Pero dónde narices está ese Gordo
No hubo cava en Muro del Carmen. Mañana de anécdotas y cierta decepción en un Logroño que ha tenido la fortuna más cerca imposible
Logroño rima con lo que rima –y no es con narices– y este domingo todo el mundo en Muro del Carmen tenía la palabra en ... la boca al hacerse la misma pregunta: ¿Pero dónde coño está ese Gordo? Ni un solo afortunado se dejó ver por la administración de lotería número 6 para celebrar el primer premio del Sorteo Extraordinario de Navidad. Ni uno solo a excepción de la ya famosa Piluca, con su modesta pero generosa participación de cuarenta mil eurazos. El resto eran curiosos atraídos por la noticia, reporteros de todo el país y algún político inevitable. Tanta expectación por vivir lo nunca visto en la capital de La Rioja, el Gordo de Navidad íntegramente vendido aquí, se fue convirtiendo con las horas en cierta decepción al no conocerse ningún agraciado. La familia Alda, más de cincuenta años al frente del despacho María del Carmen, brindó varias veces con Rioja ante las cámaras, pero este domingo nadie descorchó cava en la Glorieta.
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La típica imagen de copas, burbujas y abrazos de alegría que toda España tiene en mente en estas ocasiones no se produjo este 22 de diciembre en Logroño. «Ya podéis buscarlos en Madrid», decía Dani en el bar García, en referencia al Club DistritOlímpico, de San Blas, que ciertamente lo celebró por todo lo alto.
La logroñesa calle San Juan, vecina a la administración afortunada, sin embargo, fue despertando con el Gordo a la vuelta de la esquina a partir de las once y media sin que nadie se diese por aludido. Fue el tema del vermú, del día entero y aún lo será por mucho tiempo, pero nadie hablaba del Gordo en primera persona.
«Estamos muy contentos de que el Gordo de Navidad haya tocado en nuestra ciudad y en nuestro barrio. Pero no conocemos a nadie»
Ricardo Granda
Cliente de la calle San Juan
«Compramos en esa administración porque nos pilla aquí al lado, pero no hemos tenido suerte. Nos toca seguir trabajando»
Lucía
Bar Picasso
El popular Ricardo Granda y Nieves, alcaldesa oficiosa de la zona, reían «por no llorar» y, muy diplomáticamente, afirmaban sentirse «muy contentos de que el Gordo de Navidad haya tocado en nuestra ciudad y en nuestro barrio». «Pero ni nos ha tocado a nosotros ni conocemos a nadie que le haya tocado... de momento», dijeron con buen humor. «Eso que no falte».
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Ni ellos ni nadie conocía a nadie con un boleto del 72480. Todo eran 'casi, casi', 'por poquito', 'llevamos otro número'... Alguno, en broma, contagiado por el entusiasmo o por rumores que empezaban a sonar, decía que el vecino «tenía un pellizco» o que fulanito «ha debido de forrarse».
Incluso algún hostelero de otra zona de ocio cuyo nombre corrió de boca en boca tuvo que salir, bastante enojado, a desmentir «el bulo»: «Me está llamando gente de todo Logroño y amigos de media España y ya estoy hasta las narices. ¿Oyes mi voz? –respondía al otro lado del teléfono con ronquera de haber trasnochado– Pues es de haber estado trabajando dieciocho horas, no de estar brindando con champán».
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«Aquí íbamos a estar...»
No hay mejor lotería que el trabajo de cada día, como se suele decir en este Logroño refranero donde todo el mundo se conoce. «Sí que nos ha tocado, sí», bromeaban desde dentro de la barra del Cervantes, en la calle del mismo nombre, muy cercana también al epicentro lotero y ya con la terraza a tope. «Le ha tocado al que está arriba en la cocina friendo calamares, ¡no te digo! Aquí íbamos a estar si nos hubiera tocado el Gordo».
Algo parecido comentaban, entre risas pero con la resignación del que también tiene que trabajar el domingo, Javi Tuesta y el resto del equipo de La Luci. El comercio delicatessen-gourmet y de productos típicos logroñeses y riojanos de la calle Portales no paraba de atender a la clientela, algunos de ellos turistas de paso, que se llevaron por el mismo precio la experiencia de una ciudad en plena efervescencia.
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«Han vendido el Gordo a la vuelta de la esquina y yo solo tengo 200 euros que me han tocado en un décimo de Barcelona»
Laura
Camarera en la San Juan
«Tuve en mis manos un décimo con el número del Gordo, pero al final elegí otro número terminado en cero. Así es la suerte»
Mirian
Camarera del bar Tolmai
Incluso hubo gente de fuera admirada de que Julián, el personaje del anuncio de la lotería, ya estuviese en la misma puerta de la administración que había vendido el Gordo al poco de salir el número en el Teatro Real de Madrid. «¡Pero es posible que esté todo tan bien organizado!», exclamaba una señora de Madrid sin saber que el actor Amadeo Marín es riojano de pura cepa.
De hecho, el de Villamediana, que ha saltado a la fama televisiva en cuestión de semanas había sido convocado por Diario LA RIOJA para un reportaje en la mañana de este domingo –antes de que tocase lo que tocó– y, sin comerlo ni beberlo, se convirtió en uno de los protagonistas de la jornada. Incluso se enteró de que había caído aquí por nuestro compañero Iñaki. De primeras pensó que bromeaba, pero era cierto y, nada más aparecer por Muro del Carmen, las cámaras lo reclamaron como el talismán que ha sido. Todavía no sabía si alguien había compartido con él el número agraciado, como ocurre en el anuncio.
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Famosos también son ya Piero y Alisce, los niños de San Ildefonso que a las 11.27 horas habían cantado con toda precisión el 72480. «Tuve en mis manos un décimo con el número del Gordo, pero al final elegí otro número también terminado en cero», contaba en el bar Tôlmay, Mirian, una de sus camareras. Todavía algo nerviosa pero con entereza, recordaba cómo fue a comprar la lotería a la oficina «de siempre», a escasos cien metros de distancia, pero no acertó con la fortuna. «Así es la suerte», se resignaba mientras posaba para el fotógrafo con su compañera Raquel.
«Nos toca seguir trabajando»
Muy cerca, en el Picasso de Portales, María Eugenia y Lucía también atendían con toda amabilidad a los periodistas al mismo tiempo que a los clientes: «Compramos la lotería en esa administración porque nos pilla aquí al lado, pero no hemos tenido suerte. Qué se le va a hacer. Nos toca seguir trabajando».
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Y, así, en todas partes la misma historia. Algo más lejos, no mucho más, en la cafetería Ibiza, en pleno Espolón, la mañana solo se diferenciaba de la de cualquier otro domingo por el soniquete que salía de las televisiones, cada vez más lánguido, ya cerca del final del sorteo. «Aquí nadie ha venido a celebrar que le haya tocado la lotería –señalaba un camarero–. El dueño de la administración es cliente nuestro pero al menos a nosotros no nos ha traído suerte». A pesar de ello, garantizaban la deportividad: «No se lo tendremos en cuenta», bromearon.
Logroño, en fin, encajó con cierta decepción pero con elegancia haber tenido la suerte más cerca imposible y haberla compartido tanto que se ha quedado casi sin nada. Otro ejemplo paradójico, el caso de Laura, otra camarera de la San Juan: «Han vendido el Gordo a la vuelta de la esquina y en cambio yo solo tengo 200 euros que me han tocado en un décimo de Barcelona». Así es la vida.
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Y, ya a las tres de la tarde, mientras los telediarios abrían con el cava de San Blas, el tumulto se iba despejando en Muro del Carmen y Logroño tenía que conformarse tomando vinos.
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