Las otras 'trece rosas' del memorial

Muy jóvenes, demasiado, pero su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y en el Partido Comunista de España (PCE) sirvió para que el franquismo las vinculase directamente con el marxismo y las condenase como responsables de un delito de adhesión a la rebelión. La guerra había acabado, sí, pero la criba ideológica tenía que continuar... Y así, el 5 de agosto de 1939, fueron asesinadas en el madrileño cementerio de la Almudena pasando a ser consideradas todo un símbolo de la lucha contra el fascismo.

Este sábado, justo cuando Logroño se dispone a saldar su deuda pendiente con la memoria histórica, dignificando a los casi 400 fusilados durante la represión de 1936 –396 para ser exactos, susceptibles de aumentar caso de que haya que subsanar olvidos–, las conocidas como 'trece rosas' adquieren todo su sentido pues en la capital de La Rioja, aquel verano de hace 86 años, el mismo aparato represor también les arrebató la vida exactamente a 13 mujeres, algunas de ellas con toda una biografía en pro de la justicia y la libertad –republicanas, de izquierdas y muy comprometidas–.

Diario LA RIOJA recupera a las 'trece rosas' del cementerio municipal de la mano de La Barranca, 13 nombres borrados en menos de dos meses, entre el 20 de julio y el 15 de septiembre, asesinadas en Logroño y en sus alrededores –en el texto, en orden cronológico según el relato de los hechos con base al 'Aquí nunca pasó nada' de Jesús Vicente Aguirre–. Algunas de ellas presas en las cárceles capitalinas donde apenas se les veía, pues estaban en zonas separadas, pero que «cuando llegaba la hora, 'la saca' no hacía distinciones».

Anciana descendiente de Mendavia, asesinada el 20 de julio y recogida por la Cruz Roja al día siguiente, pues en los inicios los detenidos eran trasladados durante la noche a las afueras de la ciudad donde eran disparados y, ya de madrugada, los camilleros de la organización humanitaria se encargaban de trasladar sus cadáveres al cementerio. Nieves fue la primera mujer enterrada en Logroño ya el día 22.

Dos logroñesas de las que poco más se sabe, salvo que murieron en el Hospital Provincial a comienzos de agosto en muy «extrañas circunstancias». La primera, de 25 años, falleció a consecuencia de los daños sufridos por un supuesto intento de suicidio el 6 de agosto (hay un Ferrero Viejo dos veces preso). La segunda, de 43, «se envenenó», según algunas fuentes, «seguramente por no poder presenciar el horror que poco a poco se iba adueñando de la vida riojana».

El día 20 de agosto, entre los 19 cadáveres que abarrotaron el depósito, estaba el de una mujer. Y no una mujer cualquiera. A Felisa Vidorreta (inscrita en el cementerio como 'Vidaurreta'), todo el mundo la conocía, incluidos los camilleros y el forense, por lo que nadie tuvo dudas de su identidad. Asesinada en las propias tapias del camposanto (por un pelotón de ejecución en el que figuraban dos de sus antiguos discípulos), existen testimonios de sus compañeras de cautiverio, y aparece citada en 'Las Sacas' de Patricio P. Escobal. Detenida el 24 de julio y conducida al Beti Jai le dijo al propio 'Perico': «No pueden ganar». Profesora de historia en la Escuela Normal (Magisterio), en las elecciones de febrero hizo campaña a favor del Frente Popular –era de Izquierda Republicana–. Al año de su muerte, según La Barranca, «sus asesinos se tomaron el trabajo de redactar un extenso expediente de responsabilidades políticas en el que se le acusa de pertenecer a la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT, y colaborar con la Asociación Pro Infancia Obrera, dedicada al cobijo de niños huérfanos. A tales delitos, se le suma la inmoralidad de defender el derecho a una educación igualitaria para ambos sexos». Muerta, se le impuso una multa de 50.000 pesetas.

Dos días después, el 22 de agosto, llegó a la morgue el cadáver de Luisa Marín Lacalle (en la imagen). Su cuerpo aparece en La Grajera junto al de Carmen Villar Aguado, «identificadas por los camilleros como operarias de la fábrica de tabacos de Logroño» –Tabacalera–. Luisa (que desde 2020 da nombre a la antigua calle Milicias, donde se ubica la sede de UGT) y Carmen son dos mujeres sindicalistas en un mundo de 'obreros'. «Luisa dirige la Unión Tabaquera, afín a UGT, (es también socialista y ateneísta); Carmen, el Gremio de Cigarreras, de la CNT. Han pasado su infancia y su juventud en la fábrica luchando por conseguir una jornada de ocho horas, por el derecho de amamantar a sus hijos, por fundar una cooperativa de consumo... Las dos pasan sus últimos días en la misma celda, y las dos mueren por lo mismo, por defender los derechos de las mujeres trabajadoras. Así seguirán, juntas, compañeras para siempre».

