarse que en Turquía, como en otros países musulmanes, las minorías cristianas padecen numerosos problemas y limitaciones legales. Tampoco está de más recordar que Erdogan combate la prensa libre.
Eso por un lado, el laico. Por el otro, el espiritual, dijo luego ante el Gran Muftí, Mehmet Gormez, que en alguna ocasión le ha criticado: «Como dirigentes religiosos tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos. (...) La violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena». Bergoglio hablaba ante clérigos musulmanes pero se dirigía a todo el mundo islámico para que asuma su responsabilidad en afrontar el integrismo, desde la guerrilla Boko Haram de Nigeria a la persecución a cristianos en Pakistán. Pero sobre todo lo hacía a las puertas de la guerra de Siria y del califato islámico, movimiento puritano de fanáticos que promete conquistar Roma y expulsa a los cristianos de sus casas.
Frialdad diplomática
Sin citar el Estado Islámico (EI), denunció que «a causa de un grupo extremista y fundamentalista, enteras comunidades, especialmente cristianas y yazidíes, han sufrido violencia inhumana a causa de su identidad étnica y religiosa». Ayer trascendió que el Papa habría querido visitar alguno de los 22 campos de refugiados de la frontera turca con Siria, donde se hacinan 1,5 millones de personas. Se habría asomado literalmente a la guerra, pero al final se lo han impedido razones de seguridad. La organización del viaje, en medio de cierta frialdad diplomática, no ha sido fácil y hasta ha corrido el riesgo de anularse, según revelaba ayer la prensa italiana. Las autoridades turcas habrían pretendido incluso conocer con antelación los discursos del Pontífice.
Por su parte, Erdogan ahondó ayer en esa tensión de fondo con el punto de vista de la otra parte: condenó la «islamofobia» que detecta en Occidente. «Las actitudes que equiparan el islam con el terrorismo hacen daño a millones de musulmanes», acusó. Expresó su tristeza por la violencia integrista, pero también atacó las «políticas equivocadas» de la comunidad internacional que en su opinión la causan.
Citó la pasividad mundial contra el régimen de Bachar el Asad en Siria y los ataques a Gaza. «La tolerancia y la alianza son la solución. Contra la islamofobia en Occidente y la acumulación de rabia en el mundo musulmán podemos luchar juntos», sugirió. Aunque entonces citó la Alianza de Civilizaciones, propuesta en su día junto al presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, y perdió un poco de espesor. En todo caso el Papa, en esa línea, volvió a repetir que «es lícito detener al agresor injusto, pero respetando siempre el derecho internacional» y que no basta «la mera respuesta militar».