Un vuelo con turbulencias
Aunque sonreían mucho, en los últimos días de campaña se ha visto por momentos a los candidatos agotados, pero no al modo heroico de los ... maratonianos que logran cruzar sin fuerzas la línea de meta, eran más bien como esos turistas despeinados de caras pálidas y desencajadas que aterrizan en el aeropuerto después de un viaje larguísimo y con muchas turbulencias.
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Han sido dos semanas insufribles para todos después de una legislatura extraña que recordaremos siempre. Cuatro años en los que los partidos de un lado y del otro han crispado al ciudadano en la creencia clásica de que un hombre enfadado es un hombre útil, pero las sociedades funcionan como seres vivos y cuando se mantiene mucho tiempo un estado de tensión la cuerda termina rompiéndose y se acaba entrando silenciosamente en el territorio del abatimiento. La propia campaña ha sido anodina, plana, insípida, con mucho acto, mucho vídeo para redes y mucha comparecencia pero carente de emoción. Echa uno de menos momentos como la famosa niña de Rajoy, Iceta bailando el 'Don't stop me now' de Queen o aquella vez que Rivera sacó un adoquín del bolsillo en medio de un debate. Todo ha estado perfectamente medido, sin improvisaciones ni sorpresas aunque yo siempre sueñe con algo impactante, algo muy americano como cuando el gobernador de Arkansas fue al programa de Arsenio Hall en plena campaña presidencial. El tipo se plantó junto a la orquesta en mitad del plató como una estrella: gafas de sol al estilo de los Blues Brothers, media sonrisa y un saxofón en las manos. Acercó sus labios a la boquilla y cuando empezó a tocar 'Heartbreak Hotel' el público se levantó de los asientos como sacudidos por una descarga eléctrica y de golpe estaban todos frenéticos bailando y gritando y dando palmas; era Bill Clinton y esos acordes de blues lo llevaron a la Casa Blanca.
Aquí no hemos tenido blues y casi no se han visto ni coches con altavoces, fenómeno electoral en extinción y metáfora que fusionaba a la España política con la del tipo que vende melones por los pueblos en su furgoneta blanca. Al menos ha sonado el AVE, porque una campaña en La Rioja sin que prometan el AVE es como un concierto de los Stones sin que toquen 'Satisfaction'. Lo más presente han sido los carteles electorales en calles y marquesinas. Había muchos pegados al lado de otro anuncio solitario en el que se ofrecían para hacer declaraciones de la renta, un sencillo folio con esos flecos en la parte inferior para coger el teléfono. Pasaba por ahí a diario y he comprobado su éxito: cada día iba teniendo menos flecos porque la campaña ha terminado pero la vida prosigue con todas sus maravillas.
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