La ciudad leal' es el título de la última novela del prolífico escritor riojano Julio Armas, en edición muy cuidada, como suele ser habitual, de la editorial Siníndice, también riojana.
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El autor es bien conocido y difícil de encasillar, pues no es escritor de género, sino que sus variadas obras siempre sorprenden al lector; es un escritor, que no es poco. Ha escrito relatos, novela negra y psicológica, incluso algún libro inclasificable como 'Si arruinarse está de moda, arruínese con la moda', pero el género en el que brilla especialmente, por sus vastos conocimientos, es en el de la novela histórica, sobre todo la relacionada con el Descubrimiento o con la España renacentista del siglo XVI.
'La ciudad leal', como suele ocurrir en las novelas de Armas, está basada en exactos hechos históricos, que sirven para sustentar con fuerza y brillo las historias de ficción que nos relata.
El personaje principal es el pintor frescante Martín de Elizondo, una especie de espía doble, que nos lleva por los comienzos del siglo XVI y nos muestra, en la primera parte de la novela, los recovecos de la lucha fraticida entre comuneros y realistas del emperador Carlos, hasta su final en Villalar. Julio Armas mezcla hábilmente las peripecias personales del protagonista con los hechos y personajes históricos de la época, hasta componer un retrato veraz e interesante de las Guerras de las Comunidades. En la segunda parte de la novela Martín de Elizondo se ve inmerso en el Sitio de Logroño por los franceses, que es relatado con minuciosidad y precisión histórica, sin perder la amenidad que proporcionan las peripecias de la ficción.
Una diferencia con sus últimas novelas históricas, 'Gavilanes de plata' y 'La leyenda de San Marcos', es que usa más el tono coloquial en los diálogos, lo cual aporta verosimilitud al relato. También es llamativa, además de muy lograda, la manera en que el autor mezcla ese lenguaje coloquial de los diálogos y la importante carga léxica y de información histórica. Resulta una lectura muy amena, interesante e, incluso, pedagógica. La segunda parte, la del Sitio de Logroño, es la más localista y en ella aparece, trasladado de época, algún personaje conocido, como el barquero Juanito el Manco.
En resumen, estamos ante una buena novela histórica, que gustará tanto a los aficionados a la historia como a los seguidores de la buena literatura y, en especial, a los logroñeses, que verán retratada una etapa importante de la historia de su ciudad.
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