San Mateo según Michelangelo
El apóstol inspiró a Buonarroti una obra maestra de la escultura pese a quedar inacabada
No está acabada y, sin embargo, posee la fuerza expresiva y evocadora de una obra maestra. Atrapada en el bloque de mármol, la dramática figura humana parece contener el dolor de un tormento terrenal y, al mismo tiempo, indicarnos el camino elevado hacia la superación espiritual. Es el apóstol Mateo esculpido a medias por Miguel Ángel hace más de quinientos años, escultura actualmente expuesta en la Galería de la Academia de Florencia. A excepción del libro de evangelista, el autor prescinde en ella de otros símbolos de la iconografía cristiana, tales como el ángel que representa el amor divino o el saco de monedas del recaudador de Cafarnaúm reclutado por Jesús de Nazaret. En lugar de ello, el maestro de la anatomía eligió destacar la corporeidad del hombre y su lucha por la liberación.
Como tantos personajes religiosos, san Mateo ha inspirado abundante obra artística a lo largo de la historia, especialmente durante el Barroco. En pintura destaca la casi cinematográfica serie de Caravaggio, el otro Michelangelo, que puede verse en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, relatando visualmente 'La vocación' (1601), 'La inspiración' (1602) y 'El martirio' (1600) del santo. También en aquella época fue retratado por Rubens (1610) como un joven imberbe o por El Greco (1614), que lo mostraba ya anciano. Pero ya un siglo antes, en el Renacimiento, inspiró de un modo muy diferente al mejor de los escultores.
Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) era todavía joven cuando recibió el encargo de la Ópera del Duomo de Florencia en 1503. Aún no había terminado una de sus obras maestras, el David, pero su talento ya era reconocido y los impulsores de la catedral querían que uno de los artistas florentinos del momento estuviera presente en ella. Le pidieron un conjunto de doce estatuas monumentales de los apóstoles (de 2,7 metros de altura cada una) para la enorme cúpula de Brunelleschi, sustituyendo la decoración pictórica con la que entonces contaba (actualmente sus decorados son frescos de Giorgio Vasari). Miguel Ángel decidió comenzar precisamente por Mateo e inspirarse en grandes maestros del pasado como Donatello, el gran escultor de Florencia del siglo XV, al que admiraba.
En un imponente bloque de mármol de casi tres metros, comenzó a labrar de frente las formas de un hombre robusto con una torsión del cuerpo muy marcada. La colocación de las piernas es muy similar a la del David de Donatello y su rostro transmite sufrimiento y pesadumbre.
La escultura de Miguel Ángel está en la Galería de la Academia, en Florencia, junto a los cuatro 'esclavos' del mismo autor
No hay ningún indicio en los evangelios que indique que san Mateo sufriese una vida de miserias. ¿Por qué entonces Miguel Ángel escogió estas expresiones? Hay quien sostiene que quería representar el pasaje bíblico en el que se compara a los creyentes con piedras estáticas. «Piedras que, juntas, forman un templo. Rocas que son pulidas y esculpidas por el Espíritu Santo. En su rezo conjunto en la catedral de Florencia, los florentinos mirarían al cielo a través de la cúpula viendo a los doce apóstoles representando esta metáfora, hechos piedra, como ellos: creyentes».
La terribilità
Esta formidable escultura refleja una de las características del sello Buonarroti, la 'terribilità', un vocablo italiano que los contemporáneos del artista utilizaron para definir el estilo grandioso y de fuerza potente que plasmaba sobre todo en sus esculturas, con un vigor y una mirada terrible llena de ira, como se aprecia, por ejemplo, en el Moisés.
Hay, además otra cuestión: la obra 'non finita'. El proyecto de los doce apóstoles acabó cancelándose. En el proceso, el papa Julio II llamó a Miguel Ángel para encargarle el proyecto de su tumba en Roma, un magnánimo monumento para el que el escultor planeó realizar hasta cuarenta estatuas. También aquel proyecto se vio truncado por la muerte del papa y por el encargo de los frescos de la Capilla Sixtina.
Para la tumba, Miguel Ángel había terminado cuatro esculturas que parecen inacabadas y, sin embargo, lo están. Con ellas quería subrayar el arte de esculpir: cómo el artista libera los cuerpos del mármol. Estas cuatro estatuas son los cuatro 'esclavos', que casualmente hoy día se muestran también en la Galería de la Academia en perfecta armonía con el san Mateo sin terminar.
Hay muchos otros 'san mateos', por supuesto. La Archibasílica de San Juan de Letrán, en Roma, tiene uno de Camilo Rusconi dos siglos posterior (de 1715). Sostiene un gran libro (el evangelio) y, este sí, pisa un saco de monedas tirado en el suelo. Además existen copias, una en el Museo del Prado y otra en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.
Seguramente el de mayor tamaño se encuentra en España, en Cuelgamuros, uno de los cuatro evangelistas obra del escultor Juan de Ávalos en el monumento franquista de la Cruz de los Caídos (1950). Mucho menor es un pequeño relieve en el retablo de la concatedral de La Redonda, en Logroño, una de las pocas imágenes del santo en la ciudad cuyas fiestas de la vendimia le encomienda. Hay muchos otros san Mateo, en fin, pero ninguno como el de Miguel Ángel.
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