De los 27º de un jardín a los 83º de un banco al sol

Entre las cuatro y las cinco de la tarde cuesta tropezarse con alguien en un paseo por el centro de Logroño. No son horas de gran trasiego, pero en días como el de ayer, muchísimo menos. Pocos, y la mayoría por obligación, se atrevían a salir del fresco interior al sofocante exterior en la jornada más calurosa de lo que llevamos de año, con nivel rojo de alerta. Y para comprobar en qué se traducen esas temperaturas extremas en diferentes entornos, Diario LA RIOJA salió a la calle con un termómetro de infrarrojos para tomar mediciones en jardines, aceras, calzadas, plazas, parques infantiles... La máxima en superficie la registró un banco de la Gran Vía, a 83,8º, una verdadera plancha; mientras que las temperaturas más frescas, en zonas ajardinadas, donde, además, menor oscilación térmica se registraba entre sol y sombra.

El recorrido comienza a 36º bajo un sol implacable que ha recalentado la ciudad desde primera hora. Algunas zonas lo han sufrido más que otras, especialmente aquellas más expuestas a los rayos, sin sombra alguna, alejadas del arbolado o zonas verdes que suavicen el ambiente. En Logroño, uno de los entornos menos amables en días de calor es la Gran Vía, una de las principales arterias de la ciudad, que en su acera norte sufre especialmente en fechas abrasadoras.

Allí encontramos las temperaturas en superficie más altas, hasta 83,8º en un banco de madera al sol junto a la estatua de Gorgorito. intento de sentarse en él fuerza un brinco inmediato con el trasero escaldado. No cumple su función como apacible lugar de asueto ni ahora ni durante buena parte del año. Darle sombra para reducir el posible rebote del infrarrojo simplemente sirve para bajar unos pocos grados, pero siempre por encima de los setenta. Un

La comparativa a la sombra es tremendamente llamativa, y es que un banco similar en el parque del Carmen, resguardado durante buena parte del día, deja el termómetro a más de la mitad: 37,8º. Este rincón es uno de los más frescos de la ciudad, todo un refugio climático por su frondosa vegetación y los edificios que lo cierran casi a cada lado. Recorrer su pasillo central es más placentero si cabe en tardes sofocantes, bajo un túnel de árboles que deja a 29,1º el termómetro en el camino de baldosas. Resulta difícil encontrar temperaturas tan bajas en la ciudad, salvo en el césped, que en el propio parque del Carmen se mantiene en torno a los 27º.

Regresamos a los extremos, y de registrar menos de treinta grados, la comparativa se dispara en otra zona de acera, esta sin cobijo ni acompañamiento verde, puro hormigón. En avenida de La Rioja, doblando la Gran Vía, 52,2º en el suelo que tantos logroñeses pisan cada día. Son zonas poco amables, como el entorno del renovado cruce de Vara de Rey con Duques de Nájera, donde el asfalto marca 63,9º, sin ninguna sombra a la vista. Otra calle que sí cobijan sus edificios colindantes durante muchas horas es República Argentina, a 46,1º en la calzada. Pese a la sombra, el calor superficial se resiste a bajar por debajo de la temperatura ambiente.

Son días de piscina más que de calle. Y la estampa típica de la primavera en los parques infantiles, llenos de niños y familias, deja paso ahora al vacío absoluto en las horas centrales del día. Un tobogán de plástico junto a la plaza Virgen de la Esperanza, que está prácticamente siempre a la sombra, registra unos neutrales 36,5º. Cruzando Vara de Rey, en la plaza México, otro tobogán a pleno sol se derrite a 67,5º. No es lugar para niños.

Y terminando el recorrido en el parque Princesa Leonor, recién inaugurado, dos curiosidades más. La primera, que la escasa sombra que llega a los bancos desde una pérgola de tela algo hace, aunque no demasiado. La temperatura de superficie en la madera es de 55º, a medio camino entre las anteriores pruebas realizadas. La segunda, tan significativa, que incluso golpeado de lleno por los rayos, el césped se mantiene más 'frío'. En dicho parque, el verde calentaba a 36,5º.

El experimento confirma aquello en lo que numerosos expertos en clima y urbanismo llevan tiempo insistiendo, que nuestras ciudades necesitan más espacios verdes y mayor arbolado para hacer frente a unas temperaturas en ascenso. Ciertas superficies como las que cubren mayoritariamente calles y plazas cuentan con una alta capacidad de retención térmica y contribuyen de esa forma a generar un efecto de isla de calor que eleva las temperaturas más allá de lo que el tiempo atmosférico manda. Por el contrario, espacios más frescos ayudan a apaciguar los termómetros tanto a la sombra diaria como cuando el sol se pone. Iniciativas como la de crear refugios o islas climáticas para el verano ya se extienden por muchas ciudades del país y en Logroño tomarán forma en un futuro.

Precisamente para comprobar cómo, una vez ha caído el sol, ciertos suelos retienen y elevan el calor, volvemos a salir unos minutos antes de la medianoche termómetro en mano. El césped sigue refrescando inculso por debajo de la temperatura ambiental. Los infrarrojos dejan el verde en 23,3º, diez grados menos de lo que marca ese asfalto que ha estado al sol prácticamente todo el día, y que a las doce de la noche se mantiene a 35,6º. Algo por debajo, registra 30,8º el cemento de la acera contigua, que ha recibido sombra de los árboles cercanos durante varias horas.

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