Delpón

El guardián de Suso dice adiós

Teodoro Lejárraga se jubila tras cuarenta años de custodia y mantenimiento del monasterio | En 1979 pasó a ocupar el puesto en el que antes estuvo padre, quien le inculcó el cariño por este enclave en San Millán

la rioja

Logroño

Viernes, 6 de diciembre 2019, 18:56

El monasterio emilianense de Suso, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997 junto al de Yuso, «perderá» la semana próxima al que ha sido su guardián, Teorodo Lejárraga, que se jubila tras 40 años de compromiso con este cenobio de origen visigodo.

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Así, el apellido Lejárraga dejará de estar ligado a este monasterio, que fue cuidado primero por su padre, que le introdujo en el cariño a este pequeño enclave de los «montes cogollos», en el que 'Teo' ha pasado casi toda su vida y donde ha sido la primera cara que han visto miles de turistas que han llegado a él.

«Me da pena», reconoce a Efe, mientras recuerda que fue en los años 60 del pasado siglo cuando a su padre, Tarsicio, le encomendaron la tarea de ser «guardián» de este enclave en la montaña de San Millán.

«Yo era un chaval y subía a ayudarle, porque ya entonces llegaba gente a ver el monasterio», relata Teodoro quien en 1979 pasó a ocupar el puesto en el que se encargaba de custodiar y mantener un lugar «clave» en la cultura y la religión en España.

«Yo era un chaval y subía a ayudarle, porque ya entonces llegaba gente a ver el monasterio»

Allí, un monje anónimo realizó por primera vez, que se conozca y se conserven, anotaciones en un incipiente español, las conocidas como «glosas emilianenses»; también Gonzalo de Berceo redactó los primeros poemas en castellano.

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Antes de todo eso, en torno a las cuevas en las que San Millán pasó parte de su vida, se creó la primera comunidad monástica datada en la Península Ibérica.

Datos históricos que se unen a la gran cantidad de conocimientos arquitectónicos y lingüsticos que Lejárraga ha acumulado en cuatro décadas de estudio autodidacta, para diferenciar bien las fases de construcción del monasterio de Suso desde el siglo VI, conocer las tumbas de las reinas de Navarra y explicar a los visitantes las peculiaridades del cenotafio de San Millán.

Desde 1979, cuando empezó su trabajo como guardián del Monasterio de Suso, ha sido testigo de la evolución del turismo que llega a uno de los principales enclaves culturales de La Rioja.

Primero «era algo más minoritario, pero de mucha calidad» porque «quienes llegaban a San Millán tenían conocimiento de lo que son sus monasterios y venían porque tenían un interés especial histórico o artístico».

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Pero, a mediados de los años noventa, «comenzó un boom» turístico que difundió de forma masiva la importancia de Suso y Yuso -el otro monasterio declarado Patrimonio de la Humanidad en San Millán- y eso, a la vez, «también tuvo una parte menos buena» para este pequeño cenobio visigodo, admite.

«Diez años antes subían al monasterio unos cien autobuses al año», relata, pero «a mediados de los noventa luego llegamos a contar 520», que tenían que subir a Suso por la pequeña carretera de acceso, en la que se formaban colas, atascos y numerosos problemas.

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«Diez años antes subían al monasterio unos cien autobuses al año, pero a mediados de los noventa luego llegamos a contar 520»

Tras la declaración como Patrimonio de la Humanidad, en 1997, Suso se sometió a una restauración amplia, en la que también se reformó el sistema de visitas y se reguló el acceso, que tiene un tope de unas 350 personas al día.

Ello contribuyó a que, de nuevo, «hay mucha gente que llega aquí con mucho interés porque tiene que hacer el esfuerzo de reservar la visita antes».

Pero «también queda mucho de ese turismo masivo que viene aquí como podría ir a otro lado y en el que hay mucha gente que le da más importancia a sacarse una foto delante del monasterio que a lo que va a ver en él», lamenta.

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Lejárraga ha sido testigo, también, de cómo Suso ha aguantado el último medio siglo entre arreglos, consolidaciones y muchos cuidados, ya que este monasterio, creado en torno a unas cuevas hace casi 1.500 años, es «muy frágil» y «necesita un cuidado constante».

«Espero que el Ministerio de Cultura -del que depende este edificio- tenga la preocupación que requiere Suso, en donde ahora mismo es urgente que se controlen las humedades de algunas zonas porque el agua le hace mucho daño», ha señalado.

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«Espero que el Ministerio de Cultura tenga la preocupación que requiere Suso, en donde ahora mismo es urgente que se controlen las humedades»

Cree que Suso requiere «una gran intervención» para volver a consolidarlo, como se hizo a finales del siglo pasado, «porque, poco a poco, hay cosas que se han deteriorado y ahora mismo el tema de las humedades no se puede dejar más».

«Desde hace años el monasterio de Yuso ha recibido una gran atención y eso está bien, pero ahora deberían ocuparse del de arriba», demanda el guardián de Suso, quien incide en que este enclave atrae «a personas de todo el mundo».

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«A Suso ha llegado gente de todo el mundo y condición, desde embajadores a peregrinos y artistas», afirma 'Teo', quien recuerda con orgullo que «muchos se han convertido en amigos con el paso del tiempo y con ellos mantengo contacto»

También señala, con un recuerdo «simpático» de multitud de anécdotas con los visitantes, que, «a veces, te ponen a prueba» porque, «aunque sé de Suso hasta en dónde está cada piedra», se ha encontrado «con gente que hasta discute si Suso estaba en otro lugar» o «su antigüedad», concluye Lejárraga.

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