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Jóvenes viticultores de Rioja
Berta Valgañón, Iker Martínez Pangua, Miguel Eguíluz y Lucía Abando San Pedro. Detrás, Víctor Escudero y Miguel Merino. FOTOS justo rodríguez
Centenario del Rioja

Los viticultores del siglo XXI

Son algunos de los nuevos talentos, una generación llamada a escribir el futuro de Rioja: conversamos sobre quiénes somos, dónde estamos y a dónde queremos ir

Fernando Bóbeda

Miércoles, 4 de junio 2025

Pasan las diez de la mañana cuando empiezan a llegar nuestros seis protagonistas a Bodegas Altún: ejercen los de Baños de Ebro de anfitriones. Aparecen sonriendo y con una botella de vino en la mano. La cita sólo tiene dos premisas: una, venid con uno de vuestros vinos; y dos, os quiero con ganas de contar vuestra historia. A partir de ahí sólo queda «arreglar» Rioja, si es que necesita 'arreglo'.

Con Miguel Merino y Berta Valgañón al frente, que para eso son los más veteranos, los que apenas frisan los treinta van tomando asiento: Iker Martínez Pangua (Altún), Miguel Eguíluz (Cupani), Lucía Abando (Las Orcas) y Víctor Escudero (llurce) completan el sexteto. ¿Cuál es la situación actual de Rioja?, ¿hay futuro?, ¿hacia dónde vamos? O, mejor, ¿hacia dónde deberíamos ir? Se lanza Miguel Merino por aquello de que todavía tiran en él los genes del periodista que un día fue. «Yo creo que venimos de un momento (hablamos de 2005-2010) en el que se estaba gestando lo que ocurre ahora, con proyectos más auténticos que lamentablemente han sufrido un revés con la pandemia y la crisis de ventas; algo que, por otra parte, está sin duda acelerando este movimiento. Pero junto a este, hay otro paralelo, no sé si por voluntad o por obligación, que está haciendo que el cosechero empiece a dedicar sus mejores viñas a elaborar vinos más cuidados y que son la verdadera revolución que hay ahora mismo en Rioja».

Asiente LucíaAbando, de Laguardia (Bodegas Las Orcas). «Los que hemos llegado hace poco teníamos claro que lo importante era la viña, de dónde viene el vino. Ahí nos desmarcamos en cierta manera de nuestros padres porque queremos contar la diversidad que hay entre pueblos e incluso entre viñedos del mismo pueblo. Sabemos y debemos escuchar a nuestras familias, pero traemos alguna que otra idea propia. Hemos podido viajar, hemos visto otras maneras de elaborar y de vender… Todo suma».

«Pero ver y escuchar a tu padre», se suma Iker (Altún), «que no ha hecho más que trabajar y se conoce las viñas al dedillo, es una bendición; si ya te deja poner en marcha nuevos proyectos es una maravilla. A mí me decía, 'hijo, haz', pero siempre sabiendo que él estaba detrás».

Vámonos a la otra punta de Rioja, a Alfaro, desde donde ha venido Víctor Escudero (Ilurce): «Cuando vuelvo a casa me dejan hacer la mezcla del crianza porque mi tía, quien lo elaboraba, tenía el covid. Le doy una pequeña vuelta, ahí ven que todo lo que he estudiado, que ir a Argentina o Sudáfrica, vale para algo. Son ideas nuevas, cosas distintas, y yo creo que funcionan. Ellos me han dado la pintura para colorear un cuadro, y yo quiero tirar adelante aprovechando la viña vieja que plantaron y no arrancaron ni mi abuelo ni mi padre».

«Sabemos qué funciona, dónde funciona y por qué lo hace»

Víctor Escudero

ILurce

Berta Valgañón, aprovechando la atención que despierta cuando descorchan su maturana, mete baza: «Vamos a ser sinceros. Yo me entré en todo este lío para poner en valor las uvas de mis viñedos. Había que ser valiente, no tenía bodega, pero veo que ahora la gente entiende el esfuerzo y valora el trabajo que hay detrás. Mis vinos tienen un punto diferente, por eso se venden. Y es un orgullo». Vinos de los Obarenes, tierra fría:«Yo veía que estas viñas no se apreciaban lo suficiente y decidí que quería hacer mi vino y cambiar de vida; que el camino de los volúmenes, hablo en general, para Rioja no iba bien».

Volvemos a la idea primigenia, la voluntad de aquellos mayores de creer en los viñedos viejos y de calidad, los que apenas producían, la tenacidad para no arrancar. Y a la osadía de esta nueva generación que, valiéndose de aquellas viñas de calidad, van en cierta manera a contracorriente. Teniendo claro que el futuro pasa por la indiferencia ante esos vinos de medio pelo, entre batracios y simiescos, que pululan por algunas barras desatando iras y provocando dolores de cabeza.

