CON LOS SIETE SENTIDOS

Enheduanna

Con el transcurso del tiempo, a partir de la Grecia clásica, fue afianzándose la acepción de «actividad creativa»

En un mes en el que reivindicamos el valor de la mujer y su relevante trabajo, olvidado o relegado, en todas las áreas: ciencias, letras, artes, investigación, etc., vamos a traer a la memoria este sustantivo: Enheduanna.

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Antes de continuar, querido lector, te propongo que —tanto si tienes la suerte de estar tranquilo ante una caza de café como si estás leyendo esto apresuradamente— te tomes un minuto y rebusques en tu memoria ese nombre. ¿Lo tenemos? ¿Sí?, entonces comprenderás que Enheduanna, en este mes: «de la mujer», dicen; del comienzo de la primavera, y de la celebración del «Día Mundial de la Poesía», viene muy oportunamente.

Enheduanna fue un notable personaje que vivió en el siglo 23 a.C. en la antigua Mesopotamia (actualmente Irak y Kuwait), y es considerada como la primera persona en la historia en crear obra literaria propia. Fue princesa y la sacerdotisa mayor de la deidad lunar Nanna Suen en su templo de UR (actual Irak). Varias de sus obras religiosas alaban a las diosas de la luna y del amor. Escribió tanto en verso como en prosa.

Pero, ¿de dónde viene la palabra poesía? «Poesía» tiene sus raíces en la antigua Grecia, «poiesis» significaba simplemente «hacer» en sentido artesanal, artístico, por lo tanto el artista era el «poietés», es decir, el creador, el fabricante, el autor. Con el transcurso del tiempo, a partir de la Grecia clásica, fue afianzándose la acepción de «actividad creativa». De ahí emerge el concepto de poesía, aplicado a la literatura, tal y como lo concebimos hoy en día.

Y ¿poeta o poetisa? Pese a tantas disquisiciones sobre el lenguaje inclusivo, el vocablo «poetisa» —según el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Juan Coromines— se registra por primera vez en castellano en 1737. Sin embargo, tres siglos antes, en 1492, Antonio de Nebrija, en el Diccionario latino-español, recoge «poeta» como única forma para «varón» y «hembra». La palabra «poetisa», adoptada por algunas escritoras de poesía fue rechazada con vehemencia por otras, como Rosario de Acuña quien, más de un siglo después, afirmaba que tal término era un «mote» que se utilizaba con frecuencia para «ridiculizar a las mujeres que ponían en práctica esta convicción». Otras, por ejemplo, Ana Rossetti, reivindica la expresión como «una diferencia, un término propio para las mujeres autoras de poesía».

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Así siguen las cosas, apostando por «poetisa» o «poeta». Aunque tengo una opinión particular y extensa del tema, creo que lo importante es la calidad de la poesía, del poema. Y que este sepa expresar con artesanía, con maestría, las cosas cotidianas o las excepcionales y lo haga con belleza y llegue al corazón de quien lo lee o lo escucha. Y se quedé, como se queda la primavera en los versos de José Martí: «Con la primavera/ Viene la canción, / La tristeza dulce/ Y el galante amor.»

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