Con un pin en la solapa
Hace poco Ciudadanos cerró su sede de Alicante y los miembros de la agrupación se vieron obligados a reunirse en un McDonald's bajo una de esas divertidas M cuyo color naranja era una provocación, un tobogán para todo tipo de metáforas. La verdad es que la foto, compartida en medios de comunicación y redes sociales, condensaba como si fuera un mal chiste uno de los últimos capítulos de la desintegración del partido. Ciudadanos en La Rioja también ha vivido esa sangría. Como en todas las formaciones allí también tengo amigos aunque algunos lo han dejado y es revelador oír a los que han ido saliendo: van murmurando sombríos, quemados, desencantados como muchos de quienes les confiaron su voto. Queda para las hemerotecas su tozudez en enseñarle la puerta a Pedro Sanz después de 20 años de presidente. La memoria es traicionera pero aquello fue un empeño de esa gente.
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La desaparición de Ciudadanos en las próximas elecciones es un hecho acreditado en los sondeos que todo el mundo trata con la misma naturalidad desapasionada con la que se afirma que el agua moja, como si el hundimiento de un partido al que llegaron a votar más de cuatro millones de españoles fuera un acontecimiento sin la menor importancia. Está tan asumido el desastre y es una certeza tan consolidada que la noticia ha dejado de ocupar espacio informativo y se ha convertido en paisaje, porque es un desmoronamiento que llevamos presenciando desde mucho antes del melodrama de la moción de censura. Ciudadanos empezó a deshilacharse tras su victoria en Cataluña de 2015 cuando, con más de un millón de votos, ni siquiera presentaron candidato a la investidura. Albert Rivera se largó, un poco haciéndose el digno pero también al modo de Cristian Hernández, el torero al que le sobrevino un ataque de pánico en mitad de la monumental de México y echó a correr tras ver al primero de sus toros. «Me faltaron huevos», dijo después de la espantada. El torero acabó dando titulares en la prensa del corazón igual que el propio Rivera, quien después de que lo echaran de un despacho de abogados porque «el rendimiento era nulo», sale ahora en las revistas por sus líos con Malú.
El esperpento se ha acelerado estos días con Villacís disfrazada de pandillera dominicana en un acto para atraer voto latino o con el navajeo de Hervías contra Arrimadas; aquí vimos a la concejala de Lardero aparecer en un cartel electoral del partido de Bretón con un pin de Ciudadanos en la solapa. La comedia es interminable y aunque luego eliminaron la foto yo sigo devorando palomitas. Ahora van a las elecciones sonriendo en una campaña desangelada y absurda mientras suena la canción de los Cuates de Sinaloa que se hizo famosa en la serie Breaking Bad: «ese compa ya está muerto, nomás no le han avisado».
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