Dos clásicos buscan nuevo dueño
Villa Rica en La Laurel, y Serenella –el templo logroñés de la tortilla– buscan ser traspasados por jubilación de los propietarios
La hostelería no parece vivir su mejor momento. A pesar de que la mayoría de los locales de la ciudad se observan llenos los fines ... de semana, los festivos y algunos días entre semana, los propietarios más veteranos no encuentran relevo cuando se disponen a abandonar sus negocios.
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Es el caso de dos establecimientos de larga raigambre y reconocimiento en Logroño. Villa Rica –en el centro de la calle Laurel– espera alguien que bien siga la tradición de los actuales propietarios y mantenga encendida la planta para dispensar zapatillas de jamón (o bocatitas matrimonio o de atún encebollado); y también uno de los grandes templos de la tortilla de patata en La Rioja: el Serenella de la calle Menéndez Pelayo de Logroño.
El Serenella –ahora cerrado por vacaciones, que nadie se alarme todavía– hace ya algunas semanas que anuncia en su puerta que se traspasa. Los dueños enfilan el camino de la jubilación y buscan quien tome el testigo de un local que ha hecho de su tortilla de patata su estandarte a pesar de que en su barra también cohabitan otras exquisiteces (sesos, huevos rellenos, anchoas...).
Chuchi y Luci abrieron el establecimiento el 13 de octubre de 1988 y casi desde el primer momento han trabajado sin descanso.
Al principio, combinaban la elaboración y venta de tortillas, con el servicio de restaurante (allí han acudido las cuadrillas de trabajadores que hicieron el campo de fútbol, la estación de autobuses y algunas otras grandes obras de la ciudad), pero hubo un hecho que cambió completamente su actividad.
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Ganar el concurso de tortillas de patata que organizaba este suplemento –Degusta– y Diario LA RIOJA marcó un punto de inflexión. Participaron casi por casualidad, ganaron (sus tortillas no tienen nada que envidiar a ninguna otra de la ciudad) «y a partir de ahí llegó un boom», señala Luci, «y tuvimos que abandonar los menús del día para centrarnos en las tortillas. No podíamos con todo».
Hoy en día, Luci y su marido Chuchi afirman que elaboran unas 60 tortillas cada día, entre semana, que se elevan los fines de semana hasta el centenar. «Este es un negocio que funciona, aunque hay que tienes que trabajarlo tú, porque si metes gente no salen los números. Pero nosotros ya no podemos más, somos mayores». Lo que no implica que «nos de mucha pena dejarlo», afirma Luci con una voz sensiblemente emocionada. «Tengo 68 años, y por eso queremos traspasar el bar, pero si no lo conseguimos, no vamos a tardar mucho en cerrar».
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Las diversas circunstancias personales hacen que ni la familia ni ninguno de los empleados quieran (o puedan) quedarse con el Serenella, «y es una pena», reitera Luci.
El Serenella elabora 60 tortillas entre semana y llega a las 100 durante muchos fines de semana
Villa Rica no fija una fecha de cierre, pero como el Serenella, no va a tardar mucho si nadie se queda con él
Esta mujer que lleva casi cuarenta años, prácticamente dedicada en exclusividad a preparar tortillas, asegura que el único secreto está en «hacer cada tortilla como si fuera única». «Yo no frío toda la patata y luego la reparto en varias tortillas. Yo hago cada elaboración desde el principio para cada tortilla. Luego ya a cada uno le gustará más y a otros menos, porque cada uno tienes sus gustos», detalla.
Un histórico de la Laurel
También el Villa Rica busca nuevo dueño. Este bar, ubicado en la esquina de la calle Laurel con Albornoz, es uno de esos que forman parte de la popular vía gastronómica logroñesa.
Su actual propietario se jubila y espera que alguien se haga cargo de un local de los de antaño que ha sobrevivido con apenas tres únicas especialidades en su barra. La zapatilla de jamón, el matrimonio (un bocata de anchoa en salazón, anchoa en aceite y pimiento verde) o el bocatita de atún encebollado.
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La calle Laurel vive una nueva juventud y se han abierto (o renovado) locales con propuestas enogastronómicas nuevas; los turistas –Logroño cada vez atrae más– acuden a la popular calle de forma creciente y Villa Rica ocupa un lugar privilegiado en pleno centro de la vía.
El local –como ocurre en el caso del Serenella– aún no ha fijado una fecha para bajar la verja definitivamente. De momento, 'se traspasa', pero si no encuentra una buena oferta, lo hará en breve, para que sus dueños puedan disfrutar de la merecida jubilación.
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