«Hacemos mejores vinos que nunca, así es complicado que nos vaya mal»

Miguel Merino

Bodegas Miguel Merino

«Recogemos ahora el esfuerzo de padres y abuelos, todo el agradecimiento es poco», insiste Iker. «Mi padre nunca emparró, él se empeñó en mantener la viña en vaso aunque eran terrenos muy pobres, incluso daban ayudas, pero él, cabezón, y que no. Él creía en esas viñas y el tiempo le ha dado la razón. Pero las cosas han cambiado y hay que hacer una reflexión: no sólo en Rioja, sino en el mundo del vino, ya no se van a beber cinco botellas como pasaba antes, eso es una realidad, el futuro viene por buscar viñedos con identidad y tipicidad. Hay vinos que te llevan a zonas, catas un Barolo y flipas, tomas un Borgoña y lo mismo, nuestra Rioja debe ir por ahí». A por esos vinos que persiguen los dos Migueles, Berta, Lucía, Iker, Víctor y otros muchos, esas etiquetas que buscan con saña el fondo difuminando el primer plano.

El cambio que ya está aquí

«Además, ahora la nueva generación bebe diferente, se preocupa más del qué y el cómo, que si este vino viene de tal pueblo, que si la viña es tal o cual, estamos en pleno cambio de la mentalidad de un tipo de consumidor que quiere conocer y no le importa gastar un poco más. El chiquitero quizás esté a la baja, pero el bebedor de fin de semana quiere saber la historia que hay detrás», apunta Lucía Abando.

Vuelve Miguel Merino, quien, con la clarividencia de la sibila, comenzó hace años a darle una vuelta a la bodega familiar de Briones. «Yo lo que no entendía era que los jóvenes hiciéramos lo mismo que los grandes. Era una batalla perdida que no nos llevaba a ningún sitio. Recuerdo cuando salía fuera y nos veían como una región superhomogénea, cuando somos precisamente lo contrario». Echo un vistazo a la mesa y no puedo más que ratificar lo que dice el de Briones, con viticultores de Baños de Ebro, San Vicente, Alfaro, Cuzcurrita o Laguardia. Pero también el propio Merino reconoce que «aquel modelo nos ayudó a entrar en muchos mercados, decían que Rioja era un modelo 'reliable', fácil de entender; pero ha llegado un momento en el que nos hemos vuelto aburridísimos y aquel modelo, de éxito antes, ahora nos penaliza. Creo que ya es imparable ir hacia esa singularidad y el mercado internacional lo entiende y lo apoya».

«El nuevo consumidor valora que pongamos el foco en la viña»

Lucía Abando

Las Orcas

Surgen las grandes bodegas, y hay respeto: «Nuestro modelo puede ser diferente, pero esas grandes bodegas siguen manteniendo gran parte de la Denominación. Quizás deba darse un equilibrio entre que vendamos alguna de nuestras uvas, ojo, y de las buenas también, a esas bodegas para poder elaborar luego nuestros parajes más especiales. Cuidado porque este camino es muy difícil, con la burocracia que hay, tienes que saber de todo, llevar la viña, vender… Complicado. ¿Se podía haber hecho mejor? Posiblemente, pero vas por ejemplo a República Dominicana y no saben dónde está España, pero Rioja sí la conocen. Eso tiene mucho valor». Así piensan Iker y Miguel, que coinciden en que estamos en otro momento, pero que la convivencia con las grandes es imprescindible y enriquece a la Denominación. Porque ellos fueron los que abrieron camino.

Me gusta ver la curiosidad que tienen todos por probar los vinos ajenos. Yo ando tirándoles de la lengua, pero ellos, en cuanto dejan de hablar, escuchan y van catando. Uno detrás de otro veo cómo toman nota de los otros vinos, quieren ver, saber, conocer lo nuevo. Eso sí, cuando nombro a gente como Marcos Eguren, Telmo Rodríguez o Miguel Ángel de Gregorio se ponen serios.Son la generación que revolucionó Rioja en los 90: ¿Pensáis que dentro de unos años la vuestra podría dejar huella?, les suelto sin anestesia.

«Lo que hay que hacer es tu mejor vino con tus propias uvas»

Miguel Eguíluz

Cupani

Risas..., y se lanza de nuevo Miguel Merino: «No sé si seremos los que estamos aquí, pero algo vamos a marcar. Sí hay una cosa en la que hemos cambiado, ahora hay más confianza entre nosotros. Si hay un problema, llega una ayuda, si hace falta un consejo, viene uno y te lo da, compartimos importadores y problemas. Eso está bien». «Nuestros vinos son los de la diversidad», apunta con tino el otro Miguel, Eguíluz (el de Cupani): «Vas a una vinoteca y puedes probar multitud de Riojas, y eso trae riqueza a la región. Antes la gente quizás quería hacer el mejor vino, y nosotros lo que queremos es hacer con nuestras uvas los mejores vinos que podamos sacar de ellas. Yo quiero hacer mi mejor vino de mi mejor parcela, no el mejor vino». Bien dicho, aunque la defensa de estos principios irrenunciables implique más de un compromiso que en San Vicente asumen sin vacilación.

