Salir a ver zanjas y excavadoras
Cuando desmontaron el tablero del puente sobre Vara de Rey se congregó una multitud curiosa a ver esa grúa enorme coger y dejar las vigas, ... una cosa jurásica, un espectáculo de los de levantar la cabeza al cielo negro de la noche y que provocaba en los espectadores unas sensaciones confusas, pegados ahí como niños a las vallas de una obra iluminada con focos. Fue un fin de semana entero, día y noche de trabajos sin descanso y a todas horas llegaban los vecinos hasta allí, cambiaban su ruta habitual o alargaban un poco más el paseo con el perro para acercarse a las máquinas y contemplar su poder.
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Yo no soy mucho de ir a ver obras, no me sale bien lo de estar quieto un rato con las manos agarraditas a la espalda, pero todo llegará. De momento me aproximo a esta clase de acontecimientos divertido e intrigado como aquella vez en la que Morante se acercó comiendo pipas a ver una manifestación antitaurina. Pero hay un antropólogo dentro de mí y me ha gustado mucho ver a tantos vecinos merodeando. La gente iba y venía, todo el mundo hacía fotos y los desconocidos se juntaban en improvisados corrillos de tertulia para señalar con el dedo y hablar animadamente en esos días de abril en los que la ciudad se transformaba en directo ante sus ojos; con esa gran grúa y la obra ha ocurrido lo mismo que pasa con Gorgorito: el verdadero espectáculo está siempre en las caras del público.
La gente sigue viniendo y yo me acuerdo de Italia donde han asignado la palabra 'umarell' ('hombrecillo') para definir a los jubilados que tienen por afición ir a ver obras. Aunque es un término burlesco, tiene un matiz cariñoso porque es imposible que el arquetipo no provoque cierta simpatía. La palabra la popularizó el escritor Danilo Misotti y fue tal su éxito que en Bolonia renombraron una plaza como la 'Piazzetta degli Umarells'. En 2015 el pueblo de San Lazzaro di Savena entregó al jubilado Franco Bonini el reconocimiento de 'Umarell del año' cuyo premio consistía en pasar un día entero como jefe en una obra municipal, y una empresa tecnológica desarrolló una aplicación con un mapa que indicaba obras activas para visitar: «Non perderti piu un cantiere», dice su publicidad; maravilloso. Esto es una fantasía genial propia de las películas de Alberto Sordi, y yo creo hay que adoptar el concepto aquí porque salir a ver zanjas y excavadoras es una cosa muy mediterránea y lo estamos demostrando a diario. La mirada es la extensión del pensamiento y no sé qué cosas mejores puede haber que dos o tres viejos amigos envueltos en el ruido poderoso de las máquinas contemplando una obra sin necesidad de hablar. Esa es una meta que yo espero alcanzar algún día.
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