El Logroño encuentra su camino

Los locales se toparon con un muro en esos primeros compases. Una pared formada en el centro de la zaga logroñesa por Ponciano y un Uríos espectacular y acompañada por un no menos brillante Palasics en la portería. Sobre esos pilares, los de Miguel Ángel Velasco cimentaron un gran comienzo del partido que solo se vio frenado por dos exclusiones casi consecutivas, del propio Uríos y El Korchi, y por la aparición en la meta contraria de un Samuel Ibáñez que quería imitar lo que su compañero de posición estaba haciendo en el lado opuesto.

Del 1-6 se pasó a un mucho más ajustado 5-6. El Logroño estuvo más de cinco minutos sin marcar, pero el húngaro seguía a lo suyo y el Benidorm no conseguía en ningún momento ni siquiera igualar la contienda. Los riojanos estaban mejor, tanto en defensa, donde secaron a Moscariello, como en ataque. Y en esas labores también destacaba Uríos. Los visitantes conectaron muy bien con su pivote y él acumulaba aciertos en sus lanzamientos. Aparte, los franjivino volvieron a hacerse fuertes en la retaguardia para que su diferencia se fuera haciendo más y más grande. Llegaron a ir ganando por siete con el 10-17 los de Velasco y el descanso se alcanzó con un 11-17 que dejaba muy encarrilado el enfrentamiento para la segunda mitad.

El mayor peligro para el Ciudad de Logroño se concentraba en los primeros minutos. Si el Benidorm era capaz de acercarse en esos compases iniciales había partido. Si los riojanos, por el contrario, mantenían su renta o incluso la ampliaban, la victoria estaba en su bolsillo y podían vivir, casi por primera vez este curso, un final de encuentro tranquilo.

Y ocurrió lo segundo. Los alicantinos sí que salieron a la cancha con más energía y con ganas de acercarse en el tanteador, pero volvieron a toparse con un Ciudad de Logroño con muy pocas fisuras. La defensa riojana continuaba imponiéndose al ataque local y en el campo contrario, a pesar de la gran labor de Samuel Ibáñez, los tantos iban cayendo sin prisa pero sin pausa. Y si en algún momento los visitantes parecían atascados ahí aparecía Palomino para poner clarividencia y serenidad. Así, los de Velasco no solo no vieron peligrar su victoria sino que se marcharon hasta los diez goles de diferencia. El partido estaba ganado.

Con todo decidido, sí que apareció cierta relajación en los riojanos y ese empuje de los alicantinos que se echaba en falta hasta ese momento. Los locales se acercaron, pero eran conscientes de que la empresa resultaba imposible. El Ciudad de Logroño se había hecho con el triunfo con merecimiento y así lo reflejó el 28-34 con el que se llegó al final. Segunda victoria consecutiva para un equipo que el martes regresará a las canchas, esta vez en Europa, para jugar ante la Vojvodina. El camino marcado en Benidorm es el que se debe seguir.