Cuando escribes una columna de opinión sobre política, la mayoría de los lectores la aceptan como lo que es: una opinión, en un momento determinado, sobre la cosa pública, pero siempre hay un grupo, que yo llamo 'militantes de guardia', que, si la opinión es contraria a la de su partido, te acusan con diversos tópicos y tildan de política la columna. De la última que publiqué, nunca lo hubiera imaginado, pues era un artículo ligero sobre las vacunas. Quizá haya tenido que ver con las pasadas elecciones madrileñas, que parecen haber afinado la piel de algunos lectores y que, dicho sea de paso, a la mayoría de españoles solo nos afectaban tangencialmente.
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Una columna, para mí, es la opinión en un determinado momento, por eso siempre he reclamado el derecho a la contradicción, pues lo blanco puede parecerme negro, al cabo de un mes o de un año. Esto hay quien no lo entiende, sobre todo cuando trasladas opinión sobre temas relacionados con la política, porque hay personas que creen que las ideas políticas son inmutables –un vecino del pueblo me dijo: «Yo no tengo que pensar a quien voto, porque mi padre fue requeté»–. Hay personas que votan toda su vida al mismo partido político y lo viven como una religión, lo cual yo respeto, aunque no lo comparta, pero no pueden pretender que los demás hagamos lo mismo; me parece mucho más sano, democráticamente hablando, que, cuando tu partido te defrauda, cambies tu voto en las siguientes elecciones. Yo no soy ejemplo de perseverancia política y he recorrido casi todo el arco parlamentario, pues tengo la, para mí, sana costumbre de no repetir voto a quienes dicen y luego no hacen, lo cual es bastante frecuente, pero la fidelidad inquebrantable a unas siglas tampoco me parece digna de alabanza.
Sabemos que hay columnistas de guardia, igual que hay militantes de guardia, siempre dispuestos a alabar a un determinado partido y criticar al oponente y yo los respeto, faltaría más, pues ante el folio en blanco solo cabe la libertad para escribir sobre lo que quieras –siempre recuerdo unas palabras de nuestro director, hace bastantes años, en las que me decía que podía escribir de todo, siempre que lo hiciera de la forma adecuada y sin ofender a nadie–, pero no es mi caso, pues entiendo mi columna como 'opinión momentánea'.
En el avispero de la política no suele gustar el votante independiente, porque no saben a qué atenerse con él, suelen preferir el 'conmigo o contra mí', y me temo que tampoco gusta el columnista cambiante, por el mismo motivo; sin embargo, creo que el columnista político ideal es el que critica, siempre con mesura, al Gobierno de turno, pues tiempo tendrá de criticar a la leal oposición, cuando llegue a gobernar. Creo que es la mejor forma de ayudar a la democracia.
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