Ojalá hubiera algo que celebrar

La sequía y las dificultades que afectan al sector son retos que, en ningún caso, debemos afrontar desde la dependencia de subsidios públicos

Eduardo Pérez Hoces

Presidente de ARAG-Asaja

Sábado, 13 de mayo 2023

Pocas veces hemos llegado a San Isidro con una sensación tal de desánimo como la que ahora empieza a cundir en el campo y sobre ... la que estoy seguro este lunes también hablaremos en la procesión del patrón.

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Otros años, la sabiduría popular nos consolaba con su «abril, aguas mil» pero la realidad es que ahora ni agua hay. Y las noticias, por razones distintas, tampoco son alentadoras en la mayoría de los sectores.

La sequía y la inflación están disparando los precios de los alimentos y, sin embargo, los agricultores y ganaderos seguimos sufriendo una crisis de precios que campaña, tras campaña, se va alternando de un sector a otro. Los consumidores están pagando más, y nosotros, a diferencia de lo que puedan pensar, tenemos los bolsillos llenos de agujeros.

En este contexto, la sequía y las altas temperaturas han irrumpido de lleno en la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. La falta de agua es un asunto que está afectando a los consumidores, al sector (al que le preocupa y afecta especialmente), y ahora parece que también al Gobierno con el último Real Decreto Ley que ha aprobado. Bienvenido sea. Es evidentemente que algo había que hacer y que hace mucho tiempo las administraciones, ya advertidas, debían haberse puesto manos a la obra. Pero nos siguen tomando el pelo con anuncios a bombo y platillo sobre los que luego te lees la letra pequeña en el BOE y te das cuenta de que es un parche más.

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Sin embargo, más allá de los apoyos públicos y medidas que se han establecido, el problema de la sequía y de las dificultades que afectan al sector son retos que debemos afrontar de manera realista, sin tremendismos, y desde todas las políticas públicas y planes de acción posibles. Es decir, en ningún caso desde la dependencia de subsidios públicos para poder, precisamente, subsistir. ¿Cómo?

En primer lugar, abordando nuestro principal problema, los bajos precios. Es nuestro gran caballo de batalla y sobre el que por activa y por pasiva hemos dicho que no se resolverá, a largo plazo, repartiendo dinero, sino consiguiendo que los agricultores y ganaderos produzcan y por tanto reciban, como sucede en el resto de los sectores empresariales, un precio digno por sus productos. Y para eso, necesitamos que las administraciones crean en la Ley de la Cadena Alimentaria y la hagan cumplir aumentando las inspecciones y la cuantía de las sanciones.

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En segundo lugar, reorientando los planes que tiene la Unión Europea en materia de agricultura y ganadería. No se trata de renunciar a todos los objetivos medioambientales marcados, sino simplemente no ser más papistas que el Papa. La estrategia de prohibición de determinadas materias activas sin que existan alternativas viables, los nuevos requisitos que exige la nueva PAC en materia de cuaderno digital y registros administrativos, o las exigencias en materia de bienestar animal no es viable en los plazos marcados sin que el sector disponga de herramientas alternativas. Y más importante aún, sin garantizar la rentabilidad de las explotaciones.

En tercer lugar, favoreciendo la modernización de los regadíos y construyendo infraestructuras de almacenamiento y transporte de agua.

En cuarto lugar, dejando a un lado la ideología cuando se trata de habilitar medidas para frenar los daños por fauna silvestre o los ataques del lobo a la ganadería extensiva; por no hablar de las renovables, las campañas contra el consumo de la carne, contra la ganadería intensiva... O esta nueva PAC, que esperamos pase pronto a la historia por ser altamente perjudicial para los profesionales del campo, desleal en cuanto a las reglas que se exigen a las importaciones de terceros países, compleja a más no poder e ineficaz desde un punto de vista de favorecer la autosuficiencia alimentaria de Europa.

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Podría continuar pero no se trata de aburrir. En realidad, se trata de llamar la atención de los ciudadanos sobre cómo los problemas que actualmente padece el mundo rural afectan de manera directa a la vida de todos. Si se produce poco, si cuesta más caro, si hay escasez por el abandono de pequeñas explotaciones, el resultado es el encarecimiento de cuanto se vende en los lineales de los supermercados. De manera que no se trata de un problema que afecte apenas a los agricultores y ganaderos, sino que repercute en toda la sociedad.

Así las cosas, por ahora solo nos queda desfilar al Santo y esperar que llueva. Un milagro en toda regla, vaya. San Isidro, tienes labor.

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