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Botellas de Martínez Lacuesta, junto con los botánicos usados para su elaboración. El misterio está en las cantidades. Sonia Tercero
Centenario del Rioja | 1930-1939: La década de la Guerra Civil

Un vermú que nació de la amistad y la casualidad

El 1937, a Martínez Lacuesta le surgió la oportunidad de comprar la fórmula magistral de una bebida que cambiaría para siempre la historia de la bodega

Miércoles, 4 de junio 2025

La historia del vermú Martínez Lacuesta es una historia de amistad, de confianza, de fidelidad, de tradiciones y de moda. Si bien los jóvenes parecen haberlo descubierto ahora como imprescindible para el postureo antes de comer, lo cierto es que es una bebida de las de siempre. En concreto, el elaborado en Haro cuenta con 88 años de vida. Es un clásico, no solo por su edad, sino porque todo el mundo lo conoce.

En 1937, en plena Guerra Civil, salió al mercado el primer vermú Lacuesta. Era el resultado de una serie de casualidades gracias a las que la bodega dio con la tecla:un producto que actualmente supone el 25% de su facturación. La bebida aguanta con fortaleza la llegada de muchas marcas que se han unido a la moda de elaborar vermú y que, con etiquetas cargadas de modernidad y 'packaging' atractivos, intentan llamar la atención de los clientes en las vermuterías que en los últimos años han florecido en las esquinas de cada ciudad. Pero un clásico es un clásico, y más si mantiene la esencia y, además, es capaz de reinventarse.

«El vermú surge por una casualidad casi histórica, que es la amistad entre el que entonces era presidente de la asociación de exportadores de los vinos del Penedés, Jose María Juvé, y Félix Martínez Lacuesta», explica Luis Martínez Lacuesta, director de Relaciones Institucionales de la bodega. Se veían en eventos relacionados con el vino. Juvé comentó que tenía una fórmula magistral para hacer vermú, y la bodega se interesa por ella.

En el primer acuerdo de colaboración, que se estableció en plena guerra, en 1936, Juvé cobraba 8 pesetas por cada litro que se elaboraba y un 'rappel' por cada hectolitro de vermú que se vendía. En resumen, el catalán fabricaba la consia, que es el extracto, y ellos hacían y comercializaban el vermú siguiendo sus instrucciones. «Tenemos perfectamente documentado en la bodega cómo el 27 de agosto de 1937 se hizo la primera elaboración, que se vendía en granel», añade Martínez Lacuesta. En ese momento, el litro costaba 1,70 pesetas, más o menos un céntimo de euro convertido a hoy. Ya en 1941, la bodega decidió comprarle la fórmula y asumir el proceso completo. Y, así, hasta el día de hoy.

El vermut clásico

El vermut clásico
  • Notas de cata Entrada dulce, final amargo y siempre aromático. De color caramelo y aromas herbales, nos trae recuerdos a los tradicionales vermús de antaño.

  • Elaboración: Se mantiene la fórmula tradicional, con 24 plantas y hierbas aromáticas diferentes. Además, macera en las mismas barricas donde envejecen los vinos. Debe servirse frío y marida con encurtidos y todo tipo de aperitivos.

  • Precio 8,50 euros

¿La magia? Mantener los mismos 27 botánicos por los que, asegura el bodeguero, pagaron «un disparate». Una cifra que no se puede decir.

En todo caso, mereció la pena. «Aquello comenzó como algo a lo que no le dábamos una importancia masiva, y ahora es el 25% del negocio». Por eso, además de clásicos, han sido impulsores de tendencias, como el envejecimiento del vermú utilizando barricas de roble francés de vino.

Luis Martínez Lacuesta, en la tienda de la bodega. Sonia Tercero

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La moda ha ayudado. «Se ha recuperado esa tradición de tomar el aperitivo antes de comer, pero este éxito ha venido acompañado de una explosión de elaboradores de vermú y yo soy un poco escéptico. Hay mucho vino aromatizado vestido de vermú», aclara el bodeguero.

La originalidad en la forma de elaborar el Martínez Lacuesta viene de que no se hace directamente el vermú con la infusión de los botánicos, sino que se elabora la fórmula, se guarda en barricas para que envejezca y luego se junta con el vino. A esto se le añade azúcar, ácido cítrico y caramelo para darle color. Y, eso sí, con esa base de vino blanco, que es el 94% de la botella, de buena calidad pero neutro, para que no modifique la esencia de la consia. Se trata, en fin, de mantener la fórmula que tanto éxito ha tenido.

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