Un mercado en crisis

Toca enredar porque no podemos dejar de hablar de la bajada de ventas y de la situación del mercado. La idea común es que quizás no sea un problema concreto para ellos. «No sólo es Rioja. Es una situación a nivel mundial, pero para nosotros puede ser hasta una bendición, porque nuestros clientes sufren menos esta situación. Lo dicen todos los críticos, en Rioja se están haciendo los mejores vinos de siempre, pero el conjunto de Rioja no vende. Y es que hay un limbo de mediocridad que no está funcionando. Antes Rioja vendía todo y ahora no. Pero ese no es el problema de Altún, ni de Berta ni de los que estamos aquí», mantiene Merino. «Lo malo es que afecta a muchísima gente que vive de este mundo y de lo que le rodea, ese es el gran problema».

No todo vale

Miguel es rotundo: «Ha habido muchos años en los que ha valido todo. Hablo de calidades de vino, de cantidades y de maneras de trabajar. Pero ya no, si tú quieres cuidar y mimar la uva al máximo, eso vale un dinero, y si quieres que el viticultor la cuide como tú exiges, hay que pagarlo. No queda otra». Iker y Víctor coinciden: «Lo bueno vale dinero y hay que pagarlo, y la uva buena hay que premiarla y darle su valor. Durante demasiados años el negocio funcionaba y preferíamos mirar para otra parte, pero eso no podía durar siempre».

«Agricultores tiene que haber, no podemos tener dos mil bodegas, pero hay que valorar su trabajo; la uva buena hay que pagarla. En Laguardia hay mayores que se van a jubilar», matiza Lucía, «y no sabemos qué va a ser de sus viñas. Son tiempos duros más para la viticultura que incluso para los vinos. Porque al final debemos tener claro que hay que vivir de ello, es todo muy bonito, muy guay, pero hay que pagar las facturas. Los jóvenes están abandonando la viña».

«Sería estupendo cobrar mucho la uva y trabajar poco, pero la pena es que el mundo no funciona así», rebate en cierta manera nuestro anfitrión Iker: «Son tiempos en los que sobra vino, uvas y viña, eso es un hecho, pero se puede sacar un futuro muy bueno porque la gente va a espabilar. Hay que vivir en la realidad. Estamos en un momento de ajuste. Acordaos de cuando el consumo apuntaba a la baja y no dejábamos de plantar». La naturaleza, que es sabia, tiende a corregir excesos y volver a la media, pienso yo, atento a todo lo que dicen.

Juventud, divino tesoro, ¿cómo podemos atraer a los chavales jóvenes al mundo del vino? La respuesta es unánime: serán ellos los que irán entrando poco a poco, pero sobre todo sin que los asustemos con palabrejos, circunloquios y formalidades. Lucía atina cuando dice que «aquí no estamos en una región al uso, casi todo el mundo bebe vino y siempre hay alguien mayor que se ocupa de elegir. Pero cuando estoy con mi cuadrilla surgen las inseguridades, les da miedo que les juzguen por no saber. No quieren meter la pata y no piden para no sentirse juzgados y me dicen que lo haga yo. Creo que estamos en un momento en el que intentamos hacer vinos más ligeros y sabrosos. Hay gente que viene a mi bodega y me dice que el tinto no le gusta. Lo prueba y, con cara de extrañeza, se lo bebe y le gusta».

«Es momento de menos hectáreas y de  vinos más personales»

Íker Martínez

Altún

«Una vez –entra en escena VíctorEscudero– hice un experimento social con mis amigos y funcionó: llevé un vino de año más fluido, más jugoso, con menos grado de unas parcelas de tempranillo de Yerga a 550 metros. El vino era muy chulo, con apenas 13 grados, y un día que les dio por salir de vinos en vaso de chato, como los mayores, ¡funcionó! Les encantó fresquito y con poco grado. Creo que hay que ir por ese camino, el de hacer más humano lo que nos parece elitista».

Miguel Eguíluz lo ve claro y creo que, en definitiva, habla por boca de todos: «Mi opinión es que lo que siempre va a funcionar es un vino bueno y con personalidad, como decía mi tocayo, hay que huir de los vinos aburridos y del montón. Ahora son más frescos y accesibles, puede ser simplemente otra moda. Pero si tú eres original y tienes tu estilo lo pedirán, eso sí, tienes que dar tu mejor versión con tus viñas, ahí es donde no puedes fallar. Haz un vino bueno y te irá bien».

