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Una extensa cadena para salvar vidas

Una extensa cadena para salvar vidas

Un centenar de profesionales riojanos interviene en la carrera contra el reloj que se activa cada vez que fallece un posible donante multiorgánico

Sábado, 11 de marzo 2023

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Francisco –nombre ficticio– sufrió hace unos días una hemorragia cerebral. Su familia avisó a los servicios de emergencias y fue trasladado al servicio de Urgencias del Hospital San Pedro, donde ingresó en coma, con un pronóstico infausto. Nada hacía pensar a los distintos facultativos que su situación fuese a mejorar, por lo que empezaron a valorar si podía tratarse de un posible donante.

A las pocas horas, tras implicarse en esta minuciosa cadena el equipo de coordinación de trasplantes, la salud de Francisco empeoró todavía más. Los profesionales de esta unidad contactaronn con la familia y le propusieron su ingreso y posterior validación como donante (mediante estudios de viabilidad, a través de analíticas, pruebas radiológicas...) en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) riojana. Pero, a pesar de todos los esfuerzos y cuidados proporcionados por los distintos facultativos, falleció a los dos días por muerte encefálica.

Su cerebro dejó de tener actividad, pero sus órganos se mantuvieron con vida gracias a los cuidados que le administraron en la UCI. Francisco se ha ido, sí, pero aún cabe la posibilidad de que su muerte pueda salvar la vida de otras personas, porque los resultados de las pruebas desarrolladas determinan que es un posible donante multiorgánico. Pero para que se pueda llevar a cabo esta donación resulta necesario un paso esencial: que la familia firme el consentimiento a la donación, un proceso que movilizará, en tan solo un par de horas, a más de 100 profesionales riojanos de distintas especialidades y funciones.

Es en ese preciso instante, cuando la responsabilidad del equipo de coordinación de trasplantes adquiere una mayor dureza e importancia. Porque, una vez se certifica el fallecimiento de Francisco, son los responsables de esta unidad los que tienen que volver a reunirse con la familia para llevar a cabo una entrevista de solicitud de donación. Su labor va más allá de comunicar a la familia la peor de las noticias posibles: la del fallecimiento de su ser querido. «Se basa en establecer una relación de ayuda, un vínculo de confianza basado en el respeto, la empatía y la autenticidad para que los familiares, en un momento de mayor control, tengan la capacidad de tomar las riendas de la situación y decidir a favor o en contra de la donación», explica Fernando Martínez Soba, coordinador de Trasplantes de La Rioja.

95%

de las familias riojanas autoriza la donación. La Rioja es la comunidad con menor número de negativas en los últimos 15 años

65-70

años es la edad media del donante riojano, que suele fallecer tras sufrir una hemorragia cerebral o un ictus isquémico

«Es un momento muy difícil, complejo y delicado para todos»

Son circunstancias muy dramáticas, en las que también se preparan para respaldarles en esos instantes de dolor absoluto. «Es un momento muy difícil, complejo y delicado para todos, porque los profesionales tenemos que enfrentarnos a dar malas noticias, informar a los familiares del fallecimiento de su ser querido y acompañarles en el duelo». Sobre todo, porque no depende de la valentía. «No se trata de que un profesional sea atrevido para solicitar la donación, sino justo lo contrario. Tenemos que adaptarnos e ir siempre por detrás de la familia, todo debido a que el objetivo es establecer esa relación de ayuda, independientemente de si aceptan o no la donación», apunta Martínez Soba.

La comunicación y el vínculo establecido desde el equipo de coordinación de trasplantes tiene sus frutos y la familia de Francisco acepta la donación. Todo debido, en parte, a la experiencia, delicadeza, respeto y empatía con la que trabajan los distintos profesionales de la unidad. Porque también influye la solidaridad de los riojanos. «Somos la comunidad autónoma con menor porcentaje de negativas familiares a la donación en los últimos 15 años, porque solo tenemos una negativa del 5%». «Partimos de un sustrato social favorable, pero también somos un referente de la comunicación a nivel nacional. Hemos mejorado la técnica, desarrollado nuevas modalidades de entrevista..., por lo que todas las personas que contactan con la familia tienen un trato muy sensible». Todos ellos disponen de «un amplio conocimiento del duelo y un saber muy específico de la comunicación en situaciones críticas. Al final, la clave está en estar cerca de la familia y que no se sientan solos», apunta Martínez Soba.

