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Una galería de obsesivos para arrancar todas las carcajadas
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Una galería de obsesivos para arrancar todas las carcajadasUn taxista aritmómano, un editor con el síndrome de Turé, una oficinista nosófoba, un motorista obseso de la simetría, una temerosa religiosa con trastorno de verificación y una joven con palilalia. Todos ellos esperan en la sala al prestigioso psiquiatra doctor Cooper. Pero no hay manera de que llegue. Y sus fobias, miedos y manías se comienzan a entrecruzar. Y a contagiar carcajadas.
Es el punto de partida de 'Trastornados', el nuevo montaje del Grupo de Teatro 67, uno de los que mantienen viva la enorme afición que existe en Arnedo por las artes escénicas. Tan vivo que ha cosechado dos llenos absolutos en el Teatro Cervantes.
Herederos de quienes se subían a las tablas junto a Javier Zábalo, el actual elenco del Grupo 67 continúa su legado bajo la dirección de Ilde Ibáñez. Después de cosechar éxito tras éxito con 'La cena de los idiotas', durante la temporada pasada completaron el montaje de 'Trastornados', una galería hilarante de personajes. Estrenaron esta comedia el 31 de mayo pasado. Tras llevarla a localidades como Autol, Villamediana o Fontellas, el público pedía que volviera a Arnedo. Y llenó cada butaca de las funciones de este viernes y sábado.
Al público, «por elegir venir al teatro», dio las gracias Ibáñez antes de levantar el telón. Y a las familias de su equipo, que «aguantan ensayos y concilian para que podamos hacer realidad nuestro sueño de ser actores», además de a todos los que le dan un sí en cada reto que plantea. Extendió el agradecimiento al Ayuntamiento por apostar por la cultura, a los técnicos del Teatro Cervantes por hacer posible la obra y al equipo de maquilladoras –el de Natalya Otegui Beauty, un Centro de Belleza Experience en Arnedo– que «transforman actores en personajes y nos ha permitido dar un paso adelante para que nuestras obras sean mejores».
El taxista que no paraba de hacer cálculos, el editor que tenía arranques de insultos, la oficinista que no dejaba de limpiarse, la que no dejaba de comprobar si llevaba las llaves en el bolso, el que no pisaba líneas y la que repetía cada frase compartieron hora y cuarenta de risas. Y con moraleja empática. Continuarán haciendo reír y pensar en Pradejón, Alesanco y donde les llamen.
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Óscar Beltrán de Otálora
Javier Campos | Logroño
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