Haciendo pis en los árboles
CRÓNICAS VENENOSAS ·
«No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino» (Confucio)Andan algunos padres y no pocos profesores muy despistados con el próximo curso. La Lomloe ha llegado y al parecer lo ha hecho de repente, ... casi sin avisar, como esos amigos que se presentan un miércoles en casa a la hora de comer. No hay libros de texto preparados y ni siquiera están muy claras las asignaturas optativas y de libre elección. Yo, en cambio, me confieso tranquilo: cuando mi hijo empiece el curso, alguien habrá dándole clase y algo le dirá. Sobre la nueva ley educativa mantengo una posición ambigua. Ni me parece el apocalipsis ni creo que vaya a solucionar nuestros problemas. Me temo que, pese a los entusiasmos enfrentados que despierta, la Lomloe no servirá de mucho porque lleva la fecha de caducidad en la tapa. Son curiosos estos animalillos políticos que nos gobiernan: de aquí a unos días vamos a ver a nuestros dos grandes partidos pactando el aumento en el gasto en Defensa, pero son incapaces de sellar un acuerdo de mínimos en Educación. Los perros hacen pis en los árboles y los partidos hacen leyes educativas. Se trata, en ambos casos, de dejar el olorcillo para marcar territorio. Estas sucesiones legislativas alcanzan ya niveles risibles. Llega el PP y hace una Ley Orgánica de Educación (Loe); llega el PSOE y hace una Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (Lomloe). Es muy probable que si Núñez Feijóo alcanza el Gobierno nos obsequie a todos con una Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (Lomlomloe), cuyo acrónimo suena a fiesta flamenca y a sevillanas con rebujito. Volverán entonces los repetidores y los suspensos, también las clases de religión y quién sabe si el ángelus a media mañana o la castración de los profesores de Biología que se atrevan a explicar el aparato reproductor, eso dependerá de los pactos con Vox. Sobre la filosofía y el latín no albergo grandes esperanzas: todos dicen defender las humanidades hasta que llegan a la Moncloa y apuestan por asignaturas que tienen nombres tremebundos y urgentes como «pensamiento computacional» o «digitalización», lo que viene a ser enseñarles informática a chavales que saben más de ordenadores que el profesor. Lo curioso es que se han establecido dos bandos educativos y todo parece resumirse en un combate de boxeo entre los defensores de la memoria y los adalides del razonamiento, como si ambos conceptos fuesen enemigos y uno tuviera que hacerse de la memoria o del razonamiento como se es del Barça o del Madrid.
De la Lomloe me convencen algunas cosas. Creo que hay que probar sistemas de evaluación que vayan más allá de los exámenes, esas herramientas de medición tan imperfectas y atosigantes. Incluso me parece bien acotar en el Bachillerato la enseñanza de la Historia de España a la época contemporánea. Durante la ESO, los alumnos ya han ido remontando el río desde Altamira y siempre será mejor dar bien una cosa que pasar por encima de treinta siglos como quien maneja un rodillo compactador. Por pedir, me gustaría que se aprovechara para ahondar más en el siglo XIX, una época poco atendida en la que se encuentran muchas de las claves de lo que, para bien o para mal, somos.
Lo que más me irrita de la Lomloe, sin embargo, es el tufillo flower power que despide la ley, en plan to er mundo e güeno, como si en los centros no hubiera jamás problemas y no hubiera salvajadas ni clases ingobernables ni chavales que han decidido sabotear la convivencia y todo pudiera arreglarse mágicamente con serenas conversaciones en las que los profesores desplegaran, para asombro de sus alumnos más díscolos, la virtud socrática de la mayéutica. Algo me dice que quienes redactan estas leyes no tienen a los hijos haciendo la ESO.
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