Un gran gesto de la familia que, con ese sí, va a desencadenar una carrera contra el reloj que implicará a más de 100 profesionales riojanos –en función de la cantidad de órganos que se extraigan y de la necesidad de trasladarlos a otros hospitales– en el proceso de donación. De hecho, solo dos horas más tarde, todos los equipos quirúrgicos, anestesistas, intensivistas, urólogos, analistas, radiólogos, cirujanos, enfermeros y auxiliares, entre otros, aguardan preparados en el quirófano para comenzar la extracción en base a la coordinación de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT).

Porque la distribución de los órganos se realiza, en cualquier caso, en base a criterios clínicos, geográficos, de identidad inmunológica (mayor similitud entre el donante y el receptor) y de permanencia en lista de espera. Al margen, existe un factor que predomina sobre los demás: la 'urgencia 0', es decir, aquellos pacientes que deben recibir un trasplante en las primeras 24-48 horas porque, de lo contrario, su vida corre grave peligro. Tienen prioridad absoluta.

La donación es un proceso minucioso, en el que el tiempo es un factor más que determinante. Por ello, una vez se terminan de extraer los órganos, entra en juego el tiempo de isquemia fría (las horas que pueden pasar sin riego sanguíneo desde que son extraídos hasta que se implantan en el paciente sin haberse deteriorado para que puedan ser trasplantados con éxito al receptor que está en lista de espera). El corazón, los pulmones y el páncreas son los más sensibles porque su tiempo de isquemia es menor. El trasplante cardiaco o pulmonar debe realizarse en las seis primeras horas; mientras que el hepático y el renal –que es el que se realiza en el San Pedro– puede llevarse a cabo en las 12 y 24 primeras horas, respectivamente.

Cuatro horas más tarde, tras esta intervención quirúrgica, los profesionales tienen todo preparado para que los órganos sean transportados desde el hospital logroñés en dirección al resto de centros que los necesitan, como los de Madrid, Vitoria o Barcelona, donde en las siguientes cuatro horas se procederá a su trasplante. De todo ello se encargará, si la distancia es corta, Cruz Roja u otra empresa –a no ser que se requiera combinar el avión con el transporte por carretera–. Para cuando estos lleguen, el receptor ya se encuentra en el quirófano, acompañado por los anestesistas, cirujanos, urólogos, facultativos o enfermeros que, en poco más de tres horas, le trasladarán a la UCI, donde tendrá lugar su postoperatorio.

Tras esta intervención, se pone fin a esta minuciosa cadena que va a permitir que las personas a las que se les han implantado los órganos continúen con vida gracias a la generosidad de la familia de Francisco y la intensa labor de más de 100 profesionales. Con su donación multiorgánica, se gana a la muerte hasta 40 años de vida.

«Si el paciente está grave, hay que valorar si puede ser donante»

Cristina Flaño, médico del servicio de Urgencias del Hospital San Pedro, desempeña un papel esencial en la cadena de donación: es una de las encargadas de detectar si los pacientes que se encuentran en estado crítico pueden ser posibles donantes multiorgánicos. «A cada paciente hay que darle el tratamiento y el soporte que necesita, pero según se va perfilando su diagnóstico, si vemos que está en coma y que tiene una patología muy grave que probablemente vaya a ser mortal en las próximas horas, empezamos a pensar en abordar con la familia que puede ser un posible donante».

Los años de experiencia le han facilitado distinguir el perfil de estos pacientes, que suelen fallecer por un ictus hemorrágico o isquémico severo. Es, en ese mismo instante, cuando se activa el siguiente paso de esta meticulosa cadena: el contacto estrecho con el equipo de coordinación de trasplantes. «La valoración es una parte importante en la cadena; hay que tenerla presente siempre que un paciente tenga un diagnóstico muy grave y, ante cualquier duda, contactar con el coordinador de trasplantes para valorar, en función de sus patologías previas, si puede ser un posible donante o no».

