Ni una lágrima por la Pantoja. La ley es la Ley, la incumpla Agameón o su porquero. Y ni siquiera el luto de 'viuda de España' con el que hace tres décadas construyó su propio mito entre fotogramas tercermundistas incrustados en la memoria de la nación podía tapar el dinero negro. Pero dicho eso, vaya país. La retahíla de chistacos y barrabasadas ayer en Twitter desprendía una mala baba digna del diván del psicoanalista para hacerse ver el resentimiento. Esa tralla de dicterios emponzoñados tipo ¡a la puta cárcel, asquerosa! y de ahí para arriba, tenían el aire de las viejas costureras de la Revolución sentadas en la Place de la Concorde a disfrutar de la guillotina festejando las cabezas cortadas con vítores y risotadas. Si el hervidero de ayer retrata el estado del cabreo del país, el nivel sí que acojona. La gran Concepción Arenal trató de hacer pedagogía para 'odiar el delito pero compadecer al delincuente', y por más que la Pantoja sea un personaje cada vez más áspero, con la cárcel ya lleva su castigo. No se trata de arrastrar además por el lodo a esa mujer envejecida en escenarios cada vez más cochambrosos sin poder hacer caja para sostener sus deudas. Todas esas chanzas sobre su maquinilla de afeitar y la pelambrera de las patillas ya enredada con la sobaquera con la que saldrá de la cárcel no es humor sino el 'malhumorismo' típicamente español. Como decía Racionero al presentar su último libro, «la mala leche está incorporada al éter de España». Y contra la vieja creencia aristotélica de que el carácter se agriaba al tomar el pecho, aquí ya se puede desayunar leche de primera con oligominerales o con Omega 3, que la mala leche viene de fábrica. Va en el ADN.
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Olvide aquello de que 'la Justicia es el pan del pueblo hambriento de ella', a pesar de la literatura buenista. Esto está más cerca de Lynch en formato digital que de Montesquieu. Tras el octubre negro con decenas de imputados, la Pantoja ha concentrado el hervidero vengativo español que tanto impresionaba a Churchill. Echar sus despojos a las fieras puede servir de entretenimiento para calmar la ira; aunque difícilmente servirá para creer más en la Justicia, en el 'todos iguales ante la Ley'. El presidente de la Audiencia decía ayer que «al pueblo no le gustaría que la Pantoja se librara», consciente de que se festejaría como un día grande en la guillotina. Entretanto Fabra, un corrupto de alta graduación con más condena, tienen suspendida la entrada en prisión a la espera del indulto porque 'se dan los requisitos'. Y hay muchos fabras. Eso sí, la Pantoja ya se puede olvidar del recurso de súplica; ¡ni que fuese ex ministra! Nos han cambiado el puño blanco por la bata de cola. Su castigo, siendo merecido, además tiene que calmar las ganas de sangre, que en definitiva es, como vio Malraux, un ingrediente básico de la dieta nacional.
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