ANECDOTARIO

De cosas inadvertidas

Sábado, 19 de agosto 2023, 20:37

Tengo un amigo con un grave problema doméstico. Hace días vio por el suelo del pasillo un puntito raro, y cuando volvió a reparar en ... él le dio la impresión de que el puntito se había desplazado y que un poco más adelante parecía haber otro, y allí algunos más formando pequeños montones oscuros y movedizos. Como ocurre siempre que uno se enfrenta súbitamente a estos sucesos absurdos, su cabeza funcionó lenta y a la vez rápidamente; el impacto inicial de la sorpresa dejó a su cerebro en un silencio total, en ese estado de alerta reptiliano que anida en lo más profundo del encéfalo, y en una fracción viscosa de un segundo interminable se abrió paso la respuesta, un pensamiento casi sin elaborar, automático y cegador como el fogonazo de un disparo: «tenemos hormigas en casa».

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No sé bien cuándo dejamos de fijarnos en asuntos como las hormigas. Supongo que ocurre al abandonar la infancia y emigrar de ese territorio de maravillas, de palos con forma de pistola, nubes que parecen dinosaurios, nidos en los árboles, luciérnagas y toda esa clase de cosas que de golpe dejamos de percibir porque se han esfumado volando igual que los pétalos plumosos de los dientes de león. ¿Qué fue de esas plantas tan curiosas? ¿Crecen hoy en algún sitio? ¿Los niños los cogen y los siguen soplando o también se han vuelto invisibles al igual que las hormigas? En uno de los textos de su libro 'Retratos y encuentros', Gay Talese habla de estas cosas que pasan inadvertidas y pone como ejemplo las hormigas que desfilan por la azotea del Empire State: «Las hormigas probablemente fueron llevadas hasta allí por el viento o las aves, pero nadie está seguro; nadie en Nueva York sabe más sobre esas hormigas que sobre el mendigo que toma taxis para ir hasta el barrio del Bowery, o el atildado caballero que hurga en los cubos de la basura de la Sexta Avenida».

El caso que nos ocupa no reviste muchas dudas; la hija pequeña de mi amigo a veces trae de la calle arena dentro de los zapatos, piedras u hojas que le parecen bonitas, por eso está convencido de que la pequeña ha sido la causante de esta brecha de seguridad. Como ha llamado a una empresa antiplagas nos da información puntual: «Es la hormiga faraón», nos cuenta inmerso en su campaña de exterminio. Y al enfocar en ese singular la invasión de su casa por una legión de himenópteros («La Hormiga Faraón») todo adquiere de golpe aires de duelo de cowboys al sol: el hombre frente a la hormiga. «Salen de un zócalo del salón, al lado de la calefacción», nos dice por WhatsApp con euforia de cazador. Yo acabo de buscar en Google que la especie es inofensiva, pero leo que es capaz de crear colonias de hasta 300.000 individuos y entiendo el frenesí aniquilador que ha poseído a mi amigo en este agosto repleto de cosas inadvertidas.

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