Unas vaquillas de saltos y sobresaltos

La plaza de toros de La Ribera ha vuelto a abrirse en San Mateo para acoger uno de los espectáculos con más tirón de las fiestas. Las vaquillas son parte esencial de una semana festiva que hace ya muchos años que dejó atrás los encierros y cuya feria taurina se recorta y languidece. Pero los espectáculos sin muerte continúan atrayendo a un público fiel y que, tras la primera noche, se presenta más que variopinto.

El atractivo de la jornada lo ponían las famosas vacas de Arriazu, conocidas por sus condiciones atléticas y por su mala uva. De ambas han hecho gala en La Ribera. Saltos, muchos (una ha firmado su propio récord, con una veintena de brincos), y sobresaltos, bastantes, en una mañana en la que el público ha salido enormemente satisfecho. El trabajo de los recortadores ha sido complicado porque esta ganadería es muy suya y ponía en brete a los valientes (también a algún inconsciente) que saltaba al albero. Un mozo, especialmente, se ha llevado la peor parte, con un buen susto y muchos metros arrastrado por la tierra, sin heridas graves afortunadamente.

Además, la presencia de obstáculos y escaleras ha permitido dinamizar un espectáculo en el que se ha visto de todo. Desde carreras hasta besitos en los hocicos de los animales. Pero si algo ha levantado los 'uuys' del público, que casi ha llenado los tendidos, han sido esos saltos que han hecho famosa a este hierro. ¿Entrenarán estas vacas con Duplantis, campeón del mundo de pértiga? No les hace falta porque lo llevan en los genes.

Lo mismo que su característico pelaje, marrón, y sus irregulares cornamentas. Aunque para pelaje, el de las gradas. Porque la primera noche matea dejó muchos naúfragos que se abrazaron a las vaquillas para terminar la jornada. Este domingo continúa el espectáculo.

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