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Personas sin hogar durmiendo en la plaza de la Alhóndiga, en Logroño, el pasado miércoles. Juan Marín

Sinhogarismo | La Rioja

La calle, una realidad que crece sin elección

El fenómeno aumenta en La Rioja impulsado por la crisis de la vivienda y la inflación de los productos básicos mientras los recursos sociales buscan el camino para paliar la situación

Alicia Fernández de Arcaya

Domingo, 17 de agosto 2025, 08:13

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El sinhogarismo expone la forma de pobreza más extrema. Cuando una persona duerme en la calle es privada de los derechos básicos a la intimidad, la seguridad, la alimentación y, con el tiempo, a la dignidad.

Esta realidad ha experimentado un aumento notable en La Rioja en los últimos años. Aunque las razones son tan variadas como el número de casos. Los problemas de salud mental, la pérdida del empleo y la inestabilidad de los migrantes que llegan a España sin papeles ni un techo asegurado son algunos de los factores que más impulsan la pérdida del hogar. En los últimos años han agravado la situación la crisis de la vivienda y unos precios de la cesta de la compra que crecen el doble que los salarios, según coinciden en señalar distintos organismos sociales que trabajan en Logroño. «Antes podías alquilar una habitación por 100 euros, ahora te piden 300», expone Javier Porres, director de Cocina Económica.

Cáritas estima que en La Rioja hay actualmente cerca de 300 personas sin hogar; y en España, 43.000. El último informe que realizó el INE al respecto en 2022 constató que la tasa de personas sin hogar por cada 100.000 habitantes era de 91,5 en La Rioja, por encima de la media nacional de 86,6. Una década antes, en 2012, esta cifra se quedaba en 65,9 en el caso riojano, por entonces inferior a la media española de 71,3. No obstante, se trata de un recuento complejo: los números suelen estar facilitados por albergues, centros de acogida y servicios sociales, quedando fuera del sistema las personas que no han contactado con estos recursos.

«Yo no me atrevo a cuantificar los datos, es una realidad cambiante. Hay personas sin hogar que se asientan en Logroño y otras que están de forma estacional e itinerante», justifica por su parte Patricia Sáinz, concejala de Servicios Sociales, que sí reconoce, no obstante, haber percibo el agravamiento del problema en los últimos tiempos. «Las situaciones laborales son precarias, nos encontramos con gente que viene a los centros demandando ayuda aún cuando están trabajando. Y estamos viendo la llegada de muchas personas a Logroño en situaciones muy complicadas, sin papeles, sin nada», explica.

«Llegan personas a la ciudad en situaciones muy complicadas»

Patricia Sáinz

Concejala de Servicios Sociales

La mayor dificultad para las instituciones dedicadas a la ayuda social es dar con el camino correcto para frenar el aumento del sinhogarismo y lograr la reinserción de las personas que lo sufren.

Cáritas. La vivienda lo primero

Cuando hace apenas dos meses, Cáritas La Rioja presentó su 'Memoria 2024', José Andrés Pérez, director de la institución católica, situó entre sus principales preocupaciones «el incremento de los precios de necesidades tan fundamentales como la alimentación o el hogar». Una inquietud plasmada en las cifras de su plan de ayudas, ya que 160.839 euros de los 253.508 empleados durante el pasado ejercicio se destinaron a la vivienda, casi el 60%. «Esta cifra evidencia el peso creciente de la vivienda en los gastos básicos», resalta Pérez.

«Aquí lo que necesitamos es una política de integración total, el resto es poner tiritas sobre el problema», proclama Marcos Montoya, trabajador social de Cáritas La Rioja.

«Lo más importante para las personas es tener una vivienda independiente»

Marcos Montoya

Cáritas

A la hora de disminuir el sinhogarismo, Montoya pone sobre la mesa una «nueva fórmula de hacer las cosas», el sistema de 'Vivienda Primero'. Este modelo supone, según explica, un enfoque alternativo a las dinámicas tradicionales de actuación, que solo ofrecen soluciones «de emergencia», como son los albergues de pernoctación. «El sistema de 'Vivienda Primero' es una tipología de trabajo que entiende que lo más importante es tener una casa independiente para responder al apoyo y orientación de los servicios», aclara, proponiendo una nueva mirada sobre los modelos tradicionales de atención a las personas que «han perdido todo tipo de estructural vital».

