Una nueva vida al otro lado de Europa
Nalda ·
Dos ucranianas con sus tres hijos menores encuentran refugio en La Rioja gracias al cobijo ofrecido por Myriam Sánchez, familia lejana de uno de los maridosTania y Olena salieron hace una semana de Kiev y el pasado sábado llegaron a Nalda. El viaje entre Ucrania y España fue una auténtica aventura: en tren hasta Leópolis, en autobús hasta Krakovia, en avión a Madrid con escala en Munich y en furgoneta hasta La Rioja. Aquí llegaron por mediación de Myriam Sánchez, natural de Algeciras pero residente en Nalda desde 2010.
«Mi madre siempre ha tenido niños ucranianos de acogida, incluso adoptó a uno, Samuel, que es mi hermano adoptivo y ahora tiene 20 años», expone Myriam. Al iniciarse la guerra, contactaron con un primo de Samuel, Maxim, capitán de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Ucrania, y ofrecieron refugio en España a su familia: su esposa Tania y sus hijas Victoria y Anna, de 5 y 1 años. A su vez, Tania rogó poder venir con su prima Olena y su hijo Mykita, de 6 años, ya que su esposo, comercial farmacéutico, debía quedarse en el país obligado por la ley marcial.
«En Kiev vivían en un sótano y se estaban quedando sin comida, así que hablé con la asociación El Colletero, porque no sabía cómo hacerlo», explica Myriam. La ayuda de diferentes personas y empresas propició que pudieran realizar la acogida, desde Red de Ayuda Animal y Todoemergencias.com hasta Viejas Glorias Cruz Roja Calahorra. Para acudir a Madrid a buscar a estos cinco ucranianos (dos mujeres y tres niños), Limpiezas Zúñiga puso a disposición una furgoneta de nueve plazas y el conductor de ambulancia Raúl Olmo, de la Asociación de Técnicos de Emergencias de La Rioja, se ofreció como chófer.
Así, y una vez acogidos en sus nuevas casas, en la urbanización Torresolano, ahora todo son trámites que Myriam intenta resolver, tanto en Extranjería como en el CRA Moncalvillo, para escolarizar a los niños. «Son dos familias que lo han perdido todo y vienen con una pequeña maleta con todas sus pertenencias. Y se ven aquí, en un país extranjero, sin conocer el idioma, sin poder sentirse útiles, cuando están acostumbrados a estar bien en su país», cuenta Myriam.
Precisamente el idioma es uno de los principales problemas en la adaptación, porque algunos ucranianos ni siquiera hablan inglés. Y dentro de la tragedia de la guerra y el éxodo de los ucranianos, con la dificultad idiomática a veces surgen situaciones extravagantes y graciosas, como la que le ocurrió a Myriam con sus acogidos, que le preguntaban por los 'sobacos', cuando, en realidad, se referían a sus perros ('собака', pronunciado 'sobaka'), Jimeno y Nala.
La llegada a Nalda es el fin de una huida, pero también el inicio de una nueva vida. «Lloran mucho porque no saben qué va a pasar. Quieren aprender el idioma pronto para salir adelante aquí porque saben que esto puede ser para largo», señala Myriam, que junto a su marido Iñigo y su familia alojan en sus casas a las dos ucranianas y sus hijos de forma solidaria e intentando imprimir todo la cotidianidad posible a una situación que es extraordinaria. «Para estar más estables necesitan cierta normalidad. Cualquier cosa les hace mucha ilusión, como comprarles una bolsa de pipas o una mochila para sus hijos. Por ejemplo, a ellas les gusta hacer noches de uñas y cerveza, y eso vamos a hacer», apunta Myriam, que es manicurista.
80 horas de viaje y 6.400 Kms. para rescatar a una sobrina
Otra insólita aventura y, si cabe, aún más heroica es la vivida por el logroñés Federico Díez del Corral y el ucraniano residente en La Rioja Leonid. Partieron el pasado jueves rumbo a la frontera de Ucrania con Rumanía para recoger a una sobrina que había tenido un accidente y no podría viajar en transporte público. Juntos han realizado 80 horas de viaje y 6.400 Kms.
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