Ya a finales de agosto, con apenas 20 años, dos muchachas que creen «en un mundo mejor» murieron acribilladas también en las tapias del cementerio. Segunda Arpón (en la fotografía) y Juana Moreno, comunistas y, por tanto, camaradas. «Sus asesinos así lo justificaron», reza la investigación. Pilar Díez Bazo estuvo con ellas en la misma celda. Muchos años después, con 91, relató como si todo hubiera sucedido el día anterior aquella terrible noche: «Segundita salió a morir de la cárcel el día que cumplía 20 años, con el vestido rojo que llevaba. Los pasteles se quedaron en la celda. Era muy dicharachera y miraba por la mujer y sus derechos. No estuvo mucho tiempo presa... Aquella noche se la llevaron con su amiga. Juanita me dio una estrella de cinco puntas para que se la entregara a su madre. Cuando salí no pude hacerlo porque a aquella mujer también le habían matado a un hijo, Domingo, y se había vuelto loca. Estaba internada en alguna parte». Fueron enterradas el día 27, casi al lado de la sepultura de Domingo Moreno Gil, el hermano de Juana, que llevaba dos días bajo tierra en la hilera anterior.

A Otilia Fernández-Maeztu Bernedo la enterraron el 29 de agosto con 29 años de edad y una hija pequeña. Era maestra, estaba afiliada a Izquierda Republicana y pertenecía a la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza de UGT. «Antes de ejercer en Logroño, ha sembrado la semilla de su magisterio en Nieva y Ortigosa», apuntan. Presa desde julio. Muere en La Grajera en una noche calurosa, la del 28.

Nicomedes Marañón Orío y Fermín Merino Arandia eran un matrimonio de Viana con cuatro hijos. Él es un jornalero que pertenecía al Sindicato de los Trabajadores de la Tierra de UGT, ella era ama de casa. A los dos los detienen el 24 de julio, pero mientras a él lo llevaron a la cárcel de Pamplona, a ella la encarcelan en la de Logroño, donde estuvo hasta la noche del 9 de septiembre. La monjas de Viana llegaron a denunciar el abandono de los pequeños e intercedieron para que Fermín, que seguía preso en Pamplona, pudiese regresar para hacerse cargo de ellos. El 1 de noviembre fue liberado y pudo abrazarlos. No le permitieron nada más, pues el 3 de noviembre lo asesinaron en los alrededores de Viana.

Casada y con seis hijos, el más pequeño no llegaba al año. César del Campo, un mozo de San Asensio en 1936, la recordaba muchos años después: «En Uruñuela, el propio cura salió a la plaza con la pistola al cinto, y fusilaron a 25 personas, no tuvieron piedad ni con una mujer, Rosario Azofra Nájera...». Faenaba en el campo y en casa. Republicana y muy de izquierdas. El forense, en la mañana del 8 de septiembre, constató signos evidentes de haber sido torturada antes de su asesinato: «Una mujer de unos 35 años, con el pelo rapado, viste bata negra con flores blancas, sin medias y con alpargatas negras».

Los apuntes dicen, una vez recogido su cadáver, que se trata de «una mujer que viste abrigo negro, jersey azul medias de color beis, zapato negro de charol con tacón alto, y la Cruz Roja le recogió un papel a nombre de Luisa Garabina Olmedo de Cenicero». Apodada 'la Andaluza', vocal de la Agrupación Femenina Republicana. Enterrada el 10 de septiembre (asesinada en La Grajera dos días antes) a los 40 años era ya viuda de Matías Chavarri, primer asesinado de Cenicero. Militar retirado, es apresado el mismo 19 de julio y entregado a las tropas de Escámez que avanzan hacia Alfaro. Su cadáver, a día de hoy, sigue perdido en una cuneta.

«Una mujer con pelo rubio oscuro de unos 23 años que viste chaqueta negra con cuello de piel gris, bata blanca con flores, sin medias, alpargatas blancas, y tiene una verruga en el dedo índice... y la Guardia Civil indicó la Cruz Roja que dicha mujer se apellidaba Santamaría, y era conocida como 'la Libertaria de Cenicero'», según puede leerse en los documentos. El 16 de septiembre fue enterrada tras su fusilamiento en las tapias del cementerio el día de antes, siendo la última muerte femenina de aquel verano que recibió sepultura en el camposanto municipal (a partir de ahí comenzó a funcionar la 'fosa común' de Lardero). Conocida sindicalista, afiliada a la CNT, a su hermano Miguel también lo asesinaron.

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