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Dos mujeres extranjeras pasean un carrito en una concurrida calle de Logroño. Juan Marín
Impulso 2025 | Inmigración

De fuera. El vaivén de la crisis marca las llegadas

La población extranjera se ha multiplicado por diez en el primer cuarto del siglo XXI en La Rioja, en una tendencia que se estancó por las penurias económicas entre 2013 y 2018 y que ha vuelto a reactivarse en el último lustro

Nuria Alonso

Logroño

Martes, 3 de junio 2025

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Uno de los parámetros sociales que más variación ha sufrido en los últimos 25 años es el dato que refleja la población inmigrante que ha llegado a La Rioja para quedarse, trabajar y labrarse un futuro que en sus tierras de origen ofrecía una perspectiva mucho menos favorable que la que podía hallar aquí.

Hasta por diez veces se ha multiplicado en el último cuarto de siglo la población inmigrante en La Rioja. Según los datos del padrón facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2000 se contabilizaban como residentes en la región 4.397 personas de nacionalidad extranjera, lo que suponía un exiguo porcentaje del 1,66% sobre la población total riojana, que en aquel entonces rondaba los 264.000 habitantes.

Las cifras a cierre del 2024 atestiguan que la población inmigrante ha alcanzado en La Rioja los 46.734 habitantes, el 16,84% del total, lo que confirma una tendencia que ha discurrido por caminos paralelos tanto en La Rioja como en el resto del conjunto nacional. Si hace 25 años el total de población extranjera en España ni siquiera rozaba el millón de habitantes (923.879), en 2024 la cifra había escalado hasta los seis millones y medio de residentes en España con nacionalidad extranjera, con un crecimiento que ha pasado del 2,28% al 13,37% del registro del año pasado.

Del fenómeno de la inmigración a lo largo de los últimos 25 años llama la atención las consiguientes curvas de crecimiento y de estancamiento e incluso de descenso que ha vivido la población extranjera tanto en La Rioja como en el espectro nacional, que también han seguido líneas similares. Y todo por motivos, cómo no, económicos.

Gracias a la bonanza que se percibía en los primeros años del siglo, y más concretamente entre el año 2000 y el 2002, se vivió un aumento exponencial de la población con nacionalidad distinta a la española: de un año al siguiente se duplicó en dos ocasiones, y logró registros de constante crecimiento hasta los años 2008 y 2009. Fueron efectivamente a partir de esos ejercicios en los que se empezaban a padecer los efectos más dañinos de la devastadora crisis financiera y económica que tumbó las perspectivas de crecimiento en medio mundo cuando se estancó el número de residentes extranjeros en La Rioja, una tendencia de paralización que se mantenía de igual forma en las cifras nacionales.

Los estragos de aquella profunda crisis también afectaron con intensidad a la llegada y permanencia de la población extranjera en la región, que se detuvo y que incluso descendió a partir del año 2013, primero tímidamente y luego con más fuerza. De hecho, entre el 2009 y el 2013 apenas creció el número de extranjeros residentes en La Rioja con cifras que no alcanzaron los 47.000 habitantes en ningún caso.

Y la situación sufrió un estrepitoso varapalo al anotarse una bajada continua de población extranjera en La Rioja entre los años 2013 y 2017, ejercicio en el que el número de extranjeros en La Rioja alcanzó su cifra más baja desde 2006 con 35.046 habitantes de nacionalidad no española en La Rioja, lo que suponía un escaso porcentaje del 11,11% sobre la población total de la región.

En aquel momento la población extranjera contabilizada en La Rioja tocaba suelo. Y a partir de entonces, regresan las cifras en positivo. Tras unos años, en los que La Rioja llegó a perder cerca de once mil habitantes extranjeros, fue a partir del 2018 cuando empezaron a remontar las cifras poblacionales para no volver a estancarse. Así las cosas, el crecimiento de habitantes extranjeros en La Rioja desde el año 2018 ha seguido un ritmo constante hasta recobrar unas cifras que el año 2024  alcanzaron los 46.734 habitantes extranjeros, el segundo año con más población no nacional de toda la serie desde el inicio del siglo, con un porcentaje del 16,84% sobre el total.