Sobre todo, porque en el proceso de donación «hay que ser muy cuidadoso desde la recepción del paciente hasta que se transmite toda la información, pero está tan profesionalizado que todo fluye de manera adecuada», reconoce. Tras el empeoramiento de la salud del paciente y las sospechas de que puede ser un potencial donante, el equipo de coordinación propone a la familia su ingreso en la UCI y posterior valoración, tras la que vuelven a entrar en juego los médicos de Urgencias. «Una vez hablan con las familias, trabajamos con Trasplantes para hacer las ecografías o las pruebas pertinentes, coordinados por la ONT».

«Es un proceso en el que la muerte existe y la vida continúa»

El proceso de donación aúna las dos caras de la moneda: la muerte y la vida. «Tiene dos partes, una muy triste, porque la donación supone un duelo y una pérdida del ser querido; pero también tiene una segunda parte, que habrá otros pacientes que recibirán un órgano. Es un proceso en el que la muerte existe, con el que también se permite que la vida siga», asegura Fernando Martínez Soba, coordinador de Trasplantes de La Rioja.

En su caso, como sucede con el resto de miembros del equipo, es el encargado de comunicar a las familias la peor de las noticias posibles, la del fallecimiento de su ser querido, y de arroparles en esos instantes de dolor absoluto. «Es un momento muy delicado, muy complejo y muy duro para las familias y para los profesionales que se tienen que enfrentar a dar malas noticias, acompañarles en el duelo y establecer una relación de ayuda, basada en el respeto, la empatía y la autenticidad», reconoce. Porque en esos instantes tratará de llevarlos más allá. «Dentro de la comunicación tenemos que desarrollar una entrevista de solicitud en la que no solo les vamos a informar del fallecimiento de su ser querido, sino que vamos a establecer un vínculo de confianza para que, en un momento de mayor control, puedan tomar las riendas de la situación y decidir a favor o en contra de la donación».

En este sentido, reconoce que «muchas veces podemos estar horas con la familia de apoyo psicológico y ayuda hasta que al final toman una decisión». Porque el objetivo, independientemente de si la familia firma el consentimiento a la donación o no, «es establecer esa relación de ayuda, para lo que hace falta recibir una formación especial, tener experiencia, mucha delicadeza, empatía y respeto. La clave está en estar cerca de la familia y que no se sientan solos».

«La vida de otros pacientes depende de que lleve los órganos»

Miguel Castro, voluntario de Cruz Roja en situaciones de emergencia, constituye el último eslabón de la minuciosa cadena de trasplantes. «Siempre me ha gustado ayudar ante situaciones de emergencia. Por eso, en cuanto me enteré de que Cruz Roja participaba en el proceso de trasplantes, decidí formar parte porque te permite ayudar y salvar la vida de otra persona, lo que resulta muy positivo y satisfactorio», explica.

Por ello, desde hace casi tres años, responde cada vez que puede a las alertas que le llegan desde esta entidad. «Cuando eres voluntario te llegan avisos a los que te puedes apuntar, en los que te informan del hospital que necesita el órgano que hay que transportar». Solo el pasado año, desde la entidad llevaron a cabo 22 intervenciones, en su mayoría, en dirección al Hospital de Cruces y al de Galdakao-Usansolo (situados en Vizcaya), además del Hospital Marqués de Valdecilla (Santander).

Por lo general, se encarga de transportar los órganos o tejidos en coche o en ambulancia, aunque también disponen de un todoterreno para aquellos casos en los que la meteorología es adversa. Sabe que su labor es importante: no siente ninguna inquietud por ella. «No me da cosa llevar un órgano en el coche, lo afronto como un trabajo más, con profesionalidad, porque de ello depende la vida de otros pacientes».

Por ello, apunta que «somos un eslabón más en esta cadena que está perfectamente sincronizada entre los dos hospitales, porque, si alguien falla, el órgano no va a llegar». En su caso, todos los traslados los realiza con tiempo, si bien ocurrió que «tuvimos que llevar un hígado a Madrid y se coordinó para que lo llevásemos escoltados por la Guardia Civil hasta la pista del aeropuerto de Vitoria, donde lo recogió el piloto directamente para llevarlo en avión».

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