Y es que ahí radica el quid de la cuestión, que todavía hay muchos vinos que toman todos los atajos posibles y que merecen más de un cachete por sus retorcidos y no siempre claros antecedentes.

«Sí», señala Iker. «Ha llegado un punto en el que ya mucha gente no se conforma con el vino simplemente correcto, ahora quiere un determinado estilo para gozar y para ser diferente». Me tira la tecla a decir que este tipo de público es mayoría, pero sé que no es verdad. Aun así sigo pensando que quizás en esta bendita tierra somos especiales y, al menos en temas de vino, seguimos diciendo aquello de… ¡esto que no me lo toquen!

«Tenemos que trabajar nuestra manera de entender el vino»

Berta Valgañón

Calidad y calidad

Berta puntea lo dicho: «Ya no nos conformamos con lo correcto, cuando salimos a tomar unos vinos queremos algo más para disfrutar y volver satisfechos a casa». Otra voz apunta:«No sabéis las botellas que tiro por el fregadero, si no me gusta..., adiós. Lo que quiero son vinos, incluso los más sencillos, con honradez, que me hagan disfrutar y me arreglen el día».

Tim Atkin, uno de esos prescriptores a los que hay que escuchar, ya escribió: «Rioja está en un momento de crisis, pero a la vez se están haciendo los mejores vinos de su historia. El problema está en las producciones baratas de volumen, pero en los grandes vinos no hay riesgo».

Imágenes tomadas el día del reportaje Justo Rodríguez

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A modo de conclusión, queda claro que hemos superado una época, que la pandemia ha cambiado muchas cosas y que quien no se suba a este tren que ya pasa raudo va a sufrir. Pero hay optimismo en que si las cosas se hacen bien el futuro es nuestro, es de Rioja. Por el camino deben quedar también modos anquilosados de trabajo y de venta, viñedos patateros, vinos anónimos y aburridos, mentalidades de otro siglo, en definitiva. Permítanme una licencia parafraseando a Sócrates en la rúbrica: 'Que los Dioses bendigan a estos nuevos vinateros y hagan dichoso su viaje'.

La importancia de los pequeños

Arturo de Miguel Artuke | Bodegas y Viñedos

Recogimos un proyecto haciendo un solo vino para vender a la hostelería local. En su día decidimos que aquella manera de valorizar los vinos con nuestra filosofía de viticultores no tenía mucho sentido.

Allá sobre 2009 comenzamos a hablar más de viñas que de bodega. Ahí empezamos a sentirnos más a gusto con lo que queríamos y hacia dónde aspirábamos a llegar. Y ese es nuestro esquema actual, donde seguimos haciendo nuestro vino del año y nuestro crianza, pero con varios vinos de parcela del pueblo y, siempre, dando más importancia a lo que hay fuera que a lo que hay dentro de bodega. Esa creemos que es la esencia de lo que debe ser esta tierra.

Rioja hoy en día es demasiado grande. A mí me gustaría que hubiese más pequeños. Si miramos el volumen de botellas que se venden, estamos muy atomizados en las grandes, que también está bien porque dan de comer a muchos viticultores,. Pero si ahora estamos cien pequeños, ojalá estuviésemos mil. Ahí debemos trabajar.

Nosotros estamos cómodos con nuestro volumen. Si creciéramos, perderíamos control y no estaríamos contentos con nuestro trabajo. Hay que estar encima de las cosas para elaborar como queremos, para hacer los vinos con nuestra personalidad y para no perder diversidad.

La nueva generación de bodegueros

Jade Gross | Viticultora y bodeguera (Jade Gross Wines)

Lo principal es saber que Rioja es una zona conocida y establecida. Viajas y, cuando hablas con la gente, todo el mundo ha tomado alguna vez un Rioja y lo sitúa. Pero hay una nueva inquietud por conocer los nuevos caminos que está tomando. Es un momento interesantísimo porque sientes que el aficionado ya no asocia sus vinos con un único estilo.

Mis padres viven en Hong Kong y conozco bien ese entorno. Allí hay muchos vinos franceses e italianos, pero también de Rioja. Y hay una nueva generación de entre 20 y 45 años curiosa, inquieta, que quiere probar otras cosas, que necesita conocer las dos caras del Rioja. Por eso hay que estar encima y dar a conocer, junto con los clásicos, la nueva generación de bodegueros que buscan una diferenciación basándose en parcelas y paisajes. Que no quieren encerrarse y necesitan mostrar la diversidad de un territorio fantástico para hacer tintos y blancos.

Hay que tener la mente abierta y conocer esos mercados. Ellos piden nuevos vinos y les encanta ver a gente joven, incluso de cuarta o quinta generación, haciendo vinos más personales y excitantes. El futuro es bueno si sabemos contarlos y darlos a conocer.

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