Decía García Lorca en la inauguración de una biblioteca en Fuentevaqueros que no solo de pan vive el hombre y que si él estuviera desvalido ... en la calle pediría medio pan y un libro. Ignoro si Esteban, mi padre, estaría de acuerdo con el gran poeta, ya que él sí pasó hambre verdadera. Fue niño en plena posguerra y solía contar, con sus grandes dotes melodramáticas, que en su casa le daban rebanadas de pan tan finas que casi eran transparentes y que podía ver a su madre a través de estas. Por suerte, y gracias a que mis padres trabajaron duramente, yo no he conocido la escasez de pan, ni nada que se le pueda comparar. La mía ha sido hambre y sed de cultura y de arte. Especialmente de lectura. Les confieso que cuando era joven más de una vez he querido comprar un libro y no he podido llevármelo a casa porque no me alcanzaba el presupuesto.
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Quien ha pasado hambre (sea de la que sea) queda marcado para toda la vida, así que al igual que algunas personas no pueden resistirse ante el escaparate de una tienda de modas en rebajas, reconozco que soy incapaz de dejar en la estantería un ejemplar interesante a mitad de precio.
Mi última adquisición la hice esta pasada Navidad en la Biblioteca Nacional, me costó 10 euros y me produjo un intenso placer quitar la pegatina de la etiqueta y comprobar que había valido 47.
Como muchos de ustedes saben, hace más de treinta años que vivo en Logroño y lo cierto es que me siento ya casi tan riojana como granadina y la prueba es que cuando estoy aquí y oigo alguna noticia de allí me da un respingo en el corazón y también, por supuesto, me ocurre al contrario.
Pero a lo que íbamos, el libro era el catálogo de la exposición 'Biblioteca en guerra' que había tenido lugar en 2006. Al ojearlo, pude comprobar que contenía información sobre bibliotecarios y bibliotecarias represaliados en la Guerra Civil. Así que cuando leí el nombre de Carmen Guerra, nacida en Ollauri, di un pequeño grito de alegría que hizo que mi marido que estaba en la habitación contigua me preguntara si me pasaba algo.
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Le leí entonces la página dedicada a esta mujer que había nacido en La Rioja, pionera en su época, ya que perteneció a la Residencia de Señoritas y que estuvo becada nada menos que en Massachusetts. Pero lo más interesante es que fue una estupenda profesional y que con solo 27 años llegó a directora de la Biblioteca de Córdoba. Hasta que en 1937 todo se fue al traste y fue destituida y encarcelada por sus ideas socialistas. Un caso similar al de María Moliner.
Me picó la curiosidad y quise saber qué había sido de Carmen Guerra. Descubrí que pasó su existencia en Asturias, que fue profesora y traductora y se jubiló como directora de la Biblioteca de la Universidad de Oviedo; incluso hablé por teléfono sobre ella con su sucesor y amigo Ramón Rodríguez. Pero me llamó la atención la última frase en la reseña, decía que nunca en su vida volvió a hablar de su experiencia en Córdoba.
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Así que me alegro de haber caído en la tentación, ya que por la módica cantidad de 10 euros he vuelto a reflexionar, y dicho sea de paso, sobre tantas vidas truncadas por el golpe de estado de Franco contra un gobierno democrático.
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