Pablo Hermoso de Mendoza | Rejoneador

«Logroño es especial para mí y mi familia, en La Manzanera arrancó mi cultura taurina»

– Pablo, la última en La Rioja...

– Logroño tiene una connotación especial en la historia de toda la familia Hermoso. De los 15 a los 18 años viví aquí y es donde se despertó mi pasión por la tauromaquia. Me inicié viendo toros en la plaza vieja. Bajaba con el carruaje de 'las Manolas' y don Manolo Chopera me dejaba ponerme en el burladero de los picadores y ahí escuchaba sus conversaciones. En La Manzanera comenzó mi cultura taurina y de ese coso salieron mis primeros pasos junto a Miguel, que era alguacilillo de la plaza. Empecé a torear en el tentadero de la Virgen de Cuevas de Viana.

– ¿Ha sido difícil tomar la decisión de irse?

– Escoger la ocasión ideal de irme no ha resultado fácil, pero es el momento de entregar el relevo. Puedo seguir viviendo la fiesta a través de Guillermo, dejo mi espacio para que no haya una saturación de los Hermoso en los festejos de rejones y todavía estoy en una edad que se me ve, creo que bien, en mi despedida.

– ¿Es consciente de que con usted cambió todo?

– Me ha correspondido vivir una época dorada y en mi liderazgo me tocó capitanear ciertos cambios en vicios adquiridos por el propio sistema. Tomé decisiones valientes y arriesgadas que resultaron bien y en beneficio tanto mío como de todos mis compañeros. Hemos conseguido que el rejoneo sea respetado y se considere una rama más del toreo.

– ¿Cuál es la clave de su éxito?

– Nunca he perdido de vista mis raíces, vivo en el pueblo en el que nací y crecí. He establecido mi casa en él. He llegado a ser figura pero siempre he tenido muy presentes los valores que me ha transmitido mi tierra y ha sido lo que ha hecho que, a pesar de todo lo bueno que ha venido, haya seguido siendo el mismo de siempre.

– ¿Le ha quedado algo por hacer?

– Indudablemente, a todos se nos quedan muchas cosas por hacer y más en una vida apasionada como esta del caballo y el toro. Seguro que se me han quedado cosas en el tintero, pero sí le digo que yo he ofrecido todo. Cada tarde, cada presentación de un caballo, las he vivido con una intensidad plena. Me he vaciado de sinceridad en cada compromiso y nadie puede reprochar que me he ido a casa guardándome nada. Siempre he dado lo mejor de mí.