«Me he quitado el miedo a envejecer, al tiempo y las arrugas»

Después de acercase a los dominios de la muerte, Antonio Gómez Rufo (Madrid, 1954) le tiene mucho más apego a la vida. El escritor ha visitado laboratorios de genetistas y clínicas de estética, ha conocido a fondo un centro oncológico y ha sentido el frío cañón del un revólver en la boca para saber «qué sensaciones asaltan a quienes se disponen a pasar al otro lado». Eran experiencias «necesarias» para llevar a buen puerto

La noche del tamarindo

-¿Cabe definir su novela como un

thriller

-No. Tiene voluntad de ser intergenérica, si admitimos la palabreja. Es en parte una novela policíaca, de aventuras, de intriga psicológica, de viaje e incluso sentimental y amorosa. La peripecia del protagonista transcurre por tantos lugares, experiencia y circunstancias que hace obligada esta deliberada mezcla de géneros. Alterna una gran historia de amor con reflexiones sobre la soledad y el destino.

-Su protagonista quiere «comprar más vida» tras la traumática perdida de una hija.

-En efecto. Es uno de los hombre más poderosos y ricos del mundo. Se llama Vinicio Salazar y tiene ante sí la posibilidad de materializar algo que todos hemos soñado: tener fortuna, sabiduría y experiencia con muchos menos años de los que en realidad tiene. Cambiará de cara y de vida; empezará de cero con nueva identidad y con todos los medios a su alcance. Intentará comprarse la longevidad a través de los avances de la medicina. Pero se dará cuenta de que lo verdaderamente importante está dentro de uno mismo. De que la felicidad radica en estar contento con lo que uno tiene.

-Se acerca a los últimos avances médicos y científicos que ha estudiado a fondo.

-Concluir la novela me ha llevado tres años y me ha obligado a ponerme el día en muchos temas científicos. Pasé todo un año estudiando medicina, mirando por el microscopio y buscando la asesoría, y la ayuda de médicos, científicos e investigadores para comprender muchos fenómenos. Era necesario para hacer verosímil la parte científica. Ha sido tan ilustrativo como eficaz para el desarrollo de la trama. Estoy agradecidísimo a la Organización Nacional de Trasplantes y a los oncólogos que me han ayudado. La ayuda de los médicos fue impagable. He vivido varias situaciones límite. Vamos, que he aplicado a esta narración el método de Stanislavsky.

-¿Confía ahora más en la medicina y la ciencia?

-Sí. Avanzan a velocidad de vértigo. Vencerán sin duda enfermedades que hoy nos aterran y afrontarán nuevos retos con otras desconocidas. Hay miles de tipos de cánceres pero estoy seguro de que más pronto que tarde será una enfermedad crónica, como lo es el sida, y que nueve de cada diez cánceres tendrán solución. También decaerá la mortalidad por causas cardiovasculares. Soy muy optimista, y más después de ver trabajar a los expertos. Me he quitado el miedo a envejecer, al paso del tiempo y a las arrugas. Ahora se que no se trata de los años, se trata de vivir y no de durar.