Decía un experto que estamos en una sociedad hedonista empeñada en ocultar lo desagradable, en negar el mal, en apartar lo molesto, como si hubiera ... que dejar de lado todo aquello que recuerde la deficiencia, la fealdad, la imperfección, aunque sea propio de la naturaleza humana. En ese afán por disfrazar lo que no nos gusta, tienen gran protagonismo los eufemismos, esas palabras suaves con las que sustituimos a las que nos parecen groseras o inapropiadas, cuando queremos disimular la realidad. El problema es que la realidad es cabezona y, por mucho que la intentemos ocultar, siempre vuelve, nos recuerda que está ahí y acaba apoderándose del eufemismo. No sé a quién se le ocurrió la idea de que la palabra 'vieja', referida a una persona era una desconsideración, pero decidió que lo era y cambió el vocablo por 'anciana' y después por 'mayor'. Pronto también resultaron desconsideradas y apareció esa curiosa expresión, que ha hecho fortuna, de 'tercera edad', aunque ninguna de las cuatro voces es capaz de reducir los años y las servidumbres de la vejez.
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Hay muchos ejemplos de este tipo de eufemismos, como los que se usan en política: 'sostenibilidad de las pensiones', cuando no se quieren subir; 'reformas estructurales', en vez de hablar de recortes; 'flexibilización laboral', para referirse a los despidos, etc. Pero los más llamativos me resultan los que se refieren a la discapacidad. Cuando yo era niño, llamar a alguien cojo o manco no indicaba desprecio, eran palabras que describían la realidad, al igual que lisiado o mutilado. En mis primeros recuerdos, cuando un niño nacía con alguna deficiencia mental se decía que había nacido tonto. Como la palabra comenzó a considerarse un insulto, de hecho lo era, se cambió por retrasado mental; pronto ocurrió lo mismo, pues pareció insultante, y se cambió por subnormal, que no corrió mejor suerte y enseguida se cargó de violencia semántica y tomó carácter de injuria. Así hemos llegado a las nuevas acepciones para estas situaciones: deficiencia mental y personas con discapacidad, que ya están comenzando a cargarse de una cierta violencia, por lo que ahora se suele utilizar 'personas con capacidades distintas' que, por ahora, no conlleva carga humillante. Lo mismo ocurre con las personas de raza negra, que de negros, pasaron a ser morenos y, después, a personas de color.
Me da la sensación de que todo este proceso, que se repite, solo consigue engañarnos a nosotros mismos, pues no son las palabras de por sí neutras, casi asépticas, las que causan el posible daño, sino la terca realidad y, sobre todo, las intenciones. Me temo que utilizar eufemismos no soluciona nada, es la actitud personal, natural, cariñosa e integradora, lo que forma parte de la solución. Eso creo.
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