«Nosotros nos dimos cuenta de que la gente no acababa en una vivienda, sino que siempre pasaba de la calle a un recurso y del recurso de vuelta a la calle, en una espiral de deterioro que siempre iba a más», sostiene Montoya.

Concejalía de Servicios Sociales. Garantías al sistema

Los recursos destinados al sinhogarismo que ofrece el Ayuntamiento de Logroño se concentran en el Centro Municipal de Acogida y en el Proyecto Alasca. Aunque el segundo es un centro de 'baja exigencia', no todas las personas que duermen en la calle solicitan una plaza. «Lo que estamos deseando es que vengan, tenemos cama, comida, actividades. Trabaja toda la red de recursos para buscarlos, hablar con ellos y atraerlos a los centros, pero si no quieren venir no hay forma de obligarles», argumenta Sáinz. «A la gente le da la sensación de que están abandonados, pero al contrario, la búsqueda es continua», recalca, haciendo hincapié en los esfuerzos que reúnen las personas especializadas para «aportar una fotografía inmediata de las necesidades de la gente que está en la calle».

«Siempre hay trabajo con ellos, un plan de intervención, unos objetivos»

Jesús Esteban López

Director de Servicios Sociales

Estos centros asientan las bases de su funcionamiento en el cumplimiento de unas normas y en la participación en determinadas actividades. «No se puede permitir el consumo de sustancias abusivas dentro de un recurso social. Es la mínima garantía de que el servicio funciona», comenta Jesús Esteban López, director general de Servicios Sociales, Familia y Discapacidad.

En un amplio campo de actuación, Esteban atiende a personas en situaciones diversas: «No todas están relacionadas con la vulnerabilidad económica, sino que hay muchas situaciones vitales que vamos descubriendo que pueden tener que ver con la soledad, con el duelo, con la dependencia o con problemas de salud mental».

Desde que entran en contacto con la persona sin hogar, los servicios sociales comienzan un proceso de acompañamiento para generar un cambio. En ocasiones el primer paso es cuidar la salud física, en otros se ofrece un apoyo psicológico o psiquiátrico. «Siempre hay trabajo con ellos, hay un plan de intervención, unos objetivos. Desde planes de ahorro a vigilar la medicación, que es muy importante en algunos casos, ya que pueden estar muy desapegados de su propio cuidado», razona Esteban.

Tanto él como Sáinz subrayan la importancia de ver el sinhogarismo como una realidad cambiante. «Pronto habrá un nuevo modelo de atención adaptado a las necesidades sociales actuales», anuncian.

La Cocina Económica. En el límite

En Logroño, la Cocina Económica es el comedor social de la ciudad. Se conoce sobre todo por su servicio de comida y cena, abierto a todo el que lo necesite los 365 días del año, pero su entrega a la comunidad va más allá. Cuenta con 52 espacios habitacionales y nueve plazas destinadas a la pernoctación cedidas actualmente al Proyecto Alasca, más una reservada a casos de emergencia. Todo ello compone el dispositivo de acogida de esta organización histórica, que se financia en parte con dinero público, y en parte gracias a benefactores privados.

«Ahora mismo estamos sobrepasados, con todos los recursos habitacionales completos. Hemos visto un punto de inflexión en la pobreza porque antes nos pedía ayuda gente que había perdido su trabajo, que no tenía nada, pero últimamente tratamos con gente que trabaja, pero que ni con el sueldo le da para vivir», explica Javier Porres, director gerente de la Cocina Económica.

«Ahora mismo estamos con todos nuestros recursos habitacionales completos»

Javier Porres

Cocina Económica

Su comedor es un reflejo fidedigno de la situación actual. Si bien no todos los que acuden están en la calle, la mayoría vienen directamente de los servicios sociales o se encuentran en situaciones límite. «Hasta hace un par de veranos lo normal era dar 70 comidas, ahora estamos tocando el máximo con un centenar de raciones diarias. No sé qué vamos a hacer cuando lleguen la vendimia y los temporeros», comenta una de las voluntarias del servicio de mediodía. Una percepción preocupante que se refleja en las estadísticas de la asociación. Este mes de julio la media ha sido de 99 comidas y 85 cenas cada día, el pasado fueron 85 comidas y 65 cenas.

«Normalmente el número de comensales baja en verano porque surgen más trabajos en los pueblos, hay más fiestas... Este verano está siendo excepcional: hoy han venido 105 a la hora de la comida, nuestra capacidad máxima es 120», relata Porres.

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