Una gasolinera invisible
Ha habido otra vez camiones atrapados en pueblitos de la sierra y son noticias que refrescan un poco esta primavera riojana de pelusas, precampaña, crímenes ... y sequía. Es un misterio, no se sabe por qué los GPS de esos tráilers europeos se comportan como las sirenas mitológicas que hechizaban con su canto a los marinos para dirigir los barcos hacia escollos y arrecifes. Pero ocurre; habla el GPS por la noche con su voz monótona y femenina (en la rotonda, toma la tercera salida) y el conductor adormilado va cogiendo carreteras cada vez más sinuosas por el monte, hacia arriba y hacia arriba hasta que se atasca en la curva de una aldea y hay que acabar movilizando a la Guardia Civil, que encuentra a ese pobre chófer incrédulo, un tipo de Polonia o Rumanía de pie en plena calle, tomando un café de madrugada con los vecinos desvelados mientras se rasca la nuca y observa su camión con la mirada pasmada con la que Shackleton contemplaba su barco atrapado en el hielo de la Antártida.
Publicidad
Llegan hasta aquí los tráilers uno detrás de otro en una procesión kafkiana hacia ninguna parte y se atascan como ese barco que se quedó bloqueado en pleno Canal de Suez, igual que el caballo Ártax atrapado en el fango de los Pantanos de la Tristeza en aquella escena trágica de 'La historia interminable'. Se ha dicho que esos GPS buscan una gasolinera fantasma, un lugar inexistente pero que aparece en la pantalla y sólo es una ilusión, como las promesas espectrales sobre el AVE y los anuncios del aeropuerto que traen siempre los políticos en campaña. A mí me gusta pensar que lo de los camiones es la venganza de nuestras pobres infraestructuras ante tantos años de engaños y menosprecio, es folclore sobrenatural, una suerte de tradición regional como tener a Carlos Jean en San Mateo o que toque la lotería en La Rioja Baja.
Esta semana tuvimos un gran tráiler atascado en Villarejo que iba hacia Alemania y hace días otro se quedó atrapado en San Millán después de arrancar un cable de la luz y provocar un incendio. Antes sucedió en Turza, Bañares, Lugar del Río, Posadas o Nestares. Mi favorito fue el camión que en 2015 iba a Letonia cargado de mandarinas y limones y que acabó en una pista forestal de Ezcaray, varado como un sirena muerta en una playa cubierta de hojas de haya. La crónica relató que el conductor, un hombre de Ucrania, estaba «lloroso y desesperado». Le auxilió la Guardia Civil y unos vecinos que con mucha pericia condujeron marcha atrás hasta una zona despejada. «¡Menudos abrazos nos daba!» contaron cuando se despidieron en Ezcaray y pudo seguir su viaje; el tipo no habrá olvidado los paisajes de nuestra comunidad. Eso que sientes es La Rioja.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión