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Fredy Ciprián arranca uva en una viña en Murillo de Río Leza. Justo Rodríguez

La «dolorosa» vendimia sin cunacho

La Rioja se tapiza estos días de los racimos de uva que los viticultores arrancan para subsistir en los peores tiempos de crisis

Carmen Nevot

Logroño

Viernes, 4 de julio 2025, 07:20

Esta semana ha comenzado la vendimia «más triste», dicen los viticultores. Después de meses mimando el fruto, lo tiran al suelo porque el mercado no da para más. Cambios drásticos en los patrones de consumo, crisis de ventas, una meteorología más adversa y unos precios que no llegan a cubrir los costes conforman un cóctel nocivo que agita los cimientos de un sector en franco declive.

Las cuentas no salen así que los agricultores han encontrado en las ayudas a la cosecha en verde una bocanada de oxígeno en tiempos difíciles, pero al mismo tiempo han cambiado el paisaje deLa Rioja que ahora también vendimia en julio aunque el fruto no llena los cunachos, sino que alfombra las viñas desde Haro hasta Alfaro.

La conjunción de todos los factores que juegan en contra del futuro del sector ha condenado a muchos viticultores a tratar de subsistir a la espera de que, con mucho esfuerzo y suerte, regresen los buenos tiempos. Entre tanto, los temporeros han encontrado su hueco también en julio con la vendimia en verde. Quince días para dejar las plantas limpias de grano. «No puede quedar ni una porque si no, se quedan sin subvención». Quien así habla es Fredy Ciprián León que desde el pasado martes arranca los racimos que cuelgan de las cepas en varias fincas de Murillo de Río Leza.

Cuando acabe el próximo día 15, lo tiene todo perfectamente programado, calcula que habrá tirado al suelo unos 10.000 kilos de uva repartidos en entre 12 y 15 fanegas, la mitad o dos tercios de los que recogía antes en vendimia y que acababan en la cooperativa de San Esteban o en Bodegas Paco García.

Para este colombiano, que hace seis años llegó a La Rioja directo desde su Ibagué natal huyendo de la situación compleja que atraviesa su país, ver perder tanta fruta es «doloroso». Trabaja todo el año para el propietario de las tierras, «desde la poda, la recogida de los sarmientos, la prepoda, la escarda, el desniete y ahora la vendimia. La cuido todo el año para que de repente haya que tirarla toda al piso».

Paco Heredia Jiménez, vendimia en verde en Alcanadre Justo Rodríguez
Los racimos de uva tapizan las viñas de La Rioja. Justo Rodríguez
Fredy Ciprián, en la viña. Justo Roríguez
Paco Heredia. Justo Rodríguez

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Fredy no es optimista, cree que el panorama «se está complicando un poco, los insumos son más caros y el precio del producto va decayendo». ¿Qué ocurrirá en un futuro? No tiene una bola de cristal, pero sí que desearía que en vez de arrancar la uva, se le diera un mejor uso al fruto.

Estos días no sólo tiene que bregar con un trabajo que al final es desandar lo andado, sino que también tiene que lidiar con unas jornadas especialmente tórridas. El calor es lo peor, pero lo sortea madrugando. Su jornada comienza a las 06.00. A esa hora pone el pie en la viña y aguanta «hasta que aguante uno al sol», que suele ser a las 13.00 o 13.30 horas. «Lo bueno es que lo hacemos al lado contrario del sol para que la misma sombra de las viñas nos proteja un poco». Una labor dura que le permite enviar dinero todos los meses a sus hijas en Colombia y que puedan continuar con sus estudios de Medicina y Psicología. Él, dice, ya se ha hecho un hueco en Murillo, con su gente y un círculo de amistades con las que se siente como en casa.

En Alcanadre la imagen es similar, en ocasiones desoladora. En la planicie de La Mesa está Paco Heredia Jiménez, un granadino de 37 años que trabaja para Inmaculada Martínez, viticultora y agricultora del pueblo. Aunque siempre se ha dedicado a las labores del campo, nunca hasta este año había arrancado la uva para tirarla al suelo y «me pongo malo, mira, hasta el vello se me pone de punta –dice a esta cronista señalándose el brazo–. Estamos detrás de un fruto todo el año y se gasta mucho dinero, como para tirarlo ahora al suelo».

Es miércoles y Paco, que se considera criado en Alcanadre, ya ha terminado con las viñas de tempranillo en el paraje de La Mesa. En Pozo Carbón le quedan tres o cuatro parcelas más. Lo peor, dice, son las elevadísimas temperaturas de estos días: «Uff, el caló, mal», dice. Intenta esquivarlo madrugando, así que empieza la labor a las 06.00 horas y acaba normalmente a las 13.00, pero estos días a las 12.00 recogía y a casa porque «con el calor no hay quien pueda». En su caso, utiliza tijeras «es como si fuéramos vendimiando pero sin cunacho».

Inmaculada Martínez es viticultora, propietaria de las fincas en las que trabaja Paco Heredia. Entró en este mundo por su marido, pero con los años, de agricultora consorte pasó a tener sus propias explotaciones y a ser agricultora profesional. Reconoce que no son buenos tiempos, es más, «son tiempos muy duros, es doloroso estar criando, produciendo un producto, haciendo las labores, trabajando todo el año para llegar a esta situación y tirar la uva antes de vendimiar porque está el sector como está».

Es el cuarto año que se acoge a la vendimia en verde para unas 4,5 hectáreas de superficie, así que con la experiencia ha hecho callo y la pena no es tan intensa como la primera vez. Aún así lamenta que trabajan «muchísimo, de sol a sol, hacemos todo lo que podemos hacer y algo más y la climatología es cada día peor».En septiembre cayeron unas tormentas «que son criminales y ahora llevamos un verano de tormenta tras tormenta, es frustrante, triste y doloroso». «Lo de la uva es terrible y da mucha pena. Además, pienso que igual es lo único que voy a cobrar».

Considera deseable que se encontrase otra solución alternativa a la vendimia en verde cuando hay exceso de producción. «A lo mejor es más justo un arranque de viñedo», dice. El futuro lo ve negro, de hecho tiene un hijo que quiere ser agricultor y viticultor. Hace años le hubiera animado a que siguiera sus pasos, «pero hoy en día le diría que no».

En su caso, tiene también cereal, ha diversificado sus cultivos, pero «estamos en un territorio en el que es lo que hay, tampoco podemos tener más».

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