Una persona cercana a Pedro Sánchez me dijo después de las elecciones que en España habría gobierno antes del Pilar. «De Pedro, claro», apuntó con ... una sonrisa con la que quería subrayar su cercanía con el líder socialista. Yo sufrí la tentación salvaje de arrancarle el teléfono de las manos para comprobar si tenía whatsapps recientes con Sánchez. Probablemente fuera así, pero me contuve de manera muy civilizada, nos despedimos calurosamente y con su frase flotando todavía por el aire («antes del Pilar»... «De Pedro, claro») me marché haciendo cálculos mentales sobre las fechas de esa investidura. Después avanzó el verano con sus andares de gigante, y en este septiembre que crepita entre tormentas y bochornos todo parece indicar que se va a cumplir ese vaticinio político, aunque da la sensación de que será algo más tarde del Pilar; se lo recordaré a quien me lo dijo porque lo veré en San Mateo.
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Yo creo que el guion está escrito hace semanas y que ahora asistimos al tiempo de la creatividad en el que hay que ir construyendo un relato que acomode la realidad a las decisiones escabrosas que les va a tocar tomar, porque el asunto de la amnistía y la reconfiguración del Estado traen un cierto aroma a proceso constituyente encubierto. Hay muchas voces que estos días han clamado en un desierto plagado de cámaras y micrófonos; aciertan porque la amnistía no cabe en la Constitución y aplicarla supone rubricar una mentira: decir que no hubo delito, con todo lo que eso supone.
Al lado de la amnistía, lo de los traductores de las lenguas regionales en el Congreso solo es una excentricidad más de las que produce este sistema nuestro que lleva 40 años arrodillado ante la extorsión nacionalista, y esa gripe la han padecido siempre los dos grandes partidos. Quizás lo más inquietante de todo este proceso es lo que dijo el presidente sobre «la España multinivel» porque a mí me recuerda un poco a lo de la Europa de las dos velocidades que certificaba la existencia de ciudadanos de primera y de segunda, pero a esto los riojanos ya estamos acostumbrados. Así que si vamos a una España confederal de repúblicas étnicas chifladas igual hasta nos iba mejor, por eso no hay que tener miedo que, como escribió Sánchez Ferlosio, el mundo es fuerte y vuelve siempre a la normalidad.
Como estamos adentrándonos en un terreno desconocido a mí me gustaría ver el móvil del amigo ese de Sánchez o tener el don de Michael Laudrup, que confesó en una entrevista el secreto de su autoridad sobre el césped: sabía lo que iba a ocurrir en el campo antes de que sucediera; yo lo vi jugar en Las Gaunas y es cierto que lo del danés era sobrenatural.
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