Unos amigos, que habían estado en la Feria del Libro de Madrid, firmando ejemplares de sus libros, me decían: «Ya sabes, nos hemos dado una ... vuelta por la feria de las vanidades». ¡Hombre! Vanidosos somos todos y, además, tenemos derecho a esos quince minutos de fama de que hablaba Warhol y que no harían daño a nadie si la envidia no fuera tiña.
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He de confesar que, de joven, una de mis ilusiones era estar en la Feria del Libro del Retiro, firmando ejemplares en una caseta, así que, cuando publiqué mi primera novela, tenía ya hora y lugar para las firmas. Pero ni pude ir por hospitalización de un familiar. Con la segunda, me ocurrió algo parecido: problemas legales de la editorial con un socio me impidieron presentar en público mi libro; así que hube de esperar a mi tercera novela para acudir, yo no tan ilusionado, a la caseta de las firmas junto al estanque del Buen Retiro. Recuerdo que firmé una veintena de ejemplares de mi obra, todos a amigos y conocidos que fueron a verme, excepto uno que dediqué a un desconocido, despistado sin duda. Entablé conversación con Lorenzo Silva, entonces escritor incipiente, y con Medardo Fraile, uno de los mejores escritores de relatos, injustamente poco reconocido, que tampoco tenían muchos admiradores. Las filas correspondían a Francisco Umbral y Luis Landero, aunque sin exageraciones, y eran tiempos en los que se apreciaba la buena literatura. Ahora, desgraciadamente desde mi punto de vista, los tiempos han cambiado y ya no se distingue demasiado el trigo de las granzas, la paja y la cizaña.
Comentaba otro amigo, buen escritor y catedrático de Lengua y Literatura, que había firmado seis ejemplares de su libro y que la cola para dedicatorias la tenía Miguel Bosé –no sé qué libro ha escrito el cantante, con el que coincidí en una fiesta de estudiantes a finales de los setenta y me llamó la atención lo bien que se le daba la gimnasia en la barra fija de aquel jardín olvidado–. El tumulto, pues era más que filas lo tenían los youtubers e influencers, que habían arrastrado a la Feria del Libro a su legión de seguidores.
Siempre he defendido que no hay mala escritura, especialmente mala poesía, porque siempre hay alguien al que puede gustarle, pero estoy revisando y poniendo en cuestión mi pensamiento al respecto desde que he leído algún escrito de estos youtubers e influencers y observo que muchos jóvenes piensan que esa es la mejor literatura. Nadie debería atreverse a escribir sin haber leído mucho. Creo que queda gran trabajo por hacer para que la excelente tradición literaria que tenemos no acabe yéndose por el desagüe. Y, para acabar, a los escritores nos está permitido tener un poco de vanidad. Y a todo el mundo. Aunque no se sea escritor.
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