Los altares sagrados de El Ternero
La gestión forestal de la finca burgalesa inmersa en La Rioja descubre dos rocas celtíberas del mismo contexto que la conocida Peña Redonda en Haro
Entre todas las singularidades que tiene Hacienda El Ternero, ese territorio adjunto a Sajazarra, inmerso en La Rioja, pero que pertenece a Burgos, ahora hay que añadir el hallazgo de dos altares celtíberos. Durante los trabajos selvícolas realizados el año pasado uno de los maquinistas informó de que había despejado una gran roca tapada por pinos y maleza porque podía servir de mirador por sus preciosas vistas. El ingeniero forestal Jorge Matey, director de la obra, visitó el lugar y advirtió de que la gran roca no solo era eso sino que presentaba unos orificios en la parte superior, que era completamente plana y para llegar a lo alto presentaba unas rudimentarias escaleras. Parecía un altar rupestre de la Edad del Hierro o del Bronce. Una voluminosa roca como una ballena varada en el bosque. El descubrimiento despertó la curiosidad y no sería el único hallazgo.
Un mojón utilizado durante siglos como límite geográfico no solo entre Villalba de Rioja y El Ternero, también entre La Rioja y Burgos, fue revalorizado durante el aclarado de pinos, aunque con menor tamaño pero con similares características que el anterior. Los dos forman, junto a Peña Redonda, en Haro, una alineación en paralelo a los montes Obarenes. La zona es la frontera entre los pueblos prerromanos de origen celta berones y autrigones que habitaron hace miles de años lo que hoy es La Rioja.
Jesús Ángel García Gamarra, vecino de Briñas que señaló el posible altar celtíbero de Haro años atrás, se aventuraba a imaginarlo como un resto de la perdida ciudad Deobriga que algunos estudios ubican en Miranda de Ebro, aunque otras conclusiones apuntan a que pertenece a cultos indígenas de la época romana. El de Peña Redonda es un altar en medio del meandro Tondón, mucho más visible y custodiado por los montes Toloño y Bilibio, considerados sagrados en la antigüedad. Incluso, al observarlo desde el suroeste, se aprecia la enigmática efigie de una persona que mira al norte. Aunque no ha sido estudiada, Peña Redonda es ya incluida en las Rutas del Vino de La Rioja Alta y como un punto de interés turístico en Haro.
«Este es un lugar supersingular y esto lo enriquece. Cuando ya todo es increíble aparece algo más»
«Me di cuenta de que era una roca muy rara, con la superficie muy plana. Había leído algo sobre estos altares rupestres e informamos a la propiedad. Luego apareció la segunda piedra y propuse advertir al Gobierno de La Rioja y la Junta de Castilla y León, cuyo experto manifestó que son de los más bonitos que ha visto hasta el momento y que tienen bastante relevancia», explica Jorge Matey. Actualmente ya están catalogados y parecen pertenecer al mismo contexto. «Son como una especie de ermita donde se acudía en romería y se realizaba un sacrificio, que era un evento social», apunta Matey. «Lo que tiene esta finca es historia. Y la masa boscosa es inmensa (hay naranjos de Nueva Orleans, abetos de Douglas... la tumba de un tal Leopoldo...) pero de esto no había mención», reconoce Nerea García-Alcubilla, responsable de la bodega Hacienda El Ternero.
«Este es un lugar supersingular y esto lo enriquece. Cuando ya todo es increíble aparece algo más», añade García-Alcubilla. Una de la razones para que el terreno conserve su virginidad, porque el altar más grande descubierto podría llevar siglos escondido bajo la masa forestal, es que ha permanecido indiviso, como un 'coto redondo', que es su denominación original. «El descubrimiento es una casualidad y le da un valor añadido a la finca. Con el aclarado forestal hemos recorrido toda la finca y en la entrada por Cihuri hemos encontrado otras cazoletas y en el cementerio una roca con marcas antrópicas, pero ahí ya no lo tenemos tan claro», advierte Matey. Desde Hacienda El Ternero ya piensan en incluir estos altares en las visitas enoturísticas.
«Esto es como un Condado de Treviño en pequeño», definió el propietario, Fernando García-Alcubilla. Son 250 hectáreas con 64 de viñedo. Aunque originalmente pudo ser un priorato benedictino, en el siglo XI Alfonso VI donó al señor de Sajazarra el monasterio de Herrera y su granja Ternero, aunque en el año 1245 el papa Inocencio IV declaró el terreno como propiedad de Herrera, hasta la desamortización de Mendizábal. La división provincial emprendida en 1833 ratificó la pertenencia de la finca a Burgos, a pesar de encontrarse entonces en Logroño.
Peña Sagrada II
Jorge Matey señala las oquedades del altar que se había empleado tradicionalmente como mojón que limitaba los terrenos de Hacienda El Ternero y Villalba de Rioja. D. M. A.
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Hasta 1982 todo era Castilla la Vieja pero, con la autonomía de La Rioja, El Ternero y Sajuela, una finca similar cercana pero no habitada, se convirtieron en islas de Burgos en La Rioja, pedanías de Miranda de Ebro. En los años 40 El Ternero pertenecía a la familia de origen alemán Reiner, que lo vendió a tres sagas vascas que, a su vez, la vendieron a la burgalesa García-Alcubilla.
«Naturaleza salvaje»
El arqueólogo Ignacio Ruiz Vélez ha redactado un informe por encargo de la Junta de Castilla y León en el que califica los de El Ternero como «santuarios en la naturaleza», «lugares sagrados de la naturaleza salvaje donde las personas contactaban con los dioses mediante ofrendas». No es extraño encontrarse a un jabalí, un corzo o un cuco, además de vegetación singular, como pinsapos. El primero de los altares, denominado como Peña Sagrada I, es descrito como un único afloramiento de piedra arenisca ovalada con una base erosionada y una parte superior pulida sobre la que se han labrado nueve oquedades, dos de ellas con canalillos. Por todo lo anterior parece ser un «altar para la realización de sacrificios y libaciones, quizás con alguna función sanatoria».
El segundo, llamado Peña Sagrada II, tiene la peculiaridad añadida de que, por un asunto de desacuerdo sobre las lindes, aunque en principio se encontraba dentro de El Ternero ahora mismo está en terreno de Villalba, es decir, La Rioja. Esta es «una piedra encabalgada sobre otras», con rasgos de piedra basculante, cinco oquedades y dos cruces. Los dos altares parecen tener una función ritual, donde se sacrificaban animales como cerdos u ovejas, cuya sangre se filtraba por las orificios, para ofrecérselos a una divinidad. Ruiz Vélez concluye que ambos son de 'tipo Lácara' por las entalladuras de acceso, cazoletas y canalillos. Apunta, en concreto, al periodo entre los siglos IV y I antes de Cristo y a un contexto religioso o social.
Quedaría por dilucidar a la población a la que corresponderían, probablemente asentamientos ya perdidos y que exigirían prospecciones. El arqueólogo también destaca la orientación astronómica de los altares, «según el solsticio de verano el primero y del equinoccio el otro, con un simbólico punto geográfico al fondo, el pico de San Lorenzo, que podría estar relacionado con la divinidad indígena Dercetio», mientras que, por detrás, están 'protegidos' por dos de las cimas más emblemáticas de los Obarenes, Peñalrayo y Peñas de Jembres.
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