El salto al vacío de tres extranjeras
Llenar de vida La Rioja Vacía ·
Viaje al espacio. Llegaron a España hace años y escogieron instalarse en pueblos abandonados o con muy pocos habitantes. «Ese vacío era justo lo que me atraía», resume la holandesa Dorien JongsmaCuando Dorien Jongsma, natural de Amsterdam (Holanda), descubrió La Aldea del Portillo, un barrio abandonado del municipio burgalés de Oña, al pie de los montes Obarenes, concibió la idea un poco loca de afincarse con su compañero (un escultor ya fallecido) en esas inhóspitas soledades. Corría el año 1996. «Fue precisamente ese vacío lo que nos atrajo», resume. Acudieron a contarle su proyecto -la creación de un centro de arte contemporáneo- al alcalde de la villa burgalesa. Ni siquiera les recibió en su despacho. Lo pillaron bajando las escaleras del Ayuntamiento. Les dijo:
-Yo con extranjeros no quiero nada. Hala, que están tocando a difunto y tengo que ir a misa.
Dorien y su compañero se quedaron a cuadros, pero no se desanimaron. Sobre los escombros de aquel villorrio levantaron El Hacedor, un centro de creación artística con taller, sala de exposiciones y albergue, que ya lleva dos décadas en funcionamiento. Dorien Jongsma vive ahora entre Oña y Logroño. Ayer intervino en el Ateneo Riojano en una mesa redonda con otras dos mujeres extranjeras que han encontrado su hogar en La Rioja vacía: la alemana Marion Thieme y la francesa Laure-Yseult Bressy.
«Asociamos la vida en el campo a una vida dura, sin posiblidades. ¡Hay que darle la vuelta a la imagen triste de la España vacía!»
Dorien Jongsma | Holandesa
«Mi trabajo como artista no solo no se ha resentido por venir a Munilla, sino que ha irrumpido en él la fuerza de la naturaleza»
Marion Thieme | Alemana
«Tengo amigas que estarían encantadas de instalarse en Anguiano, pero no encuentran alojamiento»
Laure-Yseult Bressy | Francesa
Marion Thieme, pintora, reside en Munilla. Llegó a España en 1987. Se afincó en Madrid con su compañero, el poeta madrileño Antonio Santamaría, pero en 2005 decidieron comprar una casa en la villa riojabajeña y se mudaron definitivamente en 2009. «Fue como un salto de cabeza al agua fría, pero no nos arrepentimos». En la capital española habían incluso sufrido un episodio de 'mobbing' inmobiliario y resolvieron cambiar de golpe una metrópoli de cuatro millones de habitantes por un pueblo con cincuenta vecinos. «Mi trabajo no solo no se ha resentido por venirme aquí, sino que ha irrumpido en él la enorme fuerza de la naturaleza. Hemos ganado al salir al campo: no estamos en una torre de marfil, sino en continua conexión con el espacio que nos rodea». Munilla no es un pueblo cualquiera. En sus años mozos llegó a tener más de 2.000 habitantes y su caserío mantiene el porte de una urbe industrializada, con los esqueletos hoy abandonados de antiguas fábricas de telas, de chocolates, de embutidos... En una de esas viejas factorías ha montado Marion Thieme su estudio; un lugar de trabajo amplio, generoso. «Ni soñando podría pensar en disponer de un espacio así en una gran ciudad o incluso en Logroño».
A la francesa Laure-Yseult Bressy no le gustan demasiado las ciudades. Estudió Secretariado Trilingüe en su país y llegó a La Rioja para trabajar, quizá en alguna bodega. Vivió en Logroño. Luego en Fuenmayor. Pero le parecía «un pueblo poco pueblo», así que acabó instalándose en Anguiano, de donde procedía la familia de su marido. Sus motivos pueden sonar extraños: buscaba un colegio que pudiese brindar a su hijo una atención más personal. «Nos gustaba la pedagogía waldorf o montessori, pero entonces no había aquí posibilidades. Así que nos decidimos por Anguiano, porque tenía un colegio pequeñito y unitario».
Que las tres protagonistas de ayer disfruten de su vida en lugares apartados, casi remotos, no significa que no tengan nada que reivindicar. Marion Thieme recuerda que, con las deficientes redes de transporte público, siempre hace falta coche y que las conexiones de internet también flojean: «En la calle en la que yo vivo ningún vecino tenemos cobertura satisfactoria». Dorien, por su parte, echa en falta un mayor apoyo de las administraciones públicas. Y Laure apostilla que en Anguiano hay problemas para encontrar vivienda -un inconveniente más común de lo que parece en el mundo rural-: «Tengo amigas que estarían encantadas de instalarse allí, pero no encuentran alojamiento», lamenta.
Sin embargo, por encima de reivindicaciones, Dorien Jongsma invita a cambiar el fúnebre discurso habitual: «Asociamos la vida en el campo a una vida dura, sin posibilidades, ¡pero de esa manera nunca vamos a rellenar la España vacía! Hay que darle la vuelta a esa imagen y decirle a la gente que ese vacío puede ser la oportunidad de hacer las cosas de otra manera».
Dorien, Marion y Laure así lo demuestran.
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