La misma tendencia con los casi idénticos altibajos ha seguido la línea nacional, aunque con un incremento porcentual más comedido, que ha recalado finalmente en el 13,37% en el año 2024, un dato tres puntos superior al registro riojano que actualmente casi roza el 17%.

Europa, África y Sudamérica, las procedencias más numerosas

En una imagen fija del panorama actual, la población extranjera residente en La Rioja contabiliza un origen predominantemente mayoritario desde Europa, África y Sudamérica, quedando los oriundos de Asia en un más alejado cuarto lugar. Más concretamente, los países de origen de los extranjeros que residen en La Rioja son, por este orden, Rumanía (con más de una cuarta parte de los residentes en La Rioja), Marruecos, Colombia y Pakistán.

Un cuarto de siglo atrás, en el año 2000, la tendencia variaba ligeramente: los africanos eran mayoría sobre los europeos y los sudamericanos. En cuanto a países concretos, los naturales de Marruecos y Argelia suponían un porcentaje mayoritario, seguidos en menor medida de los procedentes de Portugal, Colombia y Pakistán.

Daniel Agustín Almeida Cubano afincado en La Rioja

«Nunca pensamos que la adaptación fuera a ser tan costosa»

Rodrigo Merino

Tras una vida profesional plena en su país de origen, Cuba, Daniel Agustín Almeida quiso situar en el centro de su vida lo que muchos otros extranjeros que recalan en nuestro país: el bienestar de su familia por encima de todo. Huir de personas problemáticas que estaban acosando a su hijo –«Decidimos que él había estudiado para salvar vidas, no para que lo mataran», subraya Daniel– fue el detonante para que la familia de Daniel tomara la decisión de dejarlo todo atrás para emprender una nueva vida en España, primero en Valladolid en 2019 y un par de años después, en Logroño.

Las expectativas eran halagüeñas: se trataba de una suerte de regreso al hogar, pues los abuelos de Daniel habían emigrado en su día desde Canarias. Pero las cosas no fueron como Daniel esperaba. La experiencia laboral que acompañaba a Daniel y a su esposa no tuvo eco en el mercado laboral riojano y, después de optar a varios puestos relacionados con sus titulaciones cursadas en Cuba, decidieron trabajar de lo que encontraran, sin importar el sector. Pese a que la mujer de Daniel había sido responsable de Estadística en una provincia de su país natal, aquí solo ha recibido ofertas como asistenta doméstica. Y de hecho, en un par de ocasiones, la han despedido por considerarla sobrecualificada. Parecida situación ha vivido Daniel que, pese a ser ingeniero y haber ejercido como profesor universitario de Informática, sólo ha hallado trabajos mal pagados y poco cualificados.

«Con la edad que tengo yo doy la vida por trabajar y ser útil y eso no lo veo en muchos que llegan»

Esta experiencia amarga impregna de decepción el relato de Daniel que, ahora, empieza a vislumbrar luz en su vida gracias a que su hijo, médico, ya cuenta con varias ofertas laborales y además lo convertirá en abuelo primerizo en los próximos meses. Pero detalla las enormes dificultades de adaptación a su nueva vida en La Rioja:«Nunca creímos que nos resultara tan costoso, pensamos que sería mucho más fácil, que el idioma ya lo teníamos ganado y que el resto llegaría solo; pero no ha sido así en absoluto».

Reflexiona Daniel sobre el papel de los inmigrantes y no se muerde la lengua al reconocer que igual que él ha sufrido actitudes y comentarios xenófobos («hay gente que en cuanto oye tu acento, te desprecia», se lamenta), también hay extrajeros que se aprovechan de la buena voluntad de los riojanos. «He visto cómo personas a las que se las ayuda, luego arrojan la comida al contenedor o se inflan a beber y a vaguear», denuncia, para incidir que esos comportamientos de unos pocos «cargan sobre todos los inmigrantes». «Con la edad que tengo yo doy la vida por trabajar y ser útil y eso no lo veo en muchos que acaban de llegar», señala este cubano de 71 años que aboga por el «exquisito respeto al país de acogida» y que siente que es ahora, seis años después de aterrizar en España, cuando empieza a ver la luz al final de un túnel, el de la inmigración, por el que a veces hay quien se ve obligado a recorrer un camino torcido antes alcanzar el destino soñado del futuro